Luis Folgado de Torres «Jack London y Pedro Sánchez»

Les propongo un juego asaz divertido: traten ustedes de encontrar similitudes y diferencias entre estos dos personajes que, al menos a priori, no parecen coincidir en nada.

Jack London —John Grffit Chaney, su verdadero nombre— fue hijo de un astrólogo de bola mágica y cartas de tarot que nunca lo reconoció como tal, aunque al morir dejara una nota reconociendo a Flora Wellman, madre del escritor norteamericano, como su «esposa». Los comienzos del escritor fueron difíciles, viéndose obligado a trabajar en los oficios más duros. Hasta se embarcó, rumbo a Japón, en un carguero en busca de fortuna. Corría velozmente el siglo XIX y este muchacho tímido se propuso hacer la carrera de escritor sin haber concluidos sus estudios —problemas económicos le impidieron graduarse en la Universidad de California— y sin inventárselos.

London trabajó como ostrero furtivo, buscador de oro, cortador de yuca, molinero, guardacostas, envasador de tomates, marino y en todo aquello que le permitiese salir de la miseria a la que siempre atrajo. Trabajó mucho y en todo antes de conocer al poeta George Sterling, que se convertiría en mentor de sus comienzos, cuando apenas había publicado algunos relatos breves y artículos de poco interés para revistas locales. No tengo constancia de lo que ha trabajado nuestro actual presidente antes de acceder al poder.

Al fin, Jack London consigue publicar su primera novela, To the man on trail, por la que un editor le pagó la friolera de cinco dólares que tardó casi un año en pagarle. Después escribiría relatos, uno tras otro, por cuarenta dólares que le seguían manteniendo en la linde estrepitosa de la pobreza.

Algunos no reconocen haber leído a Jack London, imagino que por no ser un autor de primera o de referencia, que dicen los «culturetas»; nunca fue un rebelde ni un reivindicador de nada y eso no se lo perdonan en el lado más bermejo de la cultura plurinacional de este país. El fabuloso autor de Colmillo blanco, Por un bistec o el magistral relato To built a fire se limitó a buscar su propia felicidad sin preocuparse de más nada y eso no puede ser.

Pero hete aquí que, a pesar de su genialidad a la hora de narrar situaciones extremas de pobreza, lucha por la vida, desdichas, frío glaciar y hambre, Jack London fue conocido por sus infames plagios a otros escritores más jóvenes, a cuentistas de prensa y a todo lo que se ponía por delante incluida su propia hija. Como en una de sus historias, era una pura cuestión de supervivencia. ¿Encuentran ahora similitudes con nuestro presidente funcional?

«Fusilar» (verbo empleado en el argot periodístico y docente para referirse al hecho de plagiar) ha sido algo frecuente a lo largo de la historia de la literatura y la ciencia y resulta asaz reprobable en un autor, cuanto más en el presidente de una nación a la que no se puede gobernar después de fusilamientos tan descarados como los que aparecieron recientemente en la prensa española referidos a su tesis doctoral y a más escritos.

London siempre fue fiel a un estilo y dedicó su trabajo literario a narrar las vidas de personajes que andan siempre en la cuerda floja, jugándosela continuamente, al cabo de una cerilla para encender un fuego y sobrevivir al frío, como en el caso de To build a fire. Sánchez carece de estilo, y en eso se diferencia del escritor, pero siempre anda en la cuerda floja de la política, y en eso se parece a sus personajes.

London fue un socialista convencido y militante ¡en los Estados Unidos! y Sánchez dice que lo es. La gran diferencia entre Jack London y Pedro Sánchez estriba en la genialidad del escritor norteamericano y en los numerosos trabajos que le permitieron sobrevivir. Nuestro presidente carece de genialidad y de lo otro qué les voy a contar.

Los frecuentes trasuntos y el socialismo ha unido a estos dos personajes: un London digno de mi más absoluta admiración y un Sánchez mediocre que está dispuesto a todo con tal de sobrevivir, como un personaje más del propio London.

Finalmente, London muere en su rancho de California, pero en este detalle se parece más a Pablo Iglesias.

Luis Folgado de Torres es escritor y editor

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