Libros de viaje para elegir destino

paisajedeAlmería. RevistaGaleradas.Articulo

 

Leer para viajar, la literatura un viaje sin billete de vuelta. El mejor viaje, una buena novela…

Son muchos los símiles y comparaciones que se han realizado a lo largo de la historia entre los conceptos de viaje y lectura de una obra literaria, sin necesidad de que esta última verse sobre lo que nuestra sociedad actual entiende comúnmente como viajar, en su sentido más ocioso. Tanto es así que, en sintonía con la retórica clásica estaríamos hablando prácticamente de un tópico; o un eslogan si conectamos con la actual oratoria siempre ávida de ventas, consumo y fugacidad.

Y entre todas estas comparaciones se desvanece la idea de que, como Teruel (discúlpeme aquí la intertextualidad con Ikea —todo es culpa de la televisión—), los libros de viajes también existen. Sin embargo, tengo la sensación de que, aunque con ellos todo es —o sería— mejor, pocas veces caen en nuestras manos. Digo sería mejor porque me fascina la idea de pensar que Campos de Níjar, de Goytisolo, despertara entre sus lectores el interés de viajar y conocer la provincia de Almería tanto como las fotografías de Instagram de El Nido filipino motivan a un alto número de españoles (no he revisado las estadísticas) a recorrer casi 12.000 kilómetros para comprobar su existencia de primerísima mano. Y es entendible, porque las fotografías son impresionantes —y El Nido también—, pero es que la obra de Goytisolo es, cuanto menos, igual de impresionante —y Almería también—.

Lo paradójico del asunto es que para realizar la segunda excursión, si estuviera usted en la península, estuviere donde estuviere, no tendría que superar los 1.200 kilómetros de recorrido para llegar al paraíso, aun ostentando la almeriense el título de capital de provincia más lejana a cualquier otra capital de provincia y, sin embargo, parece que es la excursión filipinala que gana más adeptos.

Con toda esta reflexión interna que hoy escribo en voz alta, vengo a decir, por un lado, que conocer paraísos lejanos es excitante y maravilloso, siempre y cuando no mantengamos los ojos cerrados ante los que nos circundan. Y, por otro lado, que las guías de viaje son una herramienta imprescindible en muchos casos pero nunca comparables a un buen libro de viajes, menos todavía si lo firma Goytisolo.

Campos de Níjar, escrito por el autor catalán en el año 59, no me ha descubierto la provincia almeriense porque tengo la suerte de haberla recorrido alguna que otra vez, pero sí me ha redescubierto su paisaje, su vegetación, su aroma… su esencia. Y me ha reconectado con sus gentes, porque Goytisolo tiene el don de retratar entorno y paisanos con una sensibilidad y un hiperrealismo que, rozando el esperpento al más puro estilo de Valle Inclán (y en este punto no podemos pasar por alto que la que retrata es la Almería hastiada y menesterosa de los cincuenta), te lleva de la mano hasta allí y te sitúa a su lado, propiciándote el placer de contemplar lo que contemplan sus ojos, de sentir la misma brisa que ronronea una piel que el sol ha vuelto áspera. Pero, sobre todo, quien fuera nombre esencial de la Generación del medio siglo, me ha permitido conocer un poco más cómo era sesenta años atrás la provincia por donde ahora yo paseo mi último traje de baño cada verano.

Y bañarse en las aguas del parque natural de Cabo de Gata, es un placer; disfrutar del «pescaíto frito» en cualquier taberna al caer el sol, placer mayor; pasear por esos pueblecitos de casuchas blancas, imprescindible. Pero hacer todo ello recordando la mirada de Goytisolo y a sabiendas del pasado inmediato de la provincia, no tiene precio. Y es que, como asevera el escritor en la obra, «por eso me gusta Almería. Porque no tiene Giralda ni Alhambra. Porque no intenta cubrirse con ropajes ni adornos. Porque es una tierra desnuda, verdadera…».

Llenemos nuestras librerías de libros de viaje durante el frío invierno y, en vacaciones, vayamos a redescubrir bajo nuestras miradas lo que a otros les llenó tanto las suyas como para escribir sobre ello, porque hoy en día, todos podemos hacer una hermosa fotografía, pero no todos podemos escribir un hermoso cuaderno de viajes.

Sara Manzano, colaboradora Revista Galeradas.

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