A todos nos suena el nombre de este pueblo por Don Quijote de La Mancha y su Dulcinea. En El Toboso podemos seguir los pasos de Don Quijote paseando por sus calles, porque todo está impregnado de la magia de la novela y se palpa en el ambiente que estamos en el escenario de una obra peculiar.
Las fachadas de piedra nos sitúan en el pasado en un abrir y cerrar de ojos, además en algunas de ellas podemos ir leyendo frases de la novela que nos llevan hasta la casa de Dulcinea (Casa-museo de Dulcinea).
Si entramos a su casa encontramos una vivienda de la época con todos sus enseres a la vista y muebles que no nos dejarán indiferentes y nos atraparán por su historia en la realidad y en la ficción. Entramos en la sala y vemos la cocina tal y cómo nos la describe Cervantes en sus líneas, podemos salir al patio e imaginarnos al caballo de Don Quijote junto al pozo, como él y Sancho se adentran en la casa deseando ver a su amada.
Además disfrutamos de la exposición de utensilios para la viticultura, entre los que destaca un lagar que sorprende por su tamaño. Si lo que queremos es una visión diferente, podemos acercarnos al Museo de Humor Gráfico Dulcinea, donde se recoge la esencia cómica de esta novela universal.
En la plaza del pueblo nos recibe una fuente que describe la esencia de esta pareja de ficción a la perfección, un Don Quijote de rodillas frente a la figura de Dulcinea profesándole su amor. Aunque la escultura es de hierro, no es difícil pensar en alguna escena de la obra en la que Don Alonso se dirige a su querida amada; porque el entorno de la plaza con sus edificios de piedra y la iglesia al fondo, nos trasladan con suma facilidad a los Siglos de Oro.
Justo al lado de la iglesia encontramos el Museo Cervantino que guarda en su interior una exposición muy peculiar. Más de 80 ediciones del Quijote en diferentes idiomas, donados por diferentes personalidades (políticos e intelectuales) de los países de origen y firmados de su puño y letra, pero sobre todo destacan firmas como la de la mismísima Margaret Thatcher. Además hay ediciones únicas como la primera edición del Quijote en euskera, otra de caracteres celtas y un manuscrito ilustrado de 1926 hecha por los reclusos del reformatorio de Ocaña. Destacan las miniaturas y el ejemplar del Quijote más grande del mundo, realizado por alumnos de Piera (Barcelona).
La colección asciende a la cifra de 700 ejemplares, de los que podemos ver en vitrinas los más relevantes. Mencionar que además hay dos obras de gran valor dentro del museo que no son la obra de Cervantes: El cantar de los Nibelungos, firmada por Hitler y El libro de la revolución, firmada por Gadafi. Que llegaron en su época como respuesta a la solicitud por parte de las autoridades políticas del Toboso de una edición del Quijote en su lengua nacional.
Con un simple paseo nos hemos metido de lleno en la narración de Cervantes y podemos disfrutar del pueblo durante todo el día, porque tienen una ruta literaria que te guía por los monumentos y lugares más destacados de este hermoso pueblo origen de nuestro Dulcinea. Aún cuando lo observemos todo al detalle, podemos alejarnos y hacer diferentes rutas sobre los escenarios de la novela a lo largo de Castilla La Mancha.
En nuestra partida observaremos diferentes molinos de viento, esos «gigantes» a los que se enfrenta Don Quijote, hay muchos en pie, algunos muy bien conservados y de los más antiguos (en piedra vista) encontramos los de Belmonte.
Y así sin más, nos despedimos de Dulcinea, aunque tenemos Quijote para mucho y seguiremos disfrutando de esta novela universal hasta el fin de los días.
Ana B. Villamor, Revista Galeradas.
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