Días de hambruna y estraperlo

Revista Literaria Galeradas, El año del hambre
El año del hambre, cuadro de José Aparicio e Inglada

Por Adolfo Marchena

Los grandes acontecimientos de la historia han inspirado y generado numerosas novelas y poemas. La Segunda Guerra Mundial y los campos de exterminio, la Primera y las trincheras, el fenómeno de la mafia, el colonialismo, las diversas civilizaciones, etc. Esto no sólo ha afectado a la literatura si no a las Artes en general. Movimientos y generaciones literarias o pictóricas, estilos musicales o arquitectónicos, teatro o cine ambientado en determinadas épocas de la historia. Carlos Saura, cineasta, fotógrafo y escritor recupera las miradas, los rostros y pasajes de una tierra desolada con su Leica M3, en los años 50. «Yo lo he visto y lo he retratado, como diría Goya: yo lo vi», afirma. Aquella España de los 50, un país hundido, de ruinas, presentes el analfabetismo y la penuria. Fueron años llamados del hambre, con el mercado negro y el estraperlo, donde había dificultades para comprar antibióticos. En 1952 se eliminaron las cartillas de racionamiento, aunque no mejoró la baja calidad de los alimentos, en su mayor parte vendidos a granel, mientras los yogures se vendían en las farmacias. En esa época surge el llamado realismo social, movimiento correspondiente a la segunda generación, tras el tremendismo. También se la conoce como la Generación del medio siglo. Como novela precursora figura La colmena, de Camilo José Cela, aunque también hay que tener presentes La Noria, de Luis Romero; El camino, de Miguel Delibes y Las últimas horas, del autor José Suárez Carreño. La colmena fue editada inicialmente en Buenos Aires en 1951, no librándose de la censura del peronismo y no llegó a publicarse en España hasta cuatro años más tarde, debido también a la censura, La historia de la novela acontece en Madrid, en unos días de 1943, en plena postguerra.

En el realismo social nos encontramos protagonistas colectivos. De esta manera, el autor puede expresar un sentimiento de solidaridad hacia las clases más pobres y a su tiempo criticar cómo está estructurada. Existe también una crítica a la poca moral de la burguesía y la situación del proletariado. Hay un énfasis en la realidad de la época, un elemento contrapuesto al romanticismo. Lo fantástico queda relegado, buscando para ello personajes cercanos, situaciones creíbles marcando la realidad, a veces de una manera muy cruda. Los autores se basan en la sociedad española, que puede ser plasmada en libros de viaje, en el mundo rural y obrero urbano y en la vida burguesa, o en la Guerra Civil, siempre un tema subyacente que hay que tener en cuenta para interpretar correctamente las obras. Obras muchas veces encubiertas para esquivar la censura, ya mencionada en el caso concreto de La colmena. Otros autores del movimiento son: Rafael Sánchez Ferlosio, Gonzalo Torrente Ballester, Luis Goytisolo, Juan Marsé, Jean Benet e Ignacio Aldecoa. En el libro Últimas tardes con Teresa Juan Marsé escribe: “Con el tiempo, unos quedarán como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, generoso y hasta premiado con futuro político, y todos como lo que eran señoritos de mierda.”

La mujer no lo tuvo nada fácil. Relegada al papel de esposa y madre, cometido social de segunda clase. Las mujeres no podían trabajar cuando se casaban, a no ser que contasen con el permiso de su marido. No se les permitía abrir una cuenta, firmar un contrato o sacarse el pasaporte, si no contaban con su autorización. El adulterio las castigaba a ellas pero no al género masculino. Aunque perteneciente al Tremendismo, no puedo obviar a la autora Carmen Laforet. Con su primera novela, Nada, obtuvo el Premio Nadal. Tenía entonces 22 años. A pesar de retirarse del mundo literario de la época, de sus envidias, enemistades y rencillas, publicó otras novelas como La isla y los demonios o La mujer nueva. En el año 2003 se publicó Puedo contar contigo, la relación epistolar de Carmen y el escritor Ramón J. Sender, donde se refleja su dificultad de ser y escribir como mujer. De regreso al realismo social, otra mujer, Carmen Martín Gaite, publicó en 1955, su primera novela, El balneario, con el que obtuvo el Premio Café Gijón y dos años más tarde obtendría el Nadal con la novela Entre visillos. Escritora prolífica, magnífica ensayista y traductora (Rilke, Gustave Flaubert o Emily Brontë) también escribió teatro, A palo seco o La hermana pequeña para continuar con la narrativa con otras novelas como Las ataduras o Ritmo lento. “Las letras y los dibujos eran hermanos de padre y madre: el padre el lápiz afilado y la madre la imaginación”, escribió Martín Gaite. No menos importancia tiene la escritora Gloria Fuertes (merecedora de un estudio aparte), que escribió sus primeros poemas con catorce años y que junto a Adelaida Lasantas y María Dolores de Pablos fundó en 1951 el grupo femenino Versos con faldas. Gloria Fuertes trató, entre otros temas, la relación entre hombres y mujeres.

En el presente año (2020) ha muerto el escritor Antonio Ferres, uno de los pioneros del realismo social. Autor de La piqueta, con la que obtuvo un gran éxito, quedó desgraciadamente enclaustrado en esta corriente, denostada y denominada como “el realismo de la berza”. Aunque luego se acogiera al simbolismo y también escribiera novelas experimentales como En el segundo hemisferio y Ocho, siete, seis, que pasaron desapercibidos. Antonio Ferres, compañero, entre otros de Alfonso Grosso, García Hortelano o Ángel González fue profesor, ensayista y poeta. Ahora, tal vez, se descubran sus obras, como Las excursiones fúnebres o Memorias de un hombre perdido. Aunque no he mencionado a los poetas de la época, sí parafraseo unas palabras de José Manuel Caballero Bonald con respecto a la Promoción de los 50: “Qué más da si existió o no una promoción poética específica de aquellos años sin excusa: lo que de veras importa es que perduren unas personalidades aisladas. Y eso ya ha ocurrido.” Esas promociones de las que habla en su selección y edición Luis García Jambrina, recoge la poesía (de los 50 y los 60) de los poetas Ángel González, el citado José Manuel Caballero Bonald, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines y Claudio Rodríguez. Poetas que no tuvieron la conciencia de formar un grupo aparte ni bien definido, ni son los únicos destacables de su generación. Con el permiso de todos esos autores y autoras que me he dejado en el tintero, concluyo diciendo (o pensando) cómo pasaron aquellos años y cómo otros llegarán. Porque la historia, dicen, es siempre cíclica. Y de alguna manera, viajamos con retraso.

  Vitoria-Gasteiz, 15 de mayo de 2020

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