Literatura y el mar

Por Adolfo Marchena

Revista Literaria Galeradas. Literatura y el mar
Literatura y el mar

Borges, en su faceta como poeta, también dedicó un poema al mar, al igual que lo hicieran Benedetti, Federico García Lorca, Octavio Paz, Pablo Neruda y muchos otros autores. Cabe destacar La rima del anciano marinero, de Samuel Taylor Coleridge, uno de los poemas más emblemáticos de la lírica universal, un gran canto a las olas para sumergirse en el imaginario marítimo. «El mar es mi jardín», un verso de José Hierro que refleja su grandeza, su atracción y ese poder de seducción ante el ser humano. Un mar que esconde batallas, tesoros ocultos, tormentas devastadoras, fantasmas como el Holandés errante o naufragios. Esa inmensidad de agua que ha inspirado a tantos autores, un tema para miles de poetas y el escenario de muchísimas novelas y cuentos. Sófocles lo comparó con las mareas de la miseria humana, Jorge Manrique con la muerte y Baudelaire con una metáfora de nuestra soledad.

En la antigua Grecia se creía que la Tierra era un disco plano rodeado por un gran mar exterior, el Oceanus. Donde vivían toda clase de criaturas fantásticas, gobernadas por Poseidón, el dios del mar. A lo largo de los años el mar ha sido escenario de todo tipo de leyendas. Herman Melville escribió acerca de una ballena colosal el libro Moby Dick y Julio Verne, pionero de la literatura de ciencia ficción, lo hizo con 20000 leguas de viaje submarino, donde aparece un calamar gigante. Ovidio escribió que: «El hombre que ha experimentado un naufragio, se estremece incluso ante el mar en calma». En este sentido, Daniel Defoe narró la historia de un náufrago en Robinson Crusoe, considerada la primera novela inglesa. Una autobiografía ficticia donde un náufrago inglés pasa 28 años en una remota isla desierta. A Daniel Defoe se le considera también un pionero de la prensa económica. Por su parte Gabriel García Márquez escribió Relato de un náufrago. Alejado del realismo mágico, el escritor desempeñó su faceta más periodística, con esta novela corta basada en el hecho real de Luis Alejandro Velasco, quien naufragó en el Caribe durante diez días, tras el hundimiento de un buque que partió de Alabama a Colombia a mediados de los años 50 del siglo pasado. «No hay nada de lo que haya escrito que no esté en la realidad. Lo que hago es transmutar poéticamente la realidad. Mucha gente dice que tengo una gran imaginación, pero para los que viven en estos pueblos del Caribe saben que esa imaginación es la verdad de la realidad», escribió García Márquez respecto a la realidad y la ficción.

Tal vez las últimas gestas de los descubridores terminan con la conquista del Polo Sur por Amundsen en 1923 y la lucha por hollar el Everets, atribuida a Mallory, en 1924. El ser humano, entonces, parece abocado a otras metas, a otras aventuras o búsquedas interiores. El surgimiento de otra literatura, de otro tipo de género, si acaso de otra índole, bajo otras circunstancias. Como si todo fuese una repetición (algo cíclico) y, de alguna manera, nos quedara por abarcar, únicamente, el fondo submarino y la inmensidad del espacio, ese anticipo por parte del mencionado Julio Verne en la obra De la tierra a la luna. Olvidadas u obsoletas ya la colonización de nuevas tierras o la llamada Ruta de la Seda o esas batallas entre piratas o corsarios contra los grandes Imperios. «Siempre nos encontraremos a nosotros mismos en el mar», escribió E.E. Cummings quien parece hablar o mencionar esa lucha del hombre contra el pez en El viejo y el mar de Ernest Hemingway, quien dice: «El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel». Hemingway narra la historia de un viejo pescador cubano, Santiago, que sale a pescar en solitario. Una mañana consigue capturar un pez espada, pero su tamaño es tal que durante tres días y dos noches lucha con el animal casi hasta la muerte. En El mar, el mar, Iris Murdoch propone una excusa de la escritura para reflexionar sobre las vidas pasadas y futuras en una prosa filosófica y humorística que le valió su novela más celebrada. Erri de Luca, autor de Los peces no cierran los ojos nos dice: «En el mar no es como en el colegio, no hay profesores que valgan. Está el mar y estás tú. Y el mar no enseña nada, el mar hace, y a su manera».

En la mitología nórdica o escandinava se cree que las piedras solares guiaron a los marineros hacia América del Norte. La brújula magnética fue inventada en el siglo XIII. En el 98, Erik el Rojo, que había sido desterrado de Islandia, emprendió un viaje de exploración hacia la tierra mencionada por marinos y poetas. La Odisea, que narra la vuelta a casa tras la Guerra de Troya del héroe griego Odiseo, atribuida al poeta griego Homero, es junto a La Iliada, uno de los primeros textos de la épica grecolatina, y por tanto, de la literatura en Occidente. Mucho más tarde, siglos después, se escribieron obras como Las olas, de Virgina Woolf o Al faro, novela que se posicionó en la cumbre de la novela modernista que popularizaron escritores como James Joyce. La historia de una familia, los Ramsay y la transición de sus relaciones en una casa de verano de Escocia en los años 20. Un salto temporal entre la familia, el faro de la isla y en cierta medida, la guerra; El lobo de mar, de Jack London; Lord Jim, de Joseph Conrad o El espejo del mar, donde Conrad narra las crónicas que conforman el libro, vivencias marítimas que el autor vivió, primero como marinero en Francia y más adelante en la marina mercante británica, La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson o la Narración de Arthur Gordon, de Edgar Allan Poe o Maêlstrom, un cuento corto inspirado en el fenómeno de Maêlstrom, un remolino que se produce en las costas de Noruega. En el año 2014 se publicó una antología, Relatos de mar, de Colón a Hemingway, escrita por Marta Solis que incluye no sólo ficciones sino crónicas de aventuras auténticas.

Como escribiera Virginia Woolf: «¿Es éste el final de la historia? ¿Una especie de suspiro? ¿El último temblor de una ola?… Pero, si no hay historias, ¿qué final puede haber, qué principio?». Un viaje necesario para todo escritor, al margen del mar o no, cerca, muy cerca, en la visión o en la palabra, presintiendo acaso su cercanía y seducción, donde la estructura, o esa arquitectura que mencionara Gabriel García Márquez, se hace fundamental y necesaria en todo tipo de literatura. Porque la abstracción, incluso, requiere de armonía.

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