Por José María Risco Rojas.
La mujer ha estado y siempre estará en la historia de la humanidad, nunca estuvo fuera de la historia, ni de los acontecimientos históricos o hechos históricos. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en escritos tales como el antiguo testamento, el cual, como es sabido desciende de la tradición hebrea y sus textos sagrados; libros como los de Ruth, Judit o Esther nos confirman la presencia de la mujer en la historia.
La historia, es aquello que tiene continuidad en el tiempo, es decir, una concatenación de acontecimientos, de los sucesos por encima o por debajo de las divisiones cronologías. El pasado influye en el futuro, y lo condiciona y determina en cierta medida. (Fraile, 1956).
Lo que he querido exponer más arriba es que la mujer ha contribuido a la creación de la historia en sí mima, es decir, es consecuencia y generadora de ella. Pues como “ente”, lo cual es todo objeto que puede definirse su estatus existencial (Sánchez Meca, 2012), influye en esos acontecimientos que tienen repercusiones en el futuro y dotan a la historia de su continuidad, de su sentido y de su ser como tal.
El sujeto de la historia es el ser humano, sin distinción de género es la humanidad en toda su totalidad. Entonces, podemos preguntarnos: Si siempre estuvieron y estarán las mujeres en la historia; ¿cómo no hemos tenido noticias de ellas hasta bien entrada la humanidad en épocas más cercanas?
La respuesta puede tener muchísimas facetas, y puntos de vista, pero sin entrar en detalles, pues los detalles son las fuentes de las disertaciones, tal como nos expone Erasmo de Róterdam en “elogio a la locura” en referencia a los dialécticos y sofistas:
“Pase todavía que sean charlatanes, si no fuera tan reñidores, hasta el punto de que vienen al las manos por cualquier tontería, y muchas veces, mientras luchan <<la verdad se escapa a todos los combatientes>>” (Erasmus, 1508)
Por lo cual, sin entrar en detalle y siguiendo el consejo de Erasmo, concluiremos que la historia ha estado y (afortunadamente cada vez en menor medida) está dominada por el sexo masculino. Pero ello, no hace desaparecer la imagen de la mujer en la historia, y la historia a la que me gustaría hacer referencia es la historia de la filosofía.
Podemos encuentran escritos antiguos como los realizados por Jámbico, un filósofo neoplatónico sirio que vivió entre los años 270-310 d.C. (Sánchez Meca, 2012), el cual, expone en un catálogo referente a la escuela pitagórica los nombres de seguidores de dicha escuela, en el que ya aparecen el nombre de diecisiete mujeres pertenecientes a la escuela pitagórica (Fraile, 1956).
Esto nos demuestra como la mujer siempre ha estado hay, pero el ser de la historia como anteriormente expuse, es la humanidad, pero la humanidad, estaba dominada por el sexo masculino. Y como parte de la historia, la historia de la filosofía se vio aquejada del mismo mal.
Con estas líneas tampoco pretendo hacer un repaso de las filósofas a lo largo de la historia, pues es un trabajo que requeriría una edición enciclopedia completa. Ni tampoco expondré los nombres de las filósofas más conocidas, pues tampoco pretendo pecar de dejarme a ninguna de ellas en el tintero.
Con estas líneas lo único que he pretendido es hacer consciente a la humanidad de la importancia de la mujer en la historia, y en especial en la historia de la filosofía. A modo de ejemplo podría decir, que lo único que he hecho ha sido desempolvar un viejo libro sobre la historia de la mujer en la filosofía y dejo en otras manos su estudio y profundización, un mundo nuevo, una nueva forma de ver la historia de la filosofía está por delante.
Pues tratándose del día internacional de la mujer dejo estas palabras a modo de elogio y agradecimiento a todas y cada una de ellas.
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