Jesús A. Losana es escritor y columnista
Libertad: Preciada palabra que sale de lo más profundo de uno mismo y suena al derecho que te permite ser y comportarte como eres sin complejos de ningún ámbito… siempre que tu conducta no coarte ese derecho a otros.
Expresión: Vocablo que cuando lo escuchas, la mente lo relaciona con cultura, arte, pensamiento, ciencia y belleza.
Conjunto de dos palabras que a cualquier ciudadano le inspiran liberación interior, desahogo ideológico, libertad de pensamiento y, sobre todo, a derecho primordial de todo individuo.
Libertad que bien empleada y con respeto a quienes no comparten tu expresión, hace una sociedad más libre y con una gran diversidad de pensamiento del que se aprende bastante… si se sabe o se desea escuchar.
Acción que no se debería exigir, si no se está dispuesto a respetarla en el mismo grado personal en el que se reivindica.
Derecho tan deseado en otros tiempos, como instrumentalizado en el presente por grupos organizados que persiguen otros fines, avalados en esa libertad de expresión, a la que con sus actos la desprestigian e insultan.
Expresión leonina cuando la hacen suya los que impiden que el resto la puedan ejercer, porque choca con su ideología… o sus fines, enviando a sus voceros a acabar con ella por medio de la violencia, la descalificación y el miedo.
Derecho unidireccional e instrumentalizado que, dependiendo de lo que se piense, puede ser descalificable.
Me comentaba en una ocasión una persona muy cercana: «Si estas sentado en el salón de tu casa y escuchas sonidos de cascos de caballería en la calle podría ser una cebra, aunque lo más seguro es que fuera un caballo». A lo que le respondí, «efectivamente… a no ser que el dueño de la cebra quiera que sigas pensando que es un caballo».
¿Es lo que hay…?
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