Gurús, iluminados y santones

Revista Litetaria Galeradas. Nostradamus

Revista Litetaria Galeradas. NostradamusPor Luis Folgado de Torres

Las desgracias nunca vienen solas. A una pandemia atroz, como la que estamos viviendo unos y padeciendo otros, le han seguido casi de inmediato, toda una cáfila de gurús que solo han contribuido a generar confusión y hartazgo. Un fonendoscopio sobre los hombros es el único visado que se precisa para augurar toda suerte de cataclismos y culpar de todo esto a los unos y a los otros; los fabricantes de fonendos deben estar frotándose las manos.

Conviene estar sobre aviso: estos atinados gurús son los mismos que vaticinaron el fin del mundo según el calendario maya, el fin de la civilización tal y como la conocemos en el año 2000 ó la caída del capitalismo y la Iglesia católica. Son, además, descendientes directos de aquellos que, al salir de su primera sesión de cine, avisaron de la desaparición de los libros, aquellos que mientras escuchaban la radio preconizaban la extinción inminente de la prensa escrita y con la llegada de la televisión auguraron el achatarramiento de todos los aparatos de radio. Ninguno de los integrantes de esta nutrida dinastía —imaginamos que por modestia— nos avisó de la caída del Muro de Berlín o nos previno contra la crisis de 2008.

Especial mención merecen aquellos iluminados que dieron por muerto al libro en papel cuando vieron por primera vez un libro en formato digital. Cuidado con estos últimos porque siguen campando por tertulias televisivas y radiofónicas de todo el espectro nacional, prediciendo calamidades de todas clases.

Entre los nostradamus actuales uno tiene sus favoritos, faltaría más. Este Rasputín de las Cortes Españolas me tiene loco por sus grandes capacidades visionarias. El vicepresidente Iglesias no hace más que derribar estamentos arcaicos y desfasados que carecen de sentido en la actualidad. Al principio fue la Banca, pero como tuvo que pedirles a los de la Caja de Ingenieros unos dineros para la casita de La Navata, pues olvidó quemar sucursales y se dejó llevar por este capitalismo inhumano, al que derribará, sin duda, cuando haya acabado de pagar el chalé. Ahora le ha dado por socavar la institución monárquica española y no son pocos los acólitos que le siguen, bandera inconstitucional en ristre, por esta senda republicana, progresista, moderna, chupi y LGTBI. Y seguro que no lo hace para solapar, al menos en la prensa del pesebre progresista, las imputaciones judiciales que no le auguran nada bueno a él mismo.

Este Cuasimodo progre, adalid de flojos y maleantes, azote de ciudadanos de bien, me recuerda —no lo puedo evitar— a los frikis de la realidad virtual que se colocan unas gafas enormes para acabar dándole golpes a todo el mobiliario de la casa, mientras tratan de cazar monstruos que solo existen en su mente.

Después de ver las estadísticas de Tezanos, en las que apenas al 0,3% de la población le preocupa la monarquía, se me viene a la cabeza aquella frase fabulosa de La venganza de don Mendo, del genial Muñoz Seca: «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud».       

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