Ferrer-Dalmau y los idiotas

Revista Literaria Galeradas. Portada premio Hispania

Revista Literaria Galeradas. Portada premio HispaniaPor Luis Folgado de Torres, editor y escritor.

No hace tanto tiempo, necesité la lámina espectacular de un galeón español surcando las aguas del Atlántico, rumbo a América, para confeccionar la portada de un libro sobre la épica del fabuloso marino vasco Blas de Lezo, que iba a ser publicado bajo nuestro sello Ediciones Áltera. El único gran velero que encajaba con nuestra idea para esta portada era el de un lienzo de Augusto Ferrer-Dalmau que desafiaba, gallardo, las aguas atlánticas. Después de contactar con Augusto, el pintor nos complació plenamente permitiendo que aquel velero formara parte la obra como un párrafo más.

Más adelante, he tenido la oportunidad de profundizar en la obra del genial pintor catalán —frecuentando las librerías Tercios Viejos o Capitán Letras de Madrid— que me ha resultado fascinante porque nadie, hasta el momento, ha sabido fotografiar como él los momentos históricos más sobresalientes de nuestro país. Es como si los españoles hubiéramos descubierto la daguerrotipia en color hace muchos siglos y Ferrer-Dalmau hubiera estado, en persona, tomando instantáneas cuando Cabeza de Vaca llegó al Cañón del Colorado, los Tercios asaltaban Breda o Cortés entraba en México.

No hay ningún pintor, en este país y en todo el mundo, que sea capaz de plasmar los momentos históricos del modo en que lo hace Ferrer-Dalmau, hasta el punto en que el gobierno ruso se puso a la cola para solicitar lienzos sobre la estancia de sus tropas en el cercano oriente.

Ningún país del mundo tiene la fortuna de ver su historia en color como el nuestro y aquí está el problema. En España, en el momento en que alguien descolla en alguna actividad —que no sea el cante, el baile o el fútbol— la ha jodido. La relación de idiotas que se ponen contra la genialidad es tal que sería imposible enumerarlos a todos en un solo artículo y necesitaríamos las desaparecidas páginas amarillas para encuadrar el listado:

Los nacionalistas de todo pelaje estarán en contra de imágenes gloriosas de nuestra Historia (faltaría más), como si no fuera la suya. Como si Blas de Lezo no hubiera nacido en Pasajes o Cristóbal Colón no hubiera recalado en Barcelona tras el descubrimiento de América. Ya les pasó con Salvador Dalí, pintor venerado en todo el mundo y denostado en la tierra que lo vio nacer y morir.

La izquierda rancia y puritana, que ensalza a genocidas como Stalin, Mao, a torturadores como Castro o a tiranos de la calaña de Maduro, se mesa las barbas. Su fina piel no puede soportar, siquiera, el recuerdo de cómo los españoles colonizábamos un nuevo continente o poníamos en su sitio a las potencias europeas. 

En la parte alta de la pirámide de la estupidez se encuentran los revisionistas históricos de salón, esta progresía arribista que ensalza la colonización británica, ve los documentales de la BBC sobre la barbarie española en América y llora cuando contemplando cómo Cortés entra en México dentro de un cuadro de Ferrer-Dalmau, se tientan la ropa cuando llegan a sus oídos los éxitos de don Augusto y se van a las radios a proclamar que se cambien los nombres de las calles o se desentierren generales.

Ahora le llega el turno a esa máquina de censurar que es Facebook. Acaban de cercenar, según comentan algunos diarios, la cuenta del «pintor de batallas» y, dicen las malas lenguas, que es cosa de un grupo de presión que lo han denunciado por pintar Historia. Los amantes de la libertad de expresión de Facebook cada vez dan más miedo y nos recuerdan, a la perfección, las películas del futuro en las que la censura domina a la especie, en pos de unos ciudadanos que solo deben pensar la historia reconstruida.

Pero Cortés entró en México debajo de una armadura plateada, Cabeza de Vaca estuvo en el Gran Cañón y vivió con los indios de Norteamérica antes de descubrir las Cataratas de Iguazú, Valdivia tomó Chile con un puñado de hombres, los españoles desembarcaron en Alhucemas, Elcano fue el primer ser humano en dar la vuelta al mundo y Breda se rindió a los Tercios, si les gusta a sus detractores como si no. Porque Augusto Ferrer-Dalmau pinta el alma de la Historia, ni la crea ni la destruye; simplemente la deja sobre el lienzo para que todos la podamos conocer y, a lo mejor, para que estos idiotas reconozcan, de una vez, la grandeza de nuestros antepasados y se dejen de historias inventadas. 

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