Bajo el volcán, España en venta

 

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De entre los muchos problemas que aquejan a nuestro país, pienso que, en la medida en que transcurran los años, son dos los que más van a acuciar a nuestros hijos: uno, el cambio climático; el segundo, la despoblación del interior de España.

El primero requiera una solución global y, en vista de la miopía salvaje de los Trump y de quienes los sustentan, mucho nos tememos que la solución exija en el futuro muchos sacrificios, por más que el planeta tienda a regenerarse. El segundo, no cabe duda que se podría combatir con un poco de ingenio de nuestra clase política, pero, visto lo visto, mucho nos tememos que acabe pudriéndose, hasta que nos encontremos con una España irreconocible, con provincias prácticamente despobladas.

Los pueblos del interior se mueren; las aldeas agonizan; los caseríos expiran y, lo que antaño eran pequeños núcleos de población activos, hoy se han convertido en enclaves como Chernobil, donde los ancianos esperan tristemente la muerte, junto a unas cuantas familias que se resisten a emigrar y unos cuantos jóvenes que sólo sueñan con dar el salto a una ciudad grande en la que buscar un empleo, aunque sea de mileurista, renunciando a sus raíces y dejando los campos languidecer. Este fenómeno se ha agravado con la implantación de la universidad, que ha generado múltiples expectativas a menudo defraudadas. ¿Han pensado los miles de abogados, maestros y economistas que hay en nuestra región?

La falta de planificación y el fracaso ancestral de los Estudios de Formación Profesional son los polvos que han traído estos lodos. Lo que queda es la soledad. Ya lo cantaba hace años Serrat: «Encima de un barranco, duerme mi pueblo blanco…». La España rural se extiende como una mancha de aceite, mientras los jóvenes se desesperan en las ciudades tratando de obtener un puesto de trabajo, poniéndose al servicio de uno de esos jefes sin escrúpulos que te tienen toda la vida con la Espada de Damocles sobre la cabeza, por aquello de que despedir a un trabajador es hoy día, gracias a la maldita reforma laboral del PP, más fácil que pensarlo. ¡Quién iba a decir que esto es lo que nos iba a traer la democracia!

Consecuencia de este drama es la venta al por mayor de las aldeas, nuevo fenómeno que se puede consultar en aldeasabandonadas.com; de la misma forma que antaño se vendieron los retablos, los santos e incluso edificios nobles, piedra a piedra, hoy, aldeas con iglesia y todo, se empiezan a poner en venta en espera de que algún extranjero venga a darles vida. Y no nos extrañaría que, antes o después, por aquello de que en España siempre han inventado «ellos», que aconsejaba don Miguel de Unamuno, imitando al gran Voltaire, veamos uno de estos enclaves convertido en un glamuroso Ferney. Y para quien no lo sepa, lo explicaré. Un día, allá por 1760, Voltaire, harto de verse perseguido por los enemigos de la Enciclopedia y el Despotismo Ilustrado, se propuso, para ejemplo de la posteridad, llevar a la práctica sus tesis socioeconómicas. Eligió una pequeña aldea, cercana a Ginebra, miserable, plagada de mosquitos, pantanos y seres enfermos de paludismo, y, en muy pocos años, después de desecarlas, las terminó convirtiendo en un vergel, donde hizo florecer la agricultura, la ganadería y la industria. Hoy es un lugar hermoso, con la mansión que el filósofo se hizo construir en medio de la misma, y que no deja de producir asombro en el visitante. De todos modos, soy de los que piensan que «mucho tiene que correr un númida para coger a un romano» y nosotros, para nuestra desgracia, tenemos más de los primeros que de los segundos. Desde mi más tierna infancia, siempre he tenido presente la frase habitual en las familias de aquellos años: «Una buena colocación para mi hijo». Una vez que lo «colocabas», todo estaba resuelto y podías morir en paz. Amén.

Juan Bravo Castillo, escritor y director de la Revista Literaria Barquerola.

2 comentarios

  1. Tengo el libro de Jorge Pruneda, pero de Editorial Adarve, no de Ediciones Caudal. ¿Saben si es la misma edición o una edición nueva o ampliada? Editorial Adarve, 2018. El laberinto de la libélula. Gracias.

    • El que usted tiene es la primera edición, que se publicó en Editorial Adarve. El de Caudal es una 2ª edición, que se publicó a posteriori debido a su éxito de ventas. Ambas editoriales son del mismo grupo.

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