Entrevista a Waldemar Hermina

 

Nació en 1973 en Camuy, Puerto Rico. Cursó estudios de Educación en la Universidad de Puerto Rico y un Bachillerato en Artes. Además, ha cursado maestrías y post grados en Educación y Lenguaje. Actualmente, reside en la ciudad de Glendale, California, y trabaja como Profesor de Educación Física para el Distrito Escolar Unificado de la ciudad de Los Ángeles y para Los Ángeles City Community College. En el año 2013 autopublicó su primera novela, Al garete, la cual también ya ha sido traducida al inglés.

 

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Waldemar Hermina

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Una mujer, cuya vida sobre el suelo antillano culmina alargándose más allá de lo esperado, busca una explicación para el infortunio de vivir más que nadie. Presenció la emancipación de la esclavitud, la locomotora, el telégrafo, guerras mundiales y hasta el televisor, pero se siente abandonada por el tiempo y por la justicia divina. El rumor de su longevidad recorre los cuatro puntos cardinales hasta denominarla una «leyenda en vida» y, aunque aún vive sola, siempre tiene las atenciones de su nieta por elección. Juntas se encomiendan a descifrar el misterio de su longevidad, en un litoral invariable de gustos simples e ideas reaccionarias; un pueblo de pescadores y trabajadores de la caña en la costa atlántica de la menor de las Antillas Mayores, donde vivir bajo el dominio de otros imperios siempre ha sido el pan nuestro de cada día.

Entrevista a Waldemar Hermina, autor del libro muchos años de espera (Editorial Adarve, 2017). Novela de Realismo Mágico ganadora del premio nacional de novela (2018) que otorga cada año PEN Internacional de Puerto Rico.

Waldemar, ¿qué representa Estrella en la sociedad puertorriqueña?

Estrella es la esencia de la historia. Representa todo lo puertorriqueño, lo inverosímil, la esperanza de la gente, y al igual que su terruño, que lleva muchos años esperando a que sean otros quienes decidan su estatus político, ella también lleva tiempo esperando a que se le ponga fin a su longevidad. Estrella ha estado presente en el contorno de ese pueblito joven pero olvidado de la costa norte de la isla desde su fundación: ella es producto de la política colonialista y representa las tradiciones, el costumbrismo, las supersticiones y la influencia del fanatismo político y religioso en el diario vivir.

¿Pretendes, de alguna manera, reivindicar el desarrollo de un país que ha crecido bajo el dominio norteamericano?

Mi identidad caribeña siempre sale a la luz. Desde el lenguaje, la música y hasta el paladar siempre domina lo caribeño. La idiosincrasia boricua siempre produce ese cosquilleo que hierve la sangre de manera innata y no hay que estar en suelo boricua para experimentarlo. Soy defensor de la justicia social, y de forma indirecta y a través de las convicciones de los personajes se revela la influencia del estatus colonial de Puerto Rico en el diario vivir de la gente. La agenda colonialista americana se nutrió de la mentalidad insularista existente para adoctrinar al colonizado y enseñarlo a interpretar el mundo con la perspectiva de islita incapaz e impotente; como resumen cientos de miles de puertorriqueños a diario «sin los americanos no somos nadie». Esto se puede apreciar en un pasaje de la novela:

«El insularismo llevaba siglos incrustándose en sus genes, y sembrándose por todos los rincones de Borinquen Bella. Desde antes de nacer, ya lo servían con el café y en el arroz con habichuelas, y se lo habían dejado escrito en las décimas que cantaban en las parrandas y los aguinaldos de Navidad. Lo habían armonizado en las letras de los seis chorreaos y las bombas, y justificado y repetido en los sermones de las iglesias como algo necesario para poder vivir como Dios mandaba. El periódico lo imprimía con tinta casi a diario, y el gobierno lo promovía en sus altoparlantes como algo digno de la vida, de modo, que no tan solo lo llevaban en las venas por orden de sus ancestros, sino, que ya era parte de las cosas casuales del diario vivir. Influía la opinión, la percepción, y la identidad de la gente, y moldeaba el horizonte, las estaciones del año, la noche y el día. Se enfatizaba en las escuelas justo después memorizarse la cartilla fonética, se perpetuaba en las clases de historia y estudios sociales, y se actualizaba en la versión popular; la que resumía que en su mundo no había de otra». Siento que es mi compromiso retar dichas posturas.

El Realismo Mágico surge en Latinoamérica y ha sido el medio para retratar historias de denuncia social, política e incluso la interioridad del ser humano. ¿Por qué utilizas el Realismo Mágico para narrar Muchos años de espera?

El estilo de lo fantástico surge en mí de forma natural. Según mi hijo: exagero mucho. Me parece que esa narrativa que se esmera en describir y conectar esas realidades cotidianas con las connotaciones fantásticas de la misma realidad es el ingrediente que da fuerza a esta historia y, permite que sean los personajes quienes muestren o interpreten los hechos históricos y/o sean ellos quienes muestren o critiquen los asuntos que contribuyen al gran problema de Puerto Rico. De la misma forma le da esa oportunidad al lector para que sea quien le añada o le quite a la historia según la vaya analizando. Al momento, el puertorriqueñismo influye, guía y nutre lo que escribo. Aunque resido en la diáspora, me siento comprometido con los asuntos de nuestra isla. Trato de entrelazar lo que escribo para hilvanar la denuncia social de los sistemas que han ido convirtiendo la isla en un lugar donde cada año vive menos gente.

Tu primer libro, Al garete, ¿tiene alguna relación con Muchos años de espera?

La idea de escribir Muchos años de espera surgió cuando me embarqué en la última revisión de mi primera novela, Al garete. Mientras la leía por última vez pasé algún tiempo reflexionando sobre los personajes, en especial aquellos personajes que se hicieron viejos en Al garete, como el tío Arnaldo, o los que murieron de vejez, como Antonia de la Concordia y su esposo Juan —abuelos del personaje principal— y, visualicé sus vidas en aquellos años prósperos de su juventud. Poco a poco fui desarrollando el tema y entrelazando sus vidas con las leyendas, supersticiones y creencias del pueblo y, con los hechos históricos que precedieron la creación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Así es como surge Muchos años de espera. Al igual que Al garete, se basa en el mismo pueblo, pero unos cincuenta años antes. En Al garete menciono brevemente al personaje de Estrella del Mar, quien es ficticio, pero queda vinculado con la historia real de la fundadora del pueblo. Siento la necesidad de declarar que Antonia, personaje de ambas novelas, es un personaje construido con mi abuela materna en mente, quien murió en el 1985, y aunque me trae buenos recuerdos, también me produce una nostalgia inmensa. En Al garete, el día que terminé de redactar la historia de su muerte pasé la noche en vela.

 

 

Háblanos un poco de tu primer libro y de cómo surge Muchos años de espera.

Les aclaro que en el caribe se usa el término «al garete» para describir un reguero o desorden. Al garete es una historia trágica de la vida de Mario Quintanilla, un hombre común y corriente, nieto de Antonia de la Concordia (personaje de ambas novelas), quien opta por vivir su vida «al garete» y no aprende de sus errores. La narración se nutre de historia y ficción, y trata de rescatar relatos del pasado que reafirman la cultura y definen la identidad de un pueblo del noroeste de Puerto Rico. De forma indirecta, Mario representa los vaivenes de la vida de los puertorriqueños de los últimos 50 años. En Al garete se reviven muchos de los sucesos que transformaron la historia de la isla, huracanes, elecciones especiales para decidir el estatus, el narcotráfico, la crisis económica que auspició el cierre de manufacturas y empresas americanas, o sea la tragedia social, política y económica de una de las últimas colonias del planeta. Sin saberlo, Mario Quintanilla vive moldeado por las costumbres, lo miedos y las barreras de un pueblito costero y rural; sumergido en el fanatismo y el prejuicio que rige el diario vivir de su rincón caribeño. Crece en un pueblito que manufactura zapatos y calzoncillos, donde sus residentes aspiran al primer mundo, pero viven muy cómodos en el tercero, y se autodenominan nación cuando son hijos adoptivos de la república más poderosa del mundo. Al garete comienza por el final, justo con la procesión al cementerio donde los Quintanilla Rodríguez sepultan al protagonista bajo un sol candente en aquel verano del 2008, en el cual el desastre de la política de la isla es opacado en los periódicos por la dramática visita de la primaria de Barack Obama y Hillary Clinton a suelo boricua. Poco a poco se van dando a conocer las andanzas del protagonista y de la historia de las últimas cuatro décadas de su Islita. Los hechos históricos son un tanto irrelevantes para el protagonista, quien abandona desde muy temprano la alternativa de búsqueda de conocimiento, propósito y superación. Con los años, el peso de sus frustraciones se multiplica de manera exponencial y se agrava con el repertorio de malas decisiones que tomó en muchos momentos claves de su vida, lo que contribuye a que se embarque en un naufragio sin rumbo, donde navega a la deriva por el maretazo de la drogadicción y la miseria de la muerte en vida. La narración es amena, jocosa, trágica, existencialista y hasta cierto punto irreverente, e introduce personajes caribeños como su abuela Antonia, espiritista por convicción, su padre pelotero y estadista (aspira a que PR se convierta en el estado 51 de los EU), Merengue el dominicano puertorriqueñizado que regresó deshumanizado de Vietnam, Floro el santero newyorican (puertorriqueño nacido en Nueva York) determinado a conseguir con sus tambores la última teoría universal, la doñita Dolores ramera de hombres pero fiel servidora de la Virgen del Carmen, el tío Arnaldo el mejor casanova del barrio latino del Bronx, y Miguel el enfermero homosexual que viaja el mundo conociendo los monumentos megalíticos de la humanidad.

¿Cómo llegas a PEN?

Me topé en las redes sociales con el anuncio de la invitación a participar en los premios anuales de libros del PEN de Puerto Rico. Envié las copias. Esperé varios meses hasta que pocos días antes de la ceremonia me llegó por correspondencia que quedaba cordialmente invitado a la ceremonia, la cual se llevaría a cabo viernes 13 de diciembre en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe en el Viejo San Juan. En realidad, soy el único de mi familia que reside en California y no podía estar presente: había recibido la noticia con tan solo cuatro días de anticipación y la vía más directa entre Los Ángeles y San Juan toma muchas horas. Consulté con mi hermana para que asistiera y ella tenía un compromiso. Le hablé a mi hermano y, dijo; «ni modo; allí estaré». Yo hubiese querido estar presente, pero dicho viernes volaba con mi hijo a Miami donde nos encontraríamos el domingo con mi hermana, hermano y familia de Puerto Rico para viajar a La Habana. Literalmente, mientras otorgaban el premio yo andaba montado en un avión.

Cuéntanos acerca de tu experiencia como ganador del Concurso.

Bueno pues una sorpresa sumamente grata. De esas que a veces sueñas, pero que dudas que se puedan materializar. Esto de escribir es algo que se lleva a cabo en solitario; como un secreto que se guarda con anhelo y una vez se comparte queda a la deriva, a la espera de que surja un milagro y lo rescaten del anonimato. Desde el principio han predominado las dudas. ¿Gustará? ¿Valdrá la pena? ¿Será apropiado? ¿Me habré pasado de la raya? Le volví hablar a mi hermano y le dije: «chico, esto parece que va en serio. Me han escrito varias veces que sería genial si llega alguien de la familia a la ceremonia, y necesitan que se identifique como mi representante al llegar a la actividad». Llegar no le fue fácil. Mi hermano trabaja bastante lejos de San Juan. La ceremonia estaba programada para las 6:30 pm y él apenas cerró su oficina a las 5:00 pm., pero al menos llegó. No le dio tiempo de registrarse y cuando dieron el premio y llamaron a Waldemar Hermina se levantó y subió a recibirlo. Profesores, escritores y editores todos ansiosos de conocer al nuevo escritor clavaron sus ojos en aquel individuo enchaquetado que nunca habían visto. Tomó el micrófono y dijo: «Buenas noches; bueno pues, como han dicho el premio se lo ha ganado Waldemar, pero ese no soy yo. Él es mi hermano…». Me enteré de lo sucedido horas después cuando aterrizó el avión y vi el mensaje en el teléfono. Mi hijo Andrés y yo nos echamos a reír como dos bobos, solitos en el terminal. La novela de un desconocido ganadora por decisión unánime. A partir de ese momento he dado varias entrevistas, fui invitado a un programa de radio para dialogar sobre los libros y participé en una tertulia literaria en mi pueblo natal.

¿Tienes pensado publicar otro libro? ¿Nos puedes adelantar algo?

En la actualidad, llevo tiempo escribiendo mi tercer libro, el cual espero terminar antes de que acabe el 2019. Desde que llegué de Puerto Rico hace dos semanas me he enfocado en la escritura y lo llevo a buen ritmo. Me preguntaron en una tertulia en Puerto Rico: «¿Cuál es tu audiencia?». Le contesté que trato de escribir lo que a mí me gustaría leer. Este tercer libro me gusta mucho, pero admito que el estilo ha sido un reto. Por ahí va y pienso que vale la pena. ¿De dónde surge la historia de ese tercer libro? En Muchos años de espera hay un personaje llamado Tranquilino, dueño de una pensión donde se alberga un comerciante español que aparece un fin de semana de fiestas a vender pociones y ungüentos, pero también interesado en conocer a la leyenda en vida de Estrella del Mar y usarla como estrategia de mercadeo. Llevo tiempo redactando la historia sobre Tranquilino, quien ya de anciano y viudo, decepcionado por el fracaso estadista, abrumado por la debacle que dejó el monstruo del huracán María, y motivado por la historia de su inquilino perene —un norteamericano a quien nunca le ha escuchado decir una palabra, solo conoce como Smith y vive en lo más olvidado del olvido—, decide marcharse de su amada isla en un intento por tachar todas las cuentas de su vida y entregarse al olvido. ¿Qué sucede con Tranquilino en la tierra de sus ídolos? ¿Cuál es el misterio del señor Smith? Que lo descubra el lector.

Por último, Puerto Rico está viviendo una importante revolución social y política. ¿Cuál es tu visión al respecto?

Con orgullo les cuento que hice acto de presencia en la marcha histórica del 22 de Julio frente a Plaza de Las Américas. Fui uno de los 650.000 que bailó y cantó al ritmo de la Plena boricua en la autopista. Por años, los activistas puertorriqueños gritaban: «despierta boricua» y para el asombro de todos, el boricua despertó. Estos Millenials se han convertido en la generación del «yo no me dejo». Por más de cincuenta años en Puerto Rico se fomentó la identidad de la dependencia. Las marionetas del poder político arrimados en dos bandos: El Partido Popular Democrático (los rojos) en su afán por mantener su Estado Libre Asociado con los americanos, y el Partido Nuevo Progresista (los azules), quienes añoran la unión permanente: convertirse en el estado 51 de la nación americana. Ambos ideales parecen sufrir fallo cardíaco y no hay desfibrilador que los resucite. Por décadas la política de miedo, la demagogia y la desinformación deambuló a sus anchas por los cuatro puntos cardinales de la Isla, suprimiendo —con la ayuda de la mano dura del imperio— todos los ideales que contrarrestaran dichas posturas. Crecimos repitiendo los estribillos que nos prepararon para que difundiéramos desinformación y, los defendíamos como la única verdad. Nos forjaron el diario vivir dentro de una burbuja donde el miedo reinaba supremo y se cultivaba un sentido de inferioridad que se resume en: «no me lo merezco». Enhorabuena, la información ha ido triunfando y el pueblo se ha ido desligando del miedo a favor del libre pensamiento, lo cual ha dejado al descubierto que los líderes de ambos partidos fueron marionetas del neoliberalismo norteamericano. Ese sistema extrajo lo más que pudo de la isla y sus isleños y, cuando los rojos y azules pidieron algo mejor a cambio Washington les obsequió más austeridad. La Isla ahogándose con una deuda impagable y sin opciones legales (por ser territorio anexado) para re-estructurarla, a lo que Washington respondió imponiendo una junta de control fiscal que maneje la deuda y supervise las decisiones del gobierno por siete años. Eventualmente, la austeridad, la corrupción interna auspiciada por una gran partida de cabilderos y políticos que solo velan por intereses especiales y/o personales y, la falta de respeto al ciudadano hizo que un mar de gente se tirara a la calle a exigir justicia. La protesta de julio nos da la esperanza de que Puerto Rico se encuentra en un momento histórico y decidido a derrocar a los rojos y azules en las elecciones del 2020. El pueblo quiere caras nuevas en el gobierno que usen el poder para defender el bienestar de los ciudadanos y no los intereses de ese capitalismo desalmado que tiró la isla al abismo. El pueblo quiere transparencia y que se vaya la junta.

 

Ana B. Villamor, Revista Galeradas

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