Entrevista a Jesús María García Albi, ganador del I Premio Arquero de Plata, categoría Ficción histórica

Francisco Núñez, ganador del Premio Hispania de Novela Histórica 2018, junto a Jesús M. García Albi

Hemos querido entrevistar a cada uno de los ganadores del I Premio Arquero de Plata convocado por Editorial Adarve. En esta ocasión, Jesús María García Albi, ganador en la categoría de Ficción histórica con su novela El hípster de la corte del Emperador, nos cuenta su experiencia.

Jesús, sabemos que como autor has ganado el V Concurso de Microrrelatos de Destino Placer en 2012. Cuéntanos un poco acerca de esta experiencia.

El escribir un relato erótico era uno de los retos que siempre me había planteado. Ello era debido a que muchos escritos con esta temática suelen caer, con demasiada frecuencia según mi forma de ver, en chabacanería y mal gusto. Estaba dispuesto a demostrar que no tenía por qué ser así. Y creo que lo conseguí. Me sentí muy satisfecho de que mi primer premio literario fuera con ese tema. Que además fuera un microrrelato, también fue una prueba para mí de que «me lío como la pata de un romano».

Hemos leído tu currículum y hemos visto que eres Ingeniero industrial. ¿Cómo terminas escribiendo poesía y novela?

Más bien diría que empecé a escribir en verso y en prosa antes de ser Ingeniero Industrial. A los diez años escribí mi primera poesía, un romance, cómo no. Luego, vistiendo aún pantalón corto, me presenté a varios concursos de relato y llegué a escribir dos novelas policíacas de las que a mí me gustan, de esas en las que no se sabe quién es el malo hasta el final, que han quedado en su manuscrito original, un bloc cuadriculado de gusanillo metálico.

Durante «la época dura» de la carrera y de la vida laboral plagada de viajes, dejé un tanto aparcada la escritura. Luego retomé la pluma con mayor dedicación. Desde 1982 felicito a familiares y amigos cercanos con un cuento de Navidad. Empecé con una cara manuscrita y fotocopiada. Ahora son cuatro caras a ordenador. En la actualidad escribo todos los días unas tres horas en vez de ver la televisión después de cenar. De acuerdo con Don Camilo, creo que es fundamental dicha perseverancia. Él escribía a mano, yo uso un ordenador portátil. Me facilita mucho el escribir, almacenar, recortar, corregir… aunque alguna vez he borrado, por torpe, lo que no quería. Y al volverlo a escribir nunca sale igual. ¿Mejor, peor?

Nos han contado también que gozas de fama de escritor entre tus cercanos. ¿Siempre les estás enviando nuevos relatos? ¿Qué esperas de ello?

Por una parte, mantengo un contacto más intenso con mis «sufridores», que es algo que valoro muchísimo. Por otra, sus críticas, bastante constructivas, me sirven para mejorar mi estilo y rectificar errores. ¡Ay, los hubiera y habría! Y en algunos casos he logrado que vuelvan a retomar la sana costumbre de leer e incluso escribir, aunque estos son bastantes menos, pero los hay. Y a veces me sugieren ideas para nuevos textos. El único escrito «escatológico»” mío fue al final de una cena con unos amigos; «¿a que no eres capaz de escribir un relato sobre…?», ¡y buenos somos los de Bilbao a la hora de que nos reten!

Hace algunos días se llevó a cabo la entrega del I Premio Arquero de Plata de Editorial Adarve, del cual te hiciste acreedor en la categoría de Ficción histórica. ¿Esperabas que tu libro pudiese resultar ganador? ¿Cuáles son tus apreciaciones luego de esta gran noticia?

Con total sinceridad, estaba convencido de que el Premio iba a ser para mí. Soy muy intuitivo y tuve esa percepción íntima desde el mismo momento en que supe que estaba seleccionado. Tal es así que preparé unas palabras de agradecimiento días antes. Dejé escrito un «emilio» para enviar a mis seguidores en cuanto volviera a casa, ganador. Y después de sacar a pasear a un parque a Noa, una perra labrador negra preciosa que tenemos, a las dieciséis horas del día de la proclamación de premios, metí una botella de cava en la nevera para brindar al regreso. Y también había recibido una apreciación muy valiosa para mí. Un compañero de colegio de Bilbao, al que mando mis escritos y posee una biblioteca particular de unos cinco mil volúmenes —leídos todos—, me dijo que no creía que mis competidores pudieran ganarme, aún sin haber leído sus obras. Con todos estos elementos y «sin tener abuela» me veía de Arquero de Plata, que en el Siglo XXI es todo un lujo.

Y me siento así, como en una nube a la que nunca imaginé que llegaría y al sentirme acompañado por la familia y amigos ya ¡para qué contar!

García Albi durante su discurso de agradecimiento

Tu novela, El hípster de la Corte del Emperador, es muy curiosa. Es inevitable preguntarse qué hace un hípster en el siglo XVI. ¿Cómo se te ocurre esta gran idea?

Las «grandes ideas» (gracias por el piropo) muchas veces nacen de pequeños detalles, y esta es una de ellas. A principios del verano de 2016, un sobrino-nieto me enseñó una «bici» en Fuente Olmedo, pueblo de Valladolid donde tienen los amables lectores su casa, y me dijo: «¿Tío, has visto qué bicicleta más hípster?», iba adornada de cintas y colores. Nunca la hubiese yo denominado así, pero si él lo creía… Y me quedé con la palabra, no muy usual, en la memoria en vez de borrarla. A finales de ese mismo verano, una amiga —a la que había conocido por medio de una poesía mía editada— estaba con su marido en Berlín visitando una galería de arte. Se le ocurrió sacar una foto a un cuadro, anónimo, datado en el Siglo XVI y me la mandó por Internet con una pregunta: «¿No crees que podría tratarse de un hípster de la época?». Por supuesto, esta amiga y mi sobrino no se conocían ni sabían nada del hípster. Me quedé mirando el cuadro y le pregunté si era un hípster y entendí que me respondía que sí. Y de ahí partió todo. Las dos personas que promovieron mi escrito son las que aparecen al comienzo de mi libro. Qué menos, ¿no? Y el hípster, haciendo honor a su condición, me ha llevado… sí, digo bien, me ha llevado a conocer al mayor Emperador de todos los tiempos desde su lado más íntimo, sin politiqueos, batallas, ni rencillas. Sin «citas» históricas que acaban haciendo algo pesadas novelas de este tipo. Creo, con absoluta sinceridad y humildad, que vale la pena conocer a estos amigos «de toda la vida». 

Entre los nominados se encontraban otras novelas que han tenido muy buena acogida por parte de los lectores. ¿Conocías a tus contrincantes antes de la entrega de premios?

Sinceramente, no tengo el gusto de conocerlos pero, por supuesto, me gustaría hacerlo. Cuanta más gente de valía conoces, más te enriqueces, y no dudo de que lo sean. En caso contrario, no habrían llegado a la final y les doy la enhorabuena por ello. Han tenido la mala suerte de tropezarse con el hípster, que les ha privado de su merecido galardón.

¿Has leído alguna de las obras? ¿Qué te han parecido?

Mea culpa, pero pienso hacerlo. Tengo por delante de ellos varios libros y, debido a mis escasos ratos de escritura, digamos que progreso «lenta y adecuadamente» en las lecturas, pero no me da la vida. Le dedico mucho más a la escritura. Ya tengo in mente el Cuento de Navidad de este año. Me intriga saber a quiénes ha ganado el hípster quien, por cierto, se llama Josef en honor de José Ramón, el marido de la amiga que me envió la foto y que se nos ha ido «al otro lado» antes de tiempo, sin nuestro permiso. Así lo sentimos más cerca.

Por último, ¿algo que quisieras agregar, decirle a nuestros lectores?

Que lean, no solo esta novela premiada y las tres anteriores editadas, por supuesto. Que la lectura nos hace libres, nos hace viajar sin movernos de casa o del metro o del cercanías. Que siempre aprenderemos algo más o recordaremos aquello que nos ilusionó un día y ahora teníamos arrumbado en un rincón de nuestra mente. Recordar es vivir dos veces.

Y que sean más osados, que escriban, se sentirán reconfortados. Gracias a una sobrina nieta y a mis Cuentos de Navidad, que algunos reflejan navidades vividas por la familia, en el 2018 he escrito Los García Albi, anécdotas y vivencias de la familia que, si no las llego a escribir, se perderían. Son 327 páginas en formato libro que he editado y regalado a la familia. No, no posee árbol genealógico, algo que al final no nos dice mucho, desde mi punto de vista. Es más cercano contar aquel regalo de los Reyes Magos que recibí en casa de mis abuelos con cinco años que jamás he olvidado o el que tuve al terminar la carrera, que había pedido año tras año: ¡Un Scalextric! O hablar de las novias de mis hermanos, o de las paellas en…

Ahí os dejo, pacientes lectores que me habéis aguantado «el rollo», esta idea que podéis llevar a cabo, que las generaciones venideras os agradecerán y vosotros, desde donde quiera que estéis, sonreiréis ufanos, como sé que lo haré yo en su día, que espero sea lejano. No la echéis en saco roto. Todo es empezar. Tampoco la cronología es importante, lo que podría desmotivar a más de uno. Dejad que fluyan vuestros recuerdos y plasmadlos. Os asombraréis al ver que es más fácil de lo que puede parecer.

Y, para terminar, deciros que cuando me editen los siguientes libros, porque estoy seguro de que los habrá, tengáis a bien leerme. Ese será mi mayor premio.

Un abrazo a todos y muchísimas gracias a la Revista Galeradas por esta entrevista tan amena.

Revista Galeradas

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