Por Juan Alberto Campoy Cervera
Reza un conocido proverbio chino: «cuando el dedo apunta a la luna, el idiota mira el dedo». Yo, sin embargo, creo que el idiota es el que mira la Luna. O dicho más precisamente: el que solo mira la luna. Tanto o más importante que fijarse en ella, es fijarse en el dedo que la apunta. No solo en el dedo. También conviene estar atentos a cualquier cosa que haga o pueda hacer nuestro «apuntador de lunas». Preguntémonos: ¿Por qué quiere este hombre que miremos la Luna? ¿Qué pretende? ¿No tratará de distraernos? ¿Qué quiere de nosotros? ¿No querrá engañarnos mientras nos quedamos alelados contemplando a nuestro pequeño y romántico satélite? ¿No estará utilizando la conocida técnica del prestidigitador, que hace que el público vuelque su atención en las maniobras de una de sus manos, mientras con la otra realiza el truco?
En febrero de 1933 el Parlamento alemán fue devorado por las llamas. Los nazis pusieron mucho interés en que el pueblo alemán se fijara en el pavoroso incendio, para, acto seguido, acusar a los comunistas de su autoría y combatirlos despiadadamente. Mientras focalizaban su atención en tan dramático suceso, los alemanes se olvidaban de preguntarse quien había sido su verdadero autor. Muchos años antes, en julio del año 64, Nerón había utilizado otro incendio, el incendio de Roma, para perseguir con saña a los cristianos, tras acusarlos de su autoría. La gran mayoría de los historiadores sostienen, hoy en día, que ambos incendios se gestaron desde las mismas entrañas del poder: el Partido Nacional Socialista y el emperador de Roma.
Dejar una contestacion