Auge y caída de las revistas literarias

Auge y caída de las revistas literarias

Por Adolfo Marchena

Auge y caída de las revistas literariasA pesar de que Cernuda las descalificó, opinando sobre ellas que: Las revistas no son sino reductos de polizontes literarios, las revistas literarias han sido esenciales para obtener una visión realista del panorama creativo de cada momento histórico. No son solamente espacios de experimentación de la escritura y sus estilos, sino que además son alternativas para la difusión de ideas y manifiestos tanto políticos como culturales. Los movimientos dadá y surrealista son impensables sin las revistas. Muchos autores han recurrido y continúan haciéndolo, a estas publicaciones, como vehículo para fomentar la crítica, el análisis o el intercambio de ideas. Aunque fue a principios del Siglo XX cuando eclosionaron las revistas literarias, ya en 1862, en Sevilla, se forjó España Literaria, revista publicada durante el reinado de Isabel II, que incluía estudios críticos y literarios, crónicas, poesías y otras novedades. Cervantes (Órgano de los Cervantistas Españoles) surgió en Madrid en 1876, bajo la dirección de Manuel Tello Amondareyn y La Patria de Cervantes nació en Bilbao, en 1900, siendo una de las primeras revistas en introducir narraciones detectivescas por entregas donde incluyeron, también, piezas humorísticas y gráficas.

Fueron numerosas las revistas literarias que surgieron a comienzos del Siglo XX: La Lectura, revista fundada y dirigida por Francisco Acebal, con clara orientación a la “alta cultura”, con colaboradores de la talla de Unamuno, lo haría en Madrid en 1901; La Alhambra surgió en 1907, dedicada a las artes y las letras y centrada especialmente en Andalucía; Prisma, Revista internacional de poesía, surgió en 1922 en Barcelona y fue dirigida desde París por el poeta mexicano Rafael Lozano; en 1923 daría su pistoletazo de salida Revista de Occidente, fundada y dirigida por José Ortega y Gasset. Esta revista jugó un papel clave en la cultura y filosofía española. La Revista Litoral inició su andadura en 1926. Fundada en Málaga, jugó un papel decisivo en la formación de la Generación del 27. Otra revista que sirvió de plataforma para esta Generación fue La Gaceta Literaria, editada en Madrid entre 1927 y 1932. Fundada por Ernesto Giménez Caballero tuvo una periodicidad quincenal y llegó a editar 123 números. En sus páginas colaboraron escritores como Rafael Alberti, José Bergamín, Francisco Ayala o Federico García Lorca. En las siguientes décadas, hasta 1975 surgieron muchísimas revistas como: Corcel, Espadaña, Postismo, La cerbatana, Cuadernos Hispanoamericanos, Platero, La Calandria, Acento, Ínsula, Cántico, Peña Labra, Tragaluz, Antorcha de paja o La Estafeta Literaria.

Dijo Jorge Luis Borges que: La única manera de hacer una revista es que unos jóvenes amen o detesten algo con pasión. Lo otro es una antología. Y Guillermo de Torre (Campo de Agramante) afirmó que: en el principio fue la Revista. A partir de 1975, con la restauración de la democracia, rara fue la ciudad que no tuvo su revista literaria. Citaré algunas como: Renacimiento, Fin de Siglo, Cuadernos del Norte, Quimera, Barcarola o Turia. El gran boom, antes de la llegada del internet, se produjo entre la década de los 90 del siglo pasado y comienzos del 2000. Sirva como ejemplo la provincia de Huelva que, entre los años 1992 y 2007, vio nacer más de una docena de revistas literarias en papel: Volandas, Condados de Niebla, Océano, Hojas Nuevas, Sin Embargo, Aullido, La Palmera, Tranvía, El Imperiódico, La cinta de Moebius Chichimeca, El Botellón literario, Pérez, Pomada, Solera o Nerva. Cito otras, al vuelo, como la bejarana Los Cuadernos del Sornabique, dirigida por Luis Felipe comendador; los Cuadernos del Matemático, creada y dirigida en Getafe, en 1988, por Ezequías Blanco; la bilbaína Zurgai, creada en 1979 con un carácter colectivo hasta que en 1988 pasó a dirigirla el escritor Pablo González de Langarika o la pamplonesa Río Arga (1976), por cuyas páginas han pasado autores como Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Gabriel Celaya, Ana María Navales o Guido Garafi.

Movimientos como el mencionado surrealismo no hubieran podido desarrollarse sin la existencia de revistas literarias. Destacan la pionera Littérature, La Révolution Surréaliste (justamente considerada “la revista surrealista por excelencia”) y L’Archibras. Entre las revistas surrealistas o en que colaboraron plenamente los surrealistas se encuentran, además de las anteriormente citadas: Le Surréalisme au service de la Révolution, Minotaure, La Main à Plume, Le Ciel Bleu o La Brèche. La mencionada Minotaure sólo existió seis años, pero todavía se considera una de las publicaciones más relevantes de todos los tiempos a nivel artístico así como un reflejo de la sociedad cambiante. El primer número se publicó el 25 de mayo de 1933 con una portada diseñada por Picasso. En sus páginas se aglutinaba principalmente el arte de la época pero también dedicaba espacio a la literatura y a la ciencia. También servía como tablón de anuncios, foro de pensadores y debate público entre personalidades. Se publicaron un total de 13 números y, además de Picasso, firmaron las portadas artistas como Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Henri Matisse, René Magritte o Diego Rivera.

Las revistas, por lo general, solían gestionarse de una manera aficionada, su distribución era mala y se añadía el problema de facturación con las librerías, muchas de las cuales no aceptaban este tipo de publicaciones (daban trabajo y no eran rentables). A todo esto hay que añadir lo incierto de su continuidad. Muchas publicaciones no pasaron del número uno. La llegada de internet supuso, definitivamente, el final de muchas revistas literarias en formato papel. Algo que desencadenó una avalancha de blogs, bitácoras, revistas digitales y, en definitiva, todo aquello susceptible de acogerse al texto, y también a la fotografía. La digitalización redujo el coste de distribución y también lo simplificó. Las herramientas, qué duda cabe, eran y son otras. ¿De qué manera ha influido internet en la industria cultural? El tema, desde luego, es laborioso y complejo e, inevitablemente, encontraremos defensores y detractores. A pesar de todo, algunas revistas impresas han logrado sobrevivir, como Turia o la barcelonesa Quimera. Puede que John Steinbeck lo resumiera en la obra Al este del Edén, cuando afirma: Y finalmente, llega la cultura que consiste en distracciones, descanso y medios para evadirse del dolor de vivir. Comparativas y repercusión que habrán de llegar, más adelante, junto a esa inevitable nostalgia, en algunos casos, oportuna y necesaria.

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