130 pulsaciones

Revista Literaria Galeradas. 130 Pulsaciones

Revista Literaria Galeradas. 130 PulsacionesALFONSO PASCAL ROS

130 Pulsaciones

(Antología poética 1985-2020)

Editorial Celya

 

Por Adolfo Marchena

 

El poeta Alfonso Pascal Ros nos propone la lectura de 130 poemas que son Pulsaciones en un recorrido que abarca 35 años de poesía, vivencias, encuentros, ausencias y posibles desencantos. De nuevo, como suele ser habitual en él, se trata de un salto al vacío, donde no le ampara ninguna red protectora. Nos ofrece, sin temor alguno, su sed, su hambre y su palabra jamás encorsetada ni disfrazada bajo manga de tahúres insignes. Porque, como dice en el poema La primera cita (pág. 67): “He aprendido tres versos de memoria / por si me quedo en blanco.” La portada del libro, nos muestra el asiento metálico de un columpio de hierro de una época lejana. El primer enganche con esa plataforma que nos servía para impulsarnos, sujeto por una gruesa cadena que luego se difumina, y al fondo queda como una caricia o el propósito de lo incierto, queda la sensación del frío. Frente a la certeza de que, en nuestras manos, lo que sostenemos, no siempre acaba cayendo o se nos pierde. En el poema yo también vi comerse un bocadillo a strehler, el poeta nos dice (y se dice): “ahí había un poema me dije / y hasta hoy / lo apunté por algún sitio / aquí hay un poema Alfonso…” Escrito, sí, en minúscula.

A modo de prólogo, titulado Cartas boca arriba, firmado por el escritor y editor J. Gonper, este nos introduce, con acertada intuición, en los poemas donde el propio J. Gonper confiesa que le hubiera gustado participar de la gestión (el deshoje), la selección de los poemas que componen el libro, formando un “almacén de versos.” Entra, después, en escena, Alfonso Pascal Ros con Yo me columpio solo o 284 palabras liminares. El poeta, fiel a su estilo y manera de ver y observar las cosas, se mantiene y se muestra firme frente al encuentro y el desencuentro; al encanto y el desencanto de la vida y su propósito, sus trampas, también. Ajeno a todo coloquio que implique sectarismo, huyendo de todo lo gregario (también lo menciona J. Gonper), aunque uno se vea solo, pero satisfecho y conforme con la pausa de la vida y su continuidad, después del trance. La vida como la planteamos, cada uno, y no como nos la plantean, desde fuera. Podría, por mi parte, indagar y escribir sobre el autor, persona, idea y carne, cuando nos conocimos, allá por la década de los 90 del siglo pasado. Ya, entonces, el yo de Alfonso buscaba en el ser (el otro) complicidad y ternura, jamás el desvarío de una civilización que continuamente hace aguas. Esta es también la poesía de Alfonso Pascal Ros, sus 130 Pulsaciones. Resulta muy significativo el título del primer poema de la antología, Todos mis versos han sido escritos de antemano (pág. 15).

Alfonso Pascal Ros, se me antoja, es un francotirador de la palabra. Siempre apuntando y escribiendo (rehuyendo el disparo, sin embargo) con precisión. Sus versos fluyen con la mirada limpia y el engranaje perfecto, o casi, ya que lo perfecto, dicen, no existe. Sus poemas son de aire y de tierra, también de mar; son alquimia. No teme decir o nombrar las cosas que son, las que hieren u otorgan, las que imaginamos y las que pudieran ser. Suelo buscar (casi siempre) la musicalidad de los textos, sea en narrativa o en verso. En definitiva, en la palabra. En el poema Dominios del dragón (pág. 147) escribe: “y digo la verdad cuando me dejan / la noche que crecí noches enteras/ en el error terrible de la infancia…” Sólo en estos tres versos encuentro la melodía que, a lo largo del libro, el poeta nos transmite, sin enmascarar el ritmo y la armonía. Sin chirridos. Sin miedos ni cortafuegos. Por sus páginas desfila la música de nuestra juventud y la de nuestra madurez, y en medio, el camino. Sin embargo, aún queda mucho recorrido, algo que Alfonso no niega. Porque, como concluye el poema parentesco del hombre (pág. 97) nos dice: “sin reparar que el tiempo / la última glaciación / se nos echaba encima.” Sutilidad profética que no ha abandonado la poesía de este autor de Pamplona (1965), que no ha dejado de escribir (dejando escribir) todo tipo de género literario. La música, decía, nos acompaña en una largo y extendido solo, donde Alfonso Pascal Ros, virtuoso en ese arte que es sobrevivir, nos cuestiona, como en el poema soledad b (Pág. 81), que: “te puedo dar un abrazo de verdad no sé dar otros / no sé si eso valdrá para salvarte” Añadir que en el escenario el único superviviente es el autor, capaz, con su verdad o su enfoque, de trasladarte a otros parajes, a otras islas, que diría el propio autor.

Santiago J. Navarro (Diario de Noticias) escribe en la contraportada un breve texto con el título Figuras propias y universales. De igual modo, también, añado o confirmo que Alfonso nos traslada a infinitos parajes (como he dicho), incluyendo ese mundo onírico, que pudiera ser el de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas. Su poesía, por otra parte, no siempre es amable. Entiéndanme, como buen francotirador, su palabra certera también nos sujeta por la yugular para decirnos que no todo es agradable y que no siempre nos venden (aunque se oferten) ni nos dejamos comprar por unas monedas. Cierra el libro, también en contraportada, un breve texto de Jesús Rubio, del Diario de Navarra: Un vida de palabras criadas en el barbecho. Palabra ésta, barbecho, que me parece muy apropiada, además de familiar, para el quehacer poético, a lo largo de los 35 años que abarcan su poesía en esta antología. Le denomina, Jesús Rubio, agricultor de la palabra y artesano. Efectivamente, donde además, añado, resulta ser un orfebre de los sentidos. Y también que estos 130 poemas son solamente la punta del iceberg, si acaso un cuadro puntillista, tal vez de Georges Seurat, donde la selección de cada punto, supuso, en su dificultad, la elaboración de una antología que, a estas alturas, me parece necesaria y oportuna.

Concluir diciendo que por la antología presente desfilan Tchaikovsky a las tres, Con Unamuno de librerías por Bilbao o un once de gala junto a su padre (Pág. 111) que lo conforman, Cernuda, César Vallejo, Bécquer, W. Blake, León Felipe y otros hasta esa: “vuelta al 5-3-2 si aprietan mucho.” Es importante en la obra de Alfonso, la figura del padre, a quien dedicara el libro Principio de Pascal (Premio a la Creación Literaria 2012) No puedo concluir estas palabras sin citar el poema, tantas veces leído, Regiones más comprometidas (pág. 154) del libro con el mismo título: “Un hombre ha terminado de escribir / y se ha puesto las gafas de esperar / callado y se ha sentado. Hasta es posible / que no quisiera ser primero en nada,… 130 Pulsaciones. Una antología que merece una mayor estudio por mi parte (todo acontecerá). Mientras tanto, agudicemos el sentido, dejándonos llevar por este mar que casi todo lo nombra. Y que oculta, necesariamente y, paradójicamente, también casi todo, en las profundidades del ser y el océano. Alfonso Pascal Ros: 35 años de versos y un columpio donde le apetece sentarse y, tal vez, dejar que el círculo se cierre. Si esto es posible.

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