«Mis escritores favoritos» por Juan J. Grobas

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Si a la mayoría de mortales les preguntásemos quién fue John Kennedy, casi por unanimidad diría que fue uno de los políticos estadunidenses de mayor renombre de la segunda mitad del siglo XX, un hombre de excelente familia y mujer perfecta que sirvió a su patria en La Marina, fue uno de sus grandes presidentes y murió asesinado en Dallas de tres disparos que le endosó Lee Harvey. Pero lo que muy poca gente sabrá es que fue Premio Pulitzer por Perfiles de coraje, un libro que describe como ocho senadores de EEUU, por una vez, hicieron lo correcto: un dramón. Imagino que para otorgarle el premio el proceso fue sencillo porque si a la fórmula honor patrio le sumamos a su autor, un político reconocido de familia poderosa y candidato en ciernes a la presidencia, el premio estaba cantado. Llevarse el galardón es una cosa pero merecerlo es otra bien distinta.

En aquel tiempo John F. Kennedy tenía un asesor, Theodore Sorensen, un joven abogado, listo hasta las trancas, que le escribía todos sus discursos. Un perfecto sabelotodo de pluma magnífica. Si a todo ello unimos que JFK andaba muy ligado al hecho de que su mano derecha escribía como Ken Follett… blanco, en botella y Pulitzer a la buchaca. Si esto fuese cierto, el otro John Kennedy, mi favorito, se revolvería en la tumba. ¿A quién me refiero? Al escritor, al  fenómeno literario, al otro Premio Pulitzer,  al autor de La conjura de los necios. Una de las mejores plumas que ha dado Norteamérica, efímera porque solo escribió este libro (y otro en juventud), breve porque murió joven, pero una pluma muy intensa. Un tipo brillante en los estudios que también sirvió a su país como militar pero sin medallas al mérito porque, al parecer, solo se dedicó a dar clases de inglés a los paisanos de Puerto Rico. A diferencia del otro John, se ve que entre el to have y el to be, le sobraba tiempo y talento para escribir.

Dicen las malas lenguas que la madre de John —el escritor— era un pelín posesiva y lo achacaban a que el matrimonio ya era mayor cuando nació la criatura y que por eso la buena señora se dedicó en cuerpo y alma a sobreprotegerlo. Todo el día encima de la chepa del niño que fue criado en un entorno gris, convirtiéndolo en un hombre gris con una vida gris. Cuando regresó de Puerto Rico volvió cambiado, más excéntrico, más bohemio, más moderno; pero se ve que le duró poco y la semilla gris comenzó a germinar de muevo cuando intentó que alguna editorial publicase su preciada novela. A los editores les parecía un «ladrillo» y la contestación siempre era un ¡NO! rotundo. A partir de ahí, el pobre John se aficionó a la botella e iba de borrachera en borrachera, descuidando su trabajo y sumido en una profunda depresión: todo para quitarse de en medio. Y eso fue lo que hizo el día que se le cruzaron todos los cables; le dejó una carta de despedida a su madre, cogió el coche y, después de dar unas cuantas vueltas por varios Estados, aparcó en una carretera secundaria a las afueras de Mississippi, cogió una manguera, introdujo un extremo en el tubo de escape y el otro por la ventanilla del conductor. Encendió el coche y tosiendo dejó que su vida se fuese apagando lentamente. Un bohemio.

Tras su muerte, la madre de John, sin mucho que hacer y nadie a quien proteger, con setenta y siete años se lió la manta a la cabeza y tuvo la feliz idea de buscar una vez más un editor para la novela de su hijo. Siete visionarios dijeron de nuevo que aquel manuscrito no tenía calidad suficiente, pero la constancia dio su fruto y el octavo accedió a publicarlo para mayor gloría de las letras universales y regocijo del bolsillo del editor al ver cómo que se convertía en Premio Pulitzer en 1981.

Si John Kennedy Toole hubiese nacido en la familia presidenciable posiblemente habría recogido él mismo su merecido premio por “La conjura de los necios” y a buen seguro nos hubiese deleitado a todos con otras novelas; y si John (el rico) tuviese el apellido Toole “Perfiles de Coraje” tendría  el mismo valor que  «Facundo, civilización y barbarie».

Si alguien pregunta quién fue John Kennedy siempre diré “el escritor” porque ser escritor y Premio Pulitzer requiere talento y esfuerzo; ser presidente y Premio Pulitzer  requiere de….mucha imaginación.

Juan J. Grobas

 

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