Al visitar una librería es de lo más normal quedarnos mirando las novedades, esas que ponen en primera fila, al alcance de la mano. Esas que, de alguna manera, nos están diciendo a gritos «cómprame, estoy aquí para ti», y claro, es de lo más normal caer y comprar el best seller del momento porque es tendencia, porque no podemos quedarnos sin saber de qué va el libro del que todos hablan. Es normal.
También es normal, de vez en cuando, pasar de todo ello y sumergirse en las estanterías más profundas, esas que quedan casi en el olvido, y encontrarse con un tesoro como este. Los cobardes no saben beber despacio es una novela actual, transgresora y de un contenido tan pesimista, tan existencialista, que si tenéis tendencias suicidas os podría servir de gran ayuda para ver que esa pena que se siente por uno mismo es vergonzosa y fútil.
Alejandro Barriga, el protagonista, es un hombre que no deja de sentir pena de sí mismo, pena que esconde tras un carácter cínico, temerario y que además ahoga en mares de alcohol, cocaína y un humor trágico, negro y, a veces, vergonzoso. Parece ser que para Alejandro Barriga no hay futuro posible, porque el futuro es para quienes aman la vida, pero Barriga está lejos de saber amar algo, quizás solo un poco a sí mismo.
La novela cuenta con varios pasajes que resultan estimulantes para el morbo del lector, un lector de mente abierta, capaz de resistir, por ejemplo, una gráfica y triste escena de incesto, la autohumillación del protagonista a cambio de un poco de dinero, un crimen penoso e inesperado, entre tantas otras escenas y pensamientos que, en lo personal, me han hecho reivindicar algunos episodios de mi vida que hasta entonces había desconsiderado.
«—¿Habrías preferido ser un triunfador sin recursos?
—Habría preferido no ser Jaime Jerez, que es una aberración del género humano».
Jaime Jerez, posible medio hermano de Barriga, es otro personaje destacable. Si bien sus apariciones son cortas, aporta cierto aire de misterio a través de sus intervenciones. Nunca sabemos con certeza qué está rumeando en su cabeza, cuál es su objetivo o finalidad para luego, al final, deshacer todo el argumento que creíamos haber estado leyendo y producirnos, por así decirlo, un gran alivio. Jerez, al igual que Barriga, sospecha ser hijo de uno de los más grandes autores contemporáneos, Jacinto Barriga, escritor de novelas románticas que genera grandes pasiones en sus lectoras; argumento planteado en sus novelas que luego se desvanece al llevarlas a la cama tras la certeza de un coito inmoral, con la condición de que le lean algunos pasajes de Azorín para así poder disfrutar del sexo. Jacinto Barriga es también un personaje importante, mantiene una estrecha relación con Alejandro; es el mecenas de sus vicios, de su vivienda, de su alimentación, de su familia, y a través de la lectura descubriréis que, además, es mucho más que eso. No obstante, el protagonista lo desprecia con todas sus fuerzas, un poco por envidia de su éxito como escritor, un poco porque este siempre le está recordando que es escoria y mucho más por otros motivos que no revelaré.
Mientras leemos Los cobardes no saben beber despacio es inevitable no recordar uno de los poemas de C. Bukowski, El perdedor; el único «pero» es que, aunque parezca imposible, Bukowski, al final, es mucho más optimista que Alejandro Barriga:
y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa,
todos se han marchado: el más valiente
bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes….
y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro:
«Chico, tú no sabes pelear»,
me dijo.
y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla.
fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar
«Dios mío, Dios mío, pero ¿qué es lo que
te ocurre?»
y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces.
Si a veces sienten que su mundo se viene abajo y creen ser, como Jerez, una desgracia para el género humano, no pueden dejar de disfrutar esta divertida lectura. No les cambiará la vida, pero los dejará pensando un buen rato.
Alejandra Toloza S., promotora literaria
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