La familia Johnson Brown

Revista Literaria Galeradas. Portada
La familia Johnson-Brown

Por Guillermo Obando Corrales

El filósofo alemán Friedrich Engels (1820-1895) afirmó que la familia está perfilada como esa olla donde se cocinan los sentimientos más repugnantes del género humano. Ignoro si con tales palabras Engels estaba refiriéndose a un tipo concreto de linaje o casta. Lo cierto es que, en latín, el vocablo familia significa «esclavo doméstico», y esto último conlleva la noción de someterse un individuo a una serie de sentimentalismos y hábitos íntimos de naturaleza común, que a la postre pueden devenir en desgracias o crímenes generados por diferentes trastornos de la personalidad que cada miembro o famulus cultiva de forma distinta.

Al terminar de leer La familia Johnson-Brown (Editorial Adarve, 2019), primera novela publicada de Gina Laline (Barcelona, 1992), uno advierte que quizás Engels tenía mucha razón en lo que expresaba. Por ejemplo: Estamos en Estados Unidos. Anastasia, uno de los tantos personajes principales que modulan la tensión dramática del libro, descubre un día que cierto miembro de su familia es un «monstruo». Ese hallazgo —afortunado desde el punto de vista técnico— termina convirtiendo al argumento en un caldo de sospechas a partir de las cuales ya no sabremos a quién creerle.

Revista Literaria Galeradas. Gina Laline
Gina Laline

Esta novela —digámoslo ya— no parece escrita por una joven de 28 años. El estilo con que está desarrollada es directo. Los narradores en primera persona que cuentan su propia «versión del asunto» tampoco se andan con ambages descriptivos, ni recurren al inverosímil recurso del lenguaje poético-barroco para provocar digresiones en lo que expresan. De hecho, hay en la obra unos diálogos dolorosos desde la trama que refieren: unas intervenciones que por cortantes resultan ágiles, y que incluso corren fluidas pero mediadas a veces por voces testigos u omniscientes. Además, el formato de diario personal que aparece en algunas ocasiones, que más bien adquiere aspecto de declaración impalpable de acusado frente a juez, dividen el texto entre frases cortas y largas que Ernest Hemingway (1899-1961) aconsejaba emplear con prudencia si queríamos dotar de ritmo a nuestra pluma.

Asumo que Gina Laline aprendió a ficcionar así, en tono muy depurado, debido a su vínculo profesional con la dramaturgia, hecho del cual se tiene noticia si googleamos el nombre de nuestra reseñada y vemos aparecer de pronto el rostro circunspecto de una actriz española-inglesa, que con La familia Johnson-Brown ha elaborado un primer libro lleno de suspenso, humor, erotismo, venganza, entre otras esclavitudes emocionales que cada quien puede exorcizar a través de la verdad cruda o aburrida de la realidad, y también desde la diversión hecha palabras de la literatura, que en realidad es otra mentira verdadera de la existencia, solo que matizada con formalismos concretos, de esos que Gina Laline utiliza más que bien.

Leamos La familia Johnson-Brown para comprobarlo. Nada más son 150 páginas.

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