Guarda mi secreto. Reseña

Revista literaria Galeradas. Guarda mi secreto

Guarda mi secretoRevista literaria Galeradas. Guarda mi secreto

Pilar Lloves Masid, Nimbo Ediciones

La escritora Pilar Lloves edifica su ópera prima a partir de una llamada telefónica. La protagonista, Inés, habrá de tomar una decisión respecto a la extraña petición que le hace una desconocida. El ser humano, para bien o para mal, tiende a juzgar de antemano, sometiendo cualquier tema a un criterio que no siempre será el más acertado. Pero hay algo en Inés que le conduce, a pesar de su reticencia inicial, a ayudar a Daniela quien, por equivocación, marca el número de teléfono de Inés y, lo que parece fruto de la ficción, se convierte en una realidad a medida que avanzamos en la lectura del libro. Cuestión de la que ya se nos advierte en la portada de esta séptima edición revisada, pues la novela está basada en una historia real. La primera impresión de Inés es de rechazo, cuando Daniela le confiesa que, en su juventud, se vio obligada a abandonar a su hijo recién nacido en el torno de un asilo. Gran parte de la sociedad  todavía arrastra el pecado y tiene arraigados determinados conceptos que devienen de la Inquisición. No es de extrañar, por tanto, que el lector o lectora, juzgue a Daniela –y está en su derecho- de una manera poco favorable. Pero el argumento de la historia, donde en realidad se plantean varias historias, y la habilidad de la autora, harán que, a medida que avancemos en la lectura, vayamos comprendiendo la postura de Daniela y su secreto. Se puede afirmar que el “encargo” –que no desvelaré- que Daniela le solicita a Inés, es el eje sobre el que vertebra la novela. Pero hay más historias, como ya he manifestado.

La protagonista, o lo correcto sería decir una de las protagonistas, Inés, atraviesa un momento crítico en su matrimonio. El título, totalmente apropiado, nos demuestra que hay secretos que pueden perseguirnos durante toda una vida. Y, si no sabemos gestionar el dolor, la separación o la derrota, jamás alcanzaremos la respuesta y, con ello, el bienestar y la paz que todo ser humano necesita para no caer en la depresión, la ansiedad o la locura. Pilar Lloves es capaz de trazar una finísima tela de araña por donde, en lugar de quedar atrapados como insectos, avanzaremos y transitaremos a través de su geografía y su geometría, hasta entender que cualquier decisión, por muy insignificante que parezca, puede alterar el destino. Y esto se hace entendible a medida que recorremos los hilos de esa tela de araña, descubriendo con ello un argumento repleto de “tomas de decisión”.

Sin duda alguna se trata de una novela psicológica. Un género narrativo que “se recrea en el estudio minucioso de sentimientos, reacciones y comportamiento de personajes, ahondando en su interioridad (Diccionario de términos literarios de Espasa/Léxicos). En este sentido, Pilar Lloves ejerce de orfebre de sentimientos, donde el dolor, finalmente alcanzará su recompensa a través del encuentro, el reencuentro y la sorpresa que produce descubrir, al final de sus páginas, que no todos los secretos están a buen recaudo, por mucho que lo creamos o así lo sintamos. La autora construye personajes creíbles y naturales. Como si de un bosque milenario se tratara, donde cada árbol se yergue con sus ramas, señalándose, sin que sobre ni falte ninguno. Y, sin embargo, la sombra, resultará nueva cada día; indomable como esa luz que los pintores tratan de domesticar con los pinceles. Personajes, en definitiva, caracterizados y marcados por una identidad propia, con sus virtudes y defectos, con sus tragedias y alegrías; personajes de carne y hueso, con los que podemos llegar a sentir cierta afinidad.

Pilar Lloves logra que nos involucremos en la historia o esas historias, como me gusta expresarme respecto a esta novela, que abarcan las relaciones paterno-filiales, la infidelidad, la lealtad o las consecuencias que puede acarrear una ruptura sentimental. El lector o lectora se verá inmerso en las mismas alegrías o decepciones que sufren los personajes. Para bien o para mal. A tal extremo que sentiremos empatía, desagrado o rechazo, por ejemplo, en función de los hechos o circunstancias que les toque vivir a las protagonistas. Y digo las protagonistas: Inés y Daniela. Pilar Lloves también nos propone, tal vez no de una manera consciente, elegir o tomar decisiones; incluso juzgar en determinados momentos, las actitudes y sus consecuencias. Y lo hace de tal manera, tan sutil y tan natural, que consigue traspasar nuestra quietud hasta situarnos frente a la rabia, por ejemplo; o la emoción, como sucede a la conclusión de la novela. Uno quisiera seguir leyendo pero comprende que todo ha sido necesario y que no se debe alterar nada: el dolor, la impotencia, la sorpresa o ese cuadro (el retrato de un recién nacido) que nos va persiguiendo a lo largo del libro. Para descubrir, finalmente, el motivo de ser y la necesidad de situarlo, con precisión, en cada escena elegida por la autora. A modo de anzuelo, sirviéndose de un cebo que no deja de ser una de esas “piedras de pulgarcito” que tan bien sabía arrojar (literariamente) el escritor Sándor Márai, autor entre otras novelas de El último encuentro o La mujer justa.

La riqueza de esta novela reside en las historias que se originan y surgen a raíz de lo que podría parecer una excusa (la llamada telefónica) y que, sin embargo, es una realidad. El título de la novela es certero –ya lo hemos dicho- para este entramado donde la búsqueda resulta primordial. La búsqueda del niño abandonado y la búsqueda de la verdad, a través de la zozobra donde no faltarán valores como el de la amistad, caracterizados en los personajes de Blanca y Mario, sobretodo. Pilar LLoves lo consigue a través de una narrativa concisa donde el diálogo cobra gran importancia. Estructurada como si de un diario se tratase, comienza un miércoles 10 de noviembre de 2010 y concluye en noviembre de 2014. Aunque y, sin querer desvelar su final, la novela concluye con una especie de epílogo que lleva por título Aingueru, tan necesario como clarificador para dar cierre a una novela donde, después de muchas tempestades, acabará llegando la calma y el sosiego.

Por Adolfo Marchena

 

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