Entrevista a José María Iglesias, autor de «Memorias de un asesino ilustrado»

—Buenas José María, nos llama la atención cómo alguien llega a escribir sobre un asesino. Para conocerte un poco más como escritor, nos gustaría plantearte algunas cuestiones. La primera es ¿a qué edad y cómo empezaste a escribir?

—Lo cierto es que no lo recuerdo, tengo la sensación de que escribo desde siempre, si bien es cierto que de una forma más meticulosa y planificada desde hace unos quince años. He escrito innumerables relatos cortos y creo que seis novelas, de las que he publicado las dos últimas. Las primeras fueron novelas de aprendizaje que me sirvieron para conocer el oficio y encontrar mi propio estilo. Fueron obras cargadas de pasión, y sin duda también de errores, pero sin sus enseñanzas no podría hoy existir una novela como Memorias de un asesino ilustrado. Si a día de hoy estoy en condiciones de poder ofrecer historias que merecen la pena ha sido gracias a ellas.

—Podemos ver en tu biografía que te matriculaste en psicología para ahondar en tus personajes. ¿Lo hiciste con ese único propósito? ¿Por qué?

—Así es. No fue el único motivo, por supuesto, nadie se embarca en el esfuerzo de una carrera universitaria si la materia no le atrae mínimamente, pero sí tuvo un peso definitivo mi afán por crear personajes con un desarrollo psicológico más sólido. En aquel tiempo ya me había dado cuenta de que necesitaba saber mucho más sobre la mente y el comportamiento humano si quería construir personajes realmente complejos y vivos. Esa profundidad psicológica resulta indispensable para cualquier personaje llamado a perdurar, mucho más que sus características físicas o cualquier otro aspecto distintivo con el que se le construya. La clave está en articular la personalidad de un personaje, en indagar en sus motivaciones, en las razones más íntimas de su comportamiento, y para ello los conocimientos psicológicos suponen una herramienta fundamental.

—Has reconocido que, como funcionario de instituciones penitenciarias, has sido testigo del submundo delincuencial. ¿Ha influido eso en tu novela Memorias de un asesino ilustrado?

—Por supuesto, y me atrevo a decir que de una manera decisiva. Creo que si mi profesión hubiera sido otra difícilmente hubiera logrado escribir un libro como Memorias de un asesino ilustrado. Gracias a mi trabajo he tenido la oportunidad de conocer a miles de personas que viven inmersos en el mundo de la delincuencia. En mi labor como funcionario de prisiones el contacto con ellos es total, he compartido muchos cafés y muchas horas de conversación con gente de todo pelaje, y te aseguro que se aprende mucho de ellos. En el fondo son mucho más que un asesino o un violador. Son personas que a menudo arrastran unas historias vitales complejas. Por supuesto todo ese bagaje no puede servir en ningún caso para justificar lo que han hecho, pero sí me vale para preguntarme en qué nos diferenciamos de ellos, o si todos nosotros seríamos capaces de hacer lo que ellos han hecho si se dieran las circunstancias apropiadas. Esta novela es en buena medida un intento de dar respuesta a esas preguntas.

—¿Qué destacaría como punto fuerte de esta novela y por qué?

—La retroalimentación entre el protagonista y la historia. Se construyen mutuamente, al igual que pasa en la vida real. Por eso Armando es un personaje tan cercano y con el que resulta tan sencillo identificarse. No es ningún héroe, tampoco un antihéroe, es una persona normal que crece y evoluciona ante los ojos del lector. Incluso muchas veces nos desespera ver las cosas que le suceden y más aún las decisiones que toma. Creo que precisamente ahí radica la fuerza de esta novela, en la invitación al lector a asumir los roles del protagonista, a tomarle de la mano y acompañarle peldaño a peldaño en su particular descenso a los infiernos.

—En la sinopsis de tu libro, hablas de «detonar a la bestia». ¿Crees que cualquier persona puede llegar a matar o son sus circunstancias? ¿Si leemos tu novela llegaremos al quid de la cuestión?

—Estoy convencido de que todos llevamos una bestia en nuestro interior. Nos guste o no tenemos un marcado componente animal dispuesto a tomar el control de nuestros actos. En buena medida la esencia de todas las civilizaciones ha consistido en tratar de domesticar a ese animal que llevamos dentro para poder vivir en sociedad de una forma normalizada. La educación establecida, las religiones e incluso los sistemas legales a lo largo de la historia no son más que herramientas para suavizar al hombre y dominar sus instintos más primarios y animales. Todos estos controles se demuestran útiles en la mayoría de los casos y logran unos niveles de convivencia relativamente aceptables, aunque no siempre es así. Existe un cierto número de individuos con una capacidad de autocontrol más laxa o con unos instintos más marcados que no se ven afectados por estos controles culturales y les cuesta muy poco saltarse las normas más básicas. Y luego estamos todos los demás. Los que tenemos a la bestia adormecida en nuestro interior y que dependiendo de los escenarios en que nos toque vivir podemos acabar a un lado o al otro de esa tenue línea que separa al hombre civilizado del hombre salvaje. Existen muchos factores que pueden hacer despertar a esa bestia: el tipo de infancia, las circunstancias que enmarcan la vida de cada uno, las malas compañías o algún tipo de tendencia innata pueden lograr que cualquier persona llegue a cometer los actos más aberrantes. Precisamente sobre eso trata Memorias de un asesino ilustrado. Es una historia de cambio y evolución. En ella seremos testigos de la detallada transformación de un niño en un asesino, y cabrá preguntarse si esa degradación también nos podría suceder a nosotros.  

—¿Qué es escribir para ti? ¿Podrías vivir sin escribir?

—Cada vez estoy más convencido de que no. Escribir es un trabajo muy sacrificado que exige mucho tiempo y mucho esfuerzo, también es una actividad de autodescubrimiento que te desnuda ante ti mismo y te destapa tus propias miserias, por ello se necesita una pulsión muy grande para sentarse a escribir día tras día durante años enteros. Eso sólo se consigue si se siente una necesidad muy fuerte de escribir, por eso creo que no lo dejaré nunca. Incluso me he propuesto convertir a la escritura en mi verdadera profesión.

—También escribes el género corto con relatos. ¿Qué te aporta cada género y en cuál te sientes más cómodo?

—Sería una temeridad intentar escribir novelas sin haberse dejado antes la piel en el mundo del relato corto. Para mí este tipo de narraciones breves son el laboratorio en el que se ponen a prueba los enfoques, las técnicas y muchas de las ideas que se van a desarrollar después en los espacios más amplios que permiten las novelas. Sin duda disfruto más con los relatos de género negro, exigen una mayor planificación y capacidad de síntesis, y suelen ser un buen punto de partida desde el que dar comienzo a una historia de mayor envergadura como puede ser una novela.

—Como lectores, ¿por qué tenemos que leer tu novela?

Memorias de un asesino ilustrado aporta un enfoque nuevo y descarnado sobre el tema de la maldad humana. He intentado que prime la veracidad sobre otro tipo de cuestiones estéticas. Eso me ha obligado a sacrificar escenas y personajes grandilocuentes, pero a cambio ofrezco una historia con los pies en el suelo y en el que resulta muy fácil verse reflejado. La prueba de ello es que mucha gente me dice que el protagonista les cae bien a pesar de todo lo que ha hecho. Eso es lo que he intentado desde el principio, dibujar un personaje real y cercano y a partir de ahí mostrar su evolución hasta convertirse en un asesino despiadado. Trato de incitar al lector, como testigo de ese proceso, a preguntarse si él también puede llegar a hacer esas cosas. También se aborda un universo tan apasionante y desconocido como es el mundo de las prisiones. Llevo más de veinte años allí dentro y he puesto especial cuidado en reflejar la realidad de lo que allí ocurre, sin cortapisas ni falsos maniqueísmos. Lo que cuento son cosas que me han pasado a mí o que me han contado de primera mano y me consta que son ciertas.

—Ha sido un placer poder plantearte nuestras inquietudes alrededor de tu figura y tu obra. Gracias por concedernos tu tiempo.

—Muchas gracias a vosotros, os aseguro que el placer ha sido mío.

 

Entrevista realizada por Ana B. Villamor, equipo de redacción Galeradas

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