El nacimiento de una nueva era (3): «Confianza en el ser humano»

EL NACIMIENTO DE LA NUEVA ERA (3): CONFIANZA EN EL SER HUMANO

El ser humano es grande, (no me cansaré de recordárselo a todo el mundo), y su sentido común, aunque a veces parece brillar por su ausencia, es la clave del éxito: razonando hemos llegado a la Luna, a Marte y más allá; razonando hemos desarrollado los conceptos de civismo, ecología, ética y legislación universal. Razonando, por tanto, llegaremos a derrumbar todos los mitos y podremos guiarnos por la sola luz de la blanca verdad sin tener miedo a echarlos en falta.

¿Cuán lejos está ese objetivo? No lo sé; yo aún no lo vislumbro, pero no pierdo las esperanzas. No soy el único que confía o que haya confiado en ello; un gran pensador al que tacharon de loco y, posteriormente, incluso de nazi, también lo vaticinó: llegará el super ser humano, dijo. El bueno de Rousseau también nos manda esperanzas desde el siglo XVIII, y el gran realista Hobbes, un siglo antes, y el gran genio Leonardo, desde el anterior aún… Y en nuestro siglo, personas como Jean Henri Dunant, Ernesto Teodoro Moneta, Louis Renault, Henri Lafontaine, Marie Curie, Adolfo Pérez Esquivel, Martin Luter King, Albert Einstein, Madre Teresa de Calcuta, Stephen Hawking, Umberto Eco, y un larguísimo etcétera son exponentes más que lustrosos para que tengamos fe en el ser humano.

Si bien el constante pisoteo de los derechos humanos perpetrado por demasiadas naciones podría echar por tierra nuestras esperanzas, no debemos olvidar que, al menos, hemos llegado a redactarlos, cosa no menospreciable y que muchos los enarbolamos en la mayor de las astas como la principal de las banderas humanas.

Si bien las constantes guerras, y las dos grandes del siglo XX, podrían hacernos perder toda fe en el ser humano, no debemos olvidar que miles de personas sostenían y sostienen la bandera blanca con la cruz roja (o la media luna) dibujada encima.

Si bien el continuo destrozo de nuestro planeta podría hacernos desconfiar de nuestro sentido común, no olvidemos lo que ha nacido del apellido Cormack en los setenta, la defensa de la naturaleza desde Vancouver, y el desarrollo médico desde Johanesburgo.

Si bien parecemos endemoniadamente avariciosos detrás de un capital desenfrenado, no olvidemos que cientos de millones se destinan al bien estar, a la salud y a la educación.

Si bien al mirarnos a nuestro alrededor no vemos la imagen de una sociedad perfecta, desde luego que ya podemos ver trazado delante de nosotros el camino para llegar a ella. Será arduo, sin duda, pero llegaremos. Tenemos que tener confianza en nuestro género, en nuestra capacidad, en definitiva, debemos creer en el ser humano.

Enrico María Rende – Escritor y Editor independiente

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