El legado de los Fante

Por Adolfo Marchena

Revista Literaria Galeradas. Foto libros
La escritura como legado

Creerse escritor es una cosa, sentirse escritor, otra. La literatura requiere de vocación y carácter, voluntad y pasión, de esa mística, si se quiere, que te traslada a otros mundos, a otros derroteros. Como dijera Herman Hesse, «los libros sólo tienen valor cuando conducen a la vida y le son útiles» Del mismo modo que sobrevivir, de alguna manera, a todo, incluso al alcoholismo, contra el que luchó Dan fante durante décadas, autor de FANTE. Un legado de escritura, alcohol y supervivencia

Libro que no sólo refleja su lucha contra el alcohol, nos habla también de su relación con su padre. Respecto a este, en el epílogo del libro, dice: «No hay personas más distintas que John Fante y yo, y sin embargo, en unos cuantos aspectos fundamentales éramos iguales. Mi padre fue un artista de gran rabia y pasión, quizá producto de su tiempo. Un tipo simpático no era. Borracho de tercera generación, legó a sus hijos lo que le habían legado a él». John Fante, de orígenes humildes y raíces italianas nació en el seno de una familia italo-americana de clase humilde trabajadora. Con un talento natural para la escritura, creó a su álter ego, Arturo Bandini, quien protagonizó cuatro de sus libros: Pregúntale al polvo; Espera a la primavera, Bandini; Camino de Los Ángeles y Sueños de Bunker Hill. Charles Bukowski le bautizó como el más maldito de los escritores norteamericanos. Sobre John Fante solía decir: “¡Yo soy Bandini, Arturo Bandini! Fante fue para mí como un dios.” Eduardo Margaretto, autor de John Fante. Vidas y obra. Como un sonido sin estrambote, opina sobre el escritor y su alter ego que: «Fante era un hombre desarmado por la vida, pero Bandini era otra cosa» También dio forma a Henry Molise, en el libro La hermandad de la uva y a Dominic Molise en Un año pésimo. En su literatura John muestra un inconformismo extremo, individualista, que aparece ya en Emerson, Whitman o Fitzgerald, quienes miran con desdén las palabras y tradiciones conciliadoras de Europa, aquel famoso sueño americano. John, precisamente, escribe desde el decaimiento de este. Escritor obsesionado con Knut Hamsun y bebedor empedernido, tuvo que recurrir a Hollywood para ganarse a vida como guionista. El escritor noruego Knut Hamsun, obsesión de John, publicó entre otras novelas, Hambre, La bendición de la tierra o Pan. Fue un pionero de la literatura psicológica con técnicas de corriente de conciencia y monólogo interior presente también en las obras de James Joyce, Marcel Proust o Virginia Woolf.

 En 1939 la crítica del momento recibió Pregúntale al polvo como uno de los grandes acontecimientos de la escritura. Pero en ese momento su editorial publicó también Mein Kampf sin permiso de Adolf Hitler y todo el dinero que tendría que haber servido para promocionar a John Fante desapareció por el sumidero legal. El libro, antes de que la editorial se fuera a la quiebra, desapareció del mercado. Fue llevado al cine en 2006 con el título de Pregúntale al viento, en un error de traducción, dirigida por Robert Towne y protagonizada por Salma Hayek en el papel de Camila y Colin Farrell interpretando a Arturo Bandini. En la década de los 30, instalado en un sórdido hotel en los barrios marginales, el joven aprendiz de escritor lucha por la supervivencia y el triunfo artístico. Bandini se enfrenta a una relación con Camila, una chica mejicana que trabaja como camarera. Incapaz de mostrarle sus sentimientos se ve abocado a una relación auto destructiva. Dan Fante escribe al respecto que: «El reparto de la versión cinematográfica no fue el adecuado y se quiso hacer tan aséptico el personaje principal, Arturo, que su corazón y su pasión desaparecieron del guion».

Los temas de Jhon Fante reflejan las relaciones familiares, los efectos de la Gran Depresión, la lucha por hacerse un hueco en el mundo literario, la discriminación social o la pobreza. Fue un precursor directo del mencionado Bukowski y Kerouac y maestro absoluto del yo. Su materia prima literaria era él mismo y sus circunstancias. «Si quisiera podría destruir tu vida en 20 palabras diría John. Respecto a la pobreza, la suya en un momento dado, la de sus personajes, se refleja en esta frase: «He deseado a mujeres cuyos solos zapatos valen cuanto he tenido en toda una vida…». Constante y tenaz, a los setenta y dos años, le dicta, ciego, a su mujer, desde la cama, Sueños de Bunker Hill, la última entrega de la saga Bandini. John ha sido comparado con escritores como Hemingway, Dos Passos, Thomas Wolfe, Steinbeck, James Farrell, William Saroyan y Nathanael West.

Uno de sus hijos, Dan Fante, abandonó Los Ángeles a los veinte años y atravesó el país haciendo autoestop hasta llegar a Nueva York, donde sobrevivió trabajando como vendedor puerta a puerta, taxista, detective privado o vendedor telefónico. A los 45 años dejó la bebida, cogió la vieja máquina de escribir de John Fante y escribió su primera novela, Chump Change. Es autor de cuatro novelas protagonizadas por su alter ego Bruno Dante, de un libro de relatos, dos obras de teatro y dos libros de poesía. Dan escribió que: «Lo que me salvó mi vida y me salvó a mí mismo, aparte de los doce pasos, ha sido mi propia escritura». Tras muchos intentos y recaídas consiguió conectar con una escritura de la que dice: «Escribo sobre mí mismo. Mi motivo para escribir no es hacer que cambies, sino hacerte saber que puedes cambiar. Yo escribo sobre vivir y morir, sobre enamorarse y tirarlo todo a la basura…y luego sobrevivir a todo eso. Escribo sobre la muerte y la locura. Escribo para que mi corazón sobreviva». Hay mucho de su padre en esta declaración, sincera, dura pero amable al mismo tiempo. Y sobre todo hay verdad, algo que también nos requiere la literatura.

John Fante alcanzó el pleno reconocimiento de la crítica y público después de su muerte. Alcanzó su gloria en Europa antes que en su propio país. En su momento escribió: «¿Resucitan los muertos? Los libros dicen que no, la noche grita que sí». Por su parte, Dan Fante vive en Los Ángeles, escribe seis días a la semana y hace más de veinte años que no bebe.

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