Iván Cantero
Después de terminar la houllebequiana Sumisión, sentí curiosidad (como seguramente otros muchos) por leer a Joris Karl Huysmans, el autor decadentista francés que saturaba el paisaje de fondo de la novela (el narrador/protagonista era un profesor universitario especializado en su obra). Pude comprobar entonces hasta qué punto era desconocido en España y que sus novelas no eran especialmente fáciles de encontrar en nuestro idioma, aun rebuscando bien por la red. Me di por vencido en su momento, pero hace pocos meses encontré de casualidad A contrapelo (su presumible obra cumbre) en una sencilla edición de Cátedra, mirando un muestrario giratorio a través del escaparate de la librería Tipos Infames de Madrid.
A contrapelo es el paradigma de obra que hoy ninguna editorial aceptaría publicar por demasiado intelectualista y poco fluida. Sin un gran desarrollo narrativo, desgrana la huída de un joven noble venido a menos de una sociedad en decadencia que aborrece, para construir un pequeño mundo emulado en su propia casa que le sirva de refugio. En ese sentido, la novela tiene una ambiciosa vocación enciclopédica sobre los estímulos de cada uno de los sentidos, así como diferentes dimensiones del propio intelecto, ingredientes con los que des Esseintes (el protagonista) experimenta constantemente y de manera pírrica en busca de una meta desdibujada. El resultado, hay que decirlo, es magistral por su elaboración y consecución.
La otra gran clave de la obra es la inauguración del Decadentismo francés, un batido de decepciones respecto a la transformación social napoleónica y revolucionaria, las ideas del Naturalismo de Zola… Y como no, la transición de poder de la aristocracia a la alta burguesía, menos culta y más materialista, como símbolo del degradamiento de los valores de una nación. Huysmans tira a matar y nos deja análisis que seguro no pensó jamás que podrían haberse escrito sin cambiar ni una coma a nuestro 2020:
La otra gran clave de la obra es la inauguración del Decadentismo francés, un batido de decepciones respecto a la transformación social napoleónica y revolucionaria, las ideas del Naturalismo de Zola… Y como no, la transición de poder de la aristocracia a la alta burguesía, menos culta y más materialista, como símbolo del degradamiento de los valores de una nación. Huysmans tira a matar y nos deja análisis que seguro no pensó jamás que podrían haberse escrito sin cambiar ni una coma a nuestro 2020:
Al mismo se dio cuenta de que los librepensadores, los doctrinarios de la burguesía, esa gente que exigía todo tipo de libertades para poder aplastar las opiniones de los demás, no eran más que unos ávidos y desvergonzados puritanos, cuyo nivel de educación le parecía inferior al de cualquier zapatero.
Y también la frase de cabecera que define el estado por el que cualquier intelectual ha transitado alguna vez en su vida (o no ha podido salir de él):
En efecto, cuando un hombre de talento se ve obligado a vivir en una época prosaica y estúpida, el artista, incluso sin darse cuenta de ello, se siente atraído y obsesionado por la nostalgia de otras épocas.
Y es que, entre otras cosas, A contrapelo es también la inconfesa abuela de las obras que retratan al intelectual o artista misántropo que se siente obligado renuciar al mundo vulgar y centrarse en cuestiones más elevadas y acepta su destino noble pero infeliz. Por supuesto, su nieto más famoso es El lobo estepario de Hesse, mucho más literario y sensual (aunque no tan excelso), pero innegable en su estirpe. Germánico es también su principal referente filosófico Schopenhauer, rara avis ya en una época que llega hasta nuestros días, donde empezaban a imponerse corrientes que directa o transitivamente bebían de su compatriota Hegel.
Visto en perspectiva, quizás el autor más influenciado por Huysmans sea el propio Houellebecq, en el que su protagonista prototípico es claro deudor a des Esseintes, no solo en su misantropía, sino en sus comunes problemas, síntomas y dramática búsqueda de soluciones… Amén, por supuesto, del pesimismo ante la decadencia social europea y las críticas que ambos han sufrido a este respecto por su discurso presuntamente reaccionario. Se puede decir también que Houllebecq está (o exhibe estar) en una ruta espiritual muy similar a la del decadentista, que desembocó en una reconversión completa al catolicismo semejante a la descrita en Las Confesiones de San Agustín: conversión por proceso inferencial privado más que místico.
Más allá de la anécdota contextual e histórica, A contrapelo me parece una obra muy interesante y recomendable, tanto por valor literario como su capacidad de compilación, que lo convierten en un referente cultural injustamente desconocido pero imprescindible.
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