Este adjetivo se utilizaba para definir a una persona holgazana o vaga y vagabunda que anda pidiendo limosna. Es una palabra derivada del verbo intransitivo gallofar, acción que se refiere a una forma de vivir muy peculiar, pidiendo limosna y viviendo ociosamente sin trabajar, ni ninguna actividad.
El vocablo Gallofero, aunque nos suene poco, se ha utilizado mucho hace años y tiene presencia en parte de nuestros clásicos literarios, como por ejemplo en El Lazarillo de Tormes, en el Tratado III: De cómo Lázaro se asentó con un escudero y de lo que ascaesió con él.
«“Tú bellaco y gallofero eres, busca a un amo a quién sirvas” ¿Y dónde se hallará ese, decía yo entre mí, si Dios agora de nuevo (como crió el mundo) no le criase?».
Quizás sea una palabra en desuso, pero hoy en día podríamos aplicarla a más de uno, como por ejemplo esos «ni ni» que solo piden limosna a sus padres. Esos que no aspiran a nada, excepto a vivir con lo que les da su propia familia, esos a los que podemos calificar como los galloferos del siglo XXI.
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