Por Cristina Maruri
Solo se percibía un aliento, a pesar de que existieran dos bocas.
La pantalla del móvil había sido tinta con la que fantasear, Celestina que durante meses había logrado incrementar sus deseos, hasta que ya no le cupieron.
Por eso, tras cerrar aquella mañana la puerta, y aunque hubiera imaginado, que se mantendría de pie alejada del foco del que emanaba todo el calor que la prendía y a la vez la consumía; lo esperado no sucedió.
Porque se abalanzó sin considerar las consecuencias. El corazón adelantó y abrió camino, como Moisés las aguas.
Chocaron sus bocas con tal desesperación que se hicieron daño. Labios, saliva y manos que descendieron. Dedos introduciéndose bajo la ropa, que humillada tocó suelo.
Pura obscenidad. Encajar, y premura de la piel hasta saciarse. Estallido primitivo y animal, que mantuvo al jazmín sonrojado tras la ventana.
Todo se desvaneció. Solo se percibía un aliento, con sabor a mar.
Dejar una contestacion