Por Pedro Cuesta Escudero. Autor de Mallorca, patria de Colom
Cristóbal Colom no recibió en la España de los Austrias nada más que desprecios y docenas de litigios. Colom cayó en el olvido por interés de la monarquía hispánica, que veía difícil poder cumplir las obligaciones contraídas con el descubridor. La mayoría de los países guarda en sus museos como reliquias los objetos usados por sus grandes hombres, pero del primer Almirante de la Mar Océano de España casi todo ha desaparecido. A Colom no se le memorizó con estatuas o retratos, ni se le escribió ningún poema. La gloria de su descubrimiento declinó y su nombre deja de asociarse con el Nuevo Mundo. Los escritos de Américo Vespuccio, sin embargo, hablando de un sugerente cuarto continente, se reparten por las cortes y universidades europeas eclipsando las cartas de Colom, que muere con la obsesión de haber llegado a las Indias. En el mapamundi elaborado en el monasterio de Saint Die se bautizan las tierras descubiertas con el nombre de América. Florencia se dio prisa en aceptar esa nueva denominación, que les enorgullece porque Américo era florentino. Toda Italia siguió el ejemplo. La prensa protestante de Alemania multiplica a porfía esta usurpación. No hubo reclamación porque no se tenía conciencia de esta enorme profanación. Y los EE.UU. son los que han acaparado para sí solos el nombre de América, que ahora pretenden delimitar con muros infranqueables.
Tras varias centurias de olvido, la figura de Cristóbal Colom surge con fuerza, Su reconocimiento internacional nace con la independencia de los EE.UU. Los colonos norteamericanos fueron los principales valederos de su estudio y conmemoración. Es que la joven república estadounidense necesitaba desarrollar una historia nacional sin conexión con Gran Bretaña y escritores como Robertson, Barlow, Philips Moris encuentran en Colom un héroe del pasado lejano, libre de asociación con los poderes coloniales europeos, con el deseo de establecer su propio rumbo y con la noble intención de llevar la civilización a los nativos. Fue la revolución americana la que creó el mito de “Columbus”. O sea, a finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, se ensalza la figura de Cristóbal Colom coincidiendo con la época del imperialismo y del esplendor historicista con pléyade de mitos y héroes. A Colom lo recuperan del olvido los escritores de la modernidad ilustrada de finales del siglo XVIII, frente a la intolerancia española. Barlow, ardiente patriota en la revolución norteamericana, como todos los miembros de la ilustración, hace de Colom una alternativa al Ancien Régime.
El nombre de Columbia prolifera en calles, parques, ciudades, territorios de la nueva nación. En 1790 se fundó la capital de EE.UU. y se la denomina District of Columbia (DC) en recuerdo del descubridor, donde se sitúa la ciudad de Washington en honor al primer presidente. La fiebre colombina provocó un aluvión de monografías, crónicas, opúsculos, novelas, cuentos, carteles teatrales, etc. Hasta ser encumbrado en la leyenda. La acuñación romántica recrea un Cristóbal Colom heroico y caballeresco. Los errores y las inexactitudes históricas se multiplican en aras de agradar y sorprender. Se sugiere, incluso, su canonización, pues diversos círculos se esforzaron en lograr la beatificación y santificación a quien descubriendo el Nuevo Mundo había ganado para el catolicismo a millones de almas. Obeliscos, retratos, estatuas, esculturas… son muchos los homenajes que se han rendido al Almirante para recordar que el 12 de octubre de 1492 llegó a América. Hoy hay más de 500 monumentos dedicados al descubridor de América, siendo el erigido en Arecibo (Puerto Rico) el mayor del mundo (135 metros), tres veces más alto que la estatua de la Libertad de Nuevo York.
El reencuentro entre la Corona española y Colom se vio en los esponsales de Alfonso XII con doña María de las Mercedes de Orleans, en que la nobleza española obsequia a los consortes una estatua del Almirante, obra de Arturo Mélida, y que fue instalada en el Paseo de la Castellana de Madrid. En 1970 se inauguran los Jardines del Descubrimiento en la plaza donde está ubicado el monumento a Colom. Desde el día de la fiesta nacional de España de 2001 (12 de octubre) ondea en la plaza de Colom la bandera de España más grande del mundo: mide 294 metros cuadrados (21x 14) con un peso de 35 kilos; el mástil que la sostiene mide 50 metros de altura y posee un eje que gira en la dirección del viento, por lo que se evita que se enrolle. Últimamente esta plaza de Colom es utilizada por las derechas españolas para sus encuentros y mítines. De esta manera, la figura del descubridor ha llegado a ser asociada a lo que se ha denominado “el trio de Colón” (Partido Popular, Ciudadanos y Voz) Y es que el olvidado e ignorado litigante de los Austrias se ha convertido en el símbolo del hispanismo de los Borbones y del franquismo. El culto de lo hispánico fue la piedra angular de la construcción de un imaginario nacionalismo que inició Cánovas del Castillo, y después se puso al servicio del franquismo, que se prolonga durante la dictadura e impregna al Partido Popular. Durante el franquismo se vio en el acontecimiento del descubrimiento de América el relato perfecto para enaltecer el mito de nación imbatible.
La primera gran celebración del descubrimiento de América se hace en el cuarto centenario, 1892, donde Colom es presentado como el explorador audaz. Tuvo un carácter conmemorativo, estruendoso, brillante y unánime en ambos continentes. Pero desde el punto de vista histórico se limitó a la exaltación del principal protagonista, Cristóbal Colom, con rasgos de auténtico paroxismo. EE.UU., que utiliza la resonancia mundial que tiene esta efeméride, para presentarse al mundo como potencia emergente y se centra en el homenaje del Colom italiano. Prima la italianidad de Colom y apenas se menciona a los Reyes Católicos o el reino de Castilla o de España. El Columbus Day que se celebra el 12 de octubre en Nueva York es una evidente manipulación histórica que concede todo el protagonismo a Italia. El made in Italy domina la idea de Colom y en el imaginario de una parte importante de los estadounidenses. Todos los 12 de octubre se celebra un apoteósico desfile en honor a Colom por la Quinta Avenida de Nueva York, y no hay la más mínima mención a España, que era la que había patrocinado el viaje.
En el Quinto Centenario del descubrimiento de América, 1992, las ideologías se entrecruzan haciendo que cambie el sentido del viaje de Colom de 1492. Hay rebeldía de los supervivientes indígenas y se produce una reacción de la corriente indigenista en Iberoamérica. La reacción inicial se produce en Méjico, país de una fuerte tradición indigenista y de mestizaje. Dicen que hablar de descubrimiento es utilizar una visión eurocentrista, es negar la existencia objetiva de América, como si el continente no existiese hasta la llegada de los europeos y, por tanto, no existían las culturas americanas. Se opina que lo importante no es el viaje de Colom, sino los eventos posteriores que dieron origen al proceso de mestizaje cultural.
Pero hay una tercera posición más radical, no hubo descubrimiento, sino una invasión, por tanto no es un hecho que haya que conmemorar, sino una tragedia que se debe lamentar. Completada en 1992 la descolonización y triunfante la perspectiva multicultural, muchos escritores atacan duramente al Almirante de la Mar Océano, arquetipo conquistador sanguinario de Occidente. Portavoces destacados de esta posición son Fidel Castro y Eduardo Galeano, quienes al luchar, con muchos otros, contra el capitalismo imperialista, solo ven al Colom mitificado por la revolución norteamericana. Al atacar a Colom creen atacar la esencia misma del capitalismo. Cuando ahora lamentamos el ataque a las estatuas de Colom lo que hacemos es deplorar la narrativa que crearon los norteamericanos, una narrativa explícita y socarronamente antiespañola.
Los hay que abominan todo lo relacionado con el descubrimiento de América, que se puede sintetizar en la célebre frase de Hugo Chaves: “Lo mejor que hubiera hecho Colom era pasar de largo de América”. No puede haber frase más desafortunada, ya que no se hubiera tardado mucho tiempo en establecer contacto con América si Colom no la hubiera descubierto para el mundo europeo, ya que la técnica y las mentalidades estaban en condiciones para ello. ¿Es imaginable que actualmente aún estuvieran por localizar los territorios que se descubrieron en el siglo XVI? Trasladar la actual lucha de los pueblos indígenas americanos por sobrevivir y alcanzar igualdad de derechos ante unas oligarquías capitalistas que las explotan y menosprecian a la época de Colom parece un tanto forzado. Colom murió apenas quince años después de pisar el Nuevo Mundo y, transcurridos más de 500 años, no se puede culpar al descubridor de todos los males que aquejan aquellos países.
Cuando Colom y los primeros españoles llegaron a América se encontraron unos habitantes con una vida más bien mesolítica, que abandonan los moribundos, que practican la antropofagia, los sacrificios humanos, que desconocen el uso de la rueda, de los metales…Los más civilizados, como los aztecas, los mayas o los incas, tenían ferozmente sojuzgados a las demás tribus a base del terror. Y desde el primer momento se prohíbe que se esclavice a los indios. Así queda reflejado en el testamento de Isabel la Católica. La Corona mandó que se observen las llamadas Leyes de Burgos, sancionadas el 27 de diciembre de 1512, aboliéndose definitivamente la esclavitud indígena. El indio tenía la naturaleza jurídica de hombre libre con todos los derechos. Tras consultar a los juristas Francisco de Vitoria, Domingo Soto y Fernando Suárez el emperador Carlos V promulga en 1542 en todo el territorio dominado las Leyes de Indias, donde se establece que los indios son seres humanos libres y bajo la protección de la Corona. Al defender esos juristas que los indios poseen los mismos derechos que cualquier ser humano y son dueños de sus tierras y de sus bienes establecen un derecho de gentes que está no solo en la raíz, sino en la esencia misma del actual derecho internacional.
Asombra contemplar cómo se reescribe la Historia lejana desde prismas presentes, tal vez como forma de lucha contra el ahora. El indigenismo que se utiliza para atacar el descubrimiento de América se inventa en las postrimerías del siglo XX derribando estatuas de Colom. Ante esos ataques absurdos podemos repetir lo que dijo la Academia Nacional de la Historia de Venezuela al ser derribada la estatua de Colom en Caracas el 12 de octubre de 2004: “1º.- El Almirante Cristóbal Colón fue protagonista de un proceso histórico que conviene examinar desde la perspectiva única e irrepetible de su tiempo, sin mezclar en el análisis los valores y los sentimientos que puede producir la posteridad. 2ª.- Resulta imposible que el Almirante viajara con un plan definido en relación con las tierras que casualmente encontró ni con la suerte de los habitantes originarios con quien topó sin ni siquiera imaginarlo. Por ello no parece lógico atribuir a la empresa de 1492 las colonias de explotación humana y material que el futuro ha querido destacar.
En el país imperialista por antonomasia, como es EE.UU., cada vez hay más ataques contra la figura de Colom. En Los Ángeles, con el argumento de que el Almirante que llegó a América en 1492 fue un genocida de las tribus indígenas, deciden el 10 de noviembre de 2008 retirar la estatua del “exterminador” (Colom) a uno de sus importantes parques. En Baltimore unos vándalos destrozan el monumento de Colom que tenía más de 200 años. Buena parte de las universidades estadounidenses están imbuidas por el discurso de que Colom fue responsable de atrocidades y sus acciones pusieron en marcha el mayor genocidio de la historia conocida. La colocación de unos murales que ilustraban la vida de Colom en el hall principal de la universidad de Notre Dame (Indiana) son tapados al ser tachados de “degradantes”. En la universidad de Stanford, una de las más prestigiosas del país, se decide eliminar el nombre de fray Junípero Serra, el franciscano del siglo XVIII que articuló el sistema de misiones que da lugar a la actual California. Las razones que esgrime la comisión, nombrada por el rector, son “el dolor, el trauma, el daño emocional y el perjuicio a la salud mental que los estudiantes y profesores nativos americanos sufren al encontrarse una calle dedicada a Serra”, al que el papa Francisco canonizó en 2015, entre otras razones, por defender la dignidad de la comunidad nativa y protegerla de aquellos que la maltrataban y abusaban. Hay una enorme dosis de hipocresía colectiva al hacer acusaciones graves, cuando fue el hombre blanco norteamericano quien, justificado por su “destino divino”, aniquiló a los siux, apaches, navajos… por su condición de “salvajes”.
Este revisionismo histórico es una tendencia en alza en organismos pro indigenistas. Tras la muerte de George Floyd el 25 de mayo pasado asfixiado bajo la rodilla de un policía en Minneapolis (Minnesota) se ha vuelto a reproducir ese revisionismo teniendo otra vez como diana los monumentos de Colom. En Nueva York, Boston, Richmond, Saint Louis se han vuelto a atacar las estatuas de Colom. ¿Por qué ese odio cerval a un Colom que jamás pisó Norteamérica? ¿Por qué no se dirige a los ingleses que la colonizaron? ¿Por qué no se atreven a retirar estatuas de Jefferson o Washington por esclavistas? Jefferson, el redactor de la Declaración de Independencia de EE.UU., era un ardiente separador de razas, que no impidió tener hijos con sus esclavas negras.
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