El pacto es ese acuerdo entre dos o más personas que obliga a las partes a cumplir una serie de condiciones acordadas. También es cada una de las condiciones en sí mismas que se tienen que cumplir en virtud del acuerdo realizado.
Viene del latín pactum, convenio o tratado solemne. Acarrea consigo numerosas expresiones como «pacto comisiorio», que suele ser prohibido y por el cual el acreedor puede hacer suya la cosa dada en garantía en caso de no cumplimiento. También es conocido el «pacto cuotalitatis», reprobado en derecho, que celebra el abogado con su cliente para que parte de las ganancias del litigio se conviertan en sus honorarios. El «pacto retro», estipula que el comprador está obligado a devolver la cosa comprada al vendedor por el mismo precio. El «pacto sucesorio», es aquel relativo a la herencia futura, de dudosa licitud.
Como vemos son numerosas las locuciones encontradas con la palabra pacto, todas ellas matizadas en el contexto de la palabra que le acompaña. Lo que no cabe duda es que un pacto esconde algo, ciertas condiciones que es posible rocen la ilegalidad o que benefician a alguien que no debería optar a cosas concretas y con un pacto logra su propósito.
En la política actual, los pactos son cada vez más habituales, implican una alianza entre corrientes en principio diferentes pero similares y conllevan un compromiso para consolidar gobiernos, ya sea en el ámbito municipal, regional o estatal.
Siendo fieles a su definición, un pacto no es una cosa para aceptar sin más, es algo que trae ciertas condiciones y consecuencias. Por lo tanto, si queremos hacer algún pacto, debemos pensar bien antes de aceptar, porque luego no habrá marcha atrás.
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