Por Ana Villamor
Este poemario de Adolfo Marchena de apenas noventa páginas se caracteriza por tener poemas cortos pero intensos, ya que la mayoría no pasan de una página pero profundizan en el interior del pensamiento del individuo.
Los títulos nos adelantan parte de esos pensamientos que va hilando con maestría un verso tras otro. Comenzamos con La locura son los otros, un poema que nos hace reflexionar sobre las locuras que podemos realizar en algún momento de nuestra vida por influencia o no de los demás, pero no por eso somos los locos, ya que quizás sean los demás los que hacen locuras y nosotros los cuerdos. Un tema que desde luego nos invita a profundizar en lo profundo de nuestra menda y filosofar con nosotros mismos.
En el poema Hacia atrás, los recuerdos fluyen de forma natural en nuestra cabeza, ya que evoca con gran sutileza el pasado personal, nos hace querer viajar en el tiempo a nuestros propios recuerdos, reviviendo momentos más o menos lejanos, pero que han significado mucho. Me impresiona como consigue en unas líneas hacer que viajemos en el tiempo y que nos encontremos a nosotros mismos a través de una foto grabada en nuestra mente.
Se atisba parte de dolor de la pérdida, o del recuerdo de personas importantes para el autor a las que les habla directamente en poemas como Me dijiste, El juego del agua, Vendrás o Al otro lado tú. Líneas que muestran como las personas van y vienen a lo largo de nuestra vida, como unas se quedan para siempre en nuestros recuerdos de forma memorable y otras causando cierto dolor y pena al recordarlas. Ley de vida, sí, pero que cuando nos paramos a reflexionar sobre el camino recorrido y los que nos han acompañado, escuece. Una sensación que ha sabido capturar muy bien Marchena.
En La poesía que se escapa, observamos el dibujo con palabras de lo efímero, la fugacidad de la vida el tiempo que no se detiene en ningún momento, pero desde un punto de vista optimista, deseando que llegue lo nuevo que el futuro nos depara. Contrastando así con las sombras de otros poemas más pesimistas o como dice el autor en la sinopsis, los molinos contra los que lucha con sus versos.
El poemario es una muestra de sus reflexiones más personales, su visión de la vida y el mundo que nos rodea, nuestro mundo personal, cómo somos, nuestros deseos y anhelos: las ganas de superación en poemas como El día de todos los perdedores. Habla de ayer, de hoy y del mañana, sin tapujos, sin miedos y con la libertad de expresar lo que piensa y siente de verdad. Por lo tanto es una obra que invita a verse a uno mismo en el espejo y reflexionar sobre la vida que hemos llevado, la que llevamos y lo que queremos ser.
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