Por Adolfo Marchena
La inspiración es un fenómeno humano que ha permanecido envuelto en su misterio durante siglos, desde que la mitología griega hablara de la divina acción de las musas, hijas de Zeus y de Mnemósine, la diosa de la memoria. Definido como un estado emocional subjetivo y repetitivo, la palabra inspiración significa “recibir el aliento”. Chopin no dejaba de trabajar sobre una idea concebida espontáneamente, hasta que finalmente lograba escribir la melodía con total fidelidad respecto a lo que ese primer instante de inspiración le había hecho sentir. Vladimir Nabokov sintió lo que él describió como un latigazo o un resplandor. En ese momento, anotó sobre un papel poco más de un centenar de palabras. Años más tarde su obra Ada o el ardor estaría completa. En los Diarios, Franz Kafka escribió: “El hueco que la obra genial ha producido a nuestro alrededor es un buen lugar para encender nuestra pequeña luz. De allí la inspiración que irradian los genios, la inspiración universal que no sólo nos impulsa a la imitación”. Y Víctor Hugo, autor de Los miserables o Nuestra Señora de París dijo que: “Inspiración y genio son casi la misma cosa”. Respecto a la genialidad, el pintor y litógrafo francés Ferdinand-Victor-Eugène Delacroix afirmó que: “La verdad es revelada únicamente al genio, este es siempre una persona solitaria”.
En la mitología griega las musas representan la inspiración del artista y de las ideas del hombre, y son la luz que da el brillo al conocimiento humano. Las musas de la inspiración son nueve entre las que figuran Caliope, la de la bella voz. Musa de la docencia, la belleza y la poesía lírica; Erato, musa de la poesía lírica-amorosa o Talía, musa de la comedia y la poesía bucólica. Representadas éstas en la pintura, como sucede en el cuadro Las musas, de Hans Rottenhammer; la pintura mural de Rafael Sanzio Apolo en el Parnaso, lugar donde habitaban las musas; Las musas, de Frans Floris o Las musas dejando a su padre Apolo para ir a iluminar el mundo, de Gustave Moreau, pintor francés, precursor del simbolismo, célebre por su estética decadente. Obsérvese que aquí el pintor atribuye la paternidad de las musas a Apolo; dios de muchas cosas, como la profecía y la adivinación; la curación y la enfermedad; la música, la poesía, las artes en general; y de los rebaños así como representante de la luz y el sol. El pintor metafísico Giorgio de Chirico es autor del cuadro Las inquietantes musas, en un rojo óxido entre edificios industriales.
Constancia, tenacidad, esfuerzo, dedicación, tal vez compongan lo que entendemos por inspiración Añadiendo también ese trabajo necesario que algunos atribuyen como único elemento indispensable para la creación. Pudiera ser. En este sentido el escritor Jack London dijo que: “No se puede esperar a la inspiración, hay que ir a buscarla”. Y David Hockney afirmó que: “La inspiración no llega a los perezosos”. Suele ser común en artistas y creadores no reconocerse en sus propias obras. Como si sintieran que no las han gestado ellos. Virgina Wolf afirmó que: “Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio”. Dónde se escribe forma también parte del proceso creativo. Así August Strindberg, escritor sueco, autor de obras como El padre, La señorita o El sueño, realizó la mayor parte de su trabajo en una pequeña cabaña en la localidad de Kymmendö. Dicho autor es considerado como el renovador del teatro sueco y precursor del teatro del absurdo. Un estilo dramático desarrollado en la década de los 50 y 60 alrededor de Europa. Parte del concepto del absurdo se apoya en el trabajo filosófico de Albert Camus El mito de Sísifo (1942), ensayo que plantea que la vida humana es insignificante y su valor sólo reside en lo que surge a partir de la creación. Henry David Thoreau, un 4 de julio de 1845, se construyó una cabaña junto al lago Walden, en Concord, Massachussets, donde escribió sobre su economía doméstica, sus experimentos en agricultura, sus visitantes y vecinos, las plantas y la vida salvaje. “Fui a los bosques porque quería vivir con determinación y enfrentarme a los hechos esenciales de la vida; comprobar lo que podía aprender y no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido”, escribió el autor. A Gertrude Stein le gustaba escribir en el asiento del conductor de “Lady Godiva”, su Ford Modelo T mientras su compañera Alice B. Tolkas hacia recados. Truman Capote escribió: “Soy un autor completamente horizontal. No puedo pensar a menos que esté acostado, ya sea en la cama o estirado en el sofá y con un cigarrillo y un café en la mano”. Edith Wharton también escribía en la cama, con su perro bajo un brazo y con el otro tirando páginas escritas al suelo. Y Wallace Stevens no podía sentarse: escribía sus poemas mientras caminaba.
Sea como sea la creación necesita de ciertos hábitos, costumbres y detonantes. Manías incluso como las de Dylan Thomas, que llenó su cabaña con imágenes de Lord Byron, de Walt Whitman y de W. H. Auden; o la manía de Jhon Steinbeck, quien siempre tenía doce lápices perfectamente afilados en su escritorio. Otro caso curioso es el de Victor Hugo. Se dice que los criados custodiaban su ropa, con órdenes de no devolvérsela hasta que éste la pidiera. Y si, el escritor, al igual que Dumas, era un maniático de la vestimenta…escribía totalmente desnudo a excepción de un chal gris.
Podría hablarse también del estado anímico. Quizá una cuestión aparte. En la novela Hambre, Knut Hamsun, escribe: “Mi estado de perturbación podía conmigo y me inspiraba las ideas más enloquecidas, a las que obedecía una tras otra”. La inspiración, se puede estar o no de acuerdo, forma parte del oficio de escritor. De toda creación, lo hemos visto en pintores y músicos. Como dijera Jorge Luis Borges: “Yo nunca busco temas, dejo que los temas me busquen y yo los eludo, pero si el tema insiste, yo me resigno y escribo”. Supongo que serán otros los que diriman estas cuestiones. El creador se conforma con la obra, ese recogimiento que nos convoca a aldeas despobladas, paraísos prohibidos o la necesidad de capturar un gran cachalote blanco.
Dejar una contestacion