El film comienza mostrando el ambiente de pobreza en el que se va a desarrollar la trama. El juego que muestra con los planos de luz apagada y habitaciones más bien oscuras, induce a la tristeza del mundo en el que vive su protagonista. La poca luz que entra por las ventanas es mortecina y hace pensar que en cualquier momento va a ocurrir algo, hace que el espectador se mantenga alerta constantemente.
Es impresionante la forma de convertir en protagonista al Joker, un conocido villano de cómics y humanizarlo, pero siempre manteniendo su locura presente, recordando que es inestable y que los pocos momentos que parece asomar la bondad y lucidez, se eclipsan por la enfermedad.
Planos de realidad y de alucinación se entremezclan, causando una sensación de desasosiego en la que ya no se puede discernir qué parte es real y cuál es parte de la mente torturada de Arthur. A lo que se suma el retrato de una sociedad llena de violencia, asociada a la pobreza, que mira por su persona y su interés sin tener en cuenta el bien de la sociedad común, que simpatiza con los actos violentos del protagonista.
Es un retrato del mundo de los perdedores, en el que absolutamente todos pierden. Hasta los personajes ganadores, como los padres del un Batman niño, que aún no conoce nada de su futuro, pierden la vida y dejan a un niño huérfano. Niño que no tiene en ese momento nada que ver con la imagen a posteriori del héroe, porque ha perdido a sus seres queridos en un momento.
El caos, es uno de los verdaderos protagonistas del film, representado en cada esquina, en cada escena. Los planos generales de la ciudad, muestran el desorden de los suburbios. Esos primeros planos en movimiento que nos acercan al protagonista mientras se ríe o piensa, nos acercan a la vez a su locura, se meten dentro de nuestra mente y nos hacen pensar en el caos interior que debe tener él.
Las máscaras de payaso, simbolizan la lucha contra las clases altas, pero a la vez aleja a esa lucha de la razón, porque se vincula directamente con la locura del Joker. Al igual que los bailes del protagonista, que hacen pensar en la poesía por la lentitud de sus movimientos y traen reminiscencias de lo dantesco, de una realidad deformada por lo siniestro, aunque no llega a causar terror.
Desde luego lo más impresionante, a parte de la misma trama en sí, es la actuación magistral de Joaquín Phoenix. Empezando con su aspecto físico, tan extremo, que ha debido suponer un esfuerzo considerable para él, y cobra protagonismo en unos planos desoladores. Ha conseguido hacer del personaje con sus gestos, el retrato de una locura y tormento interior extenuantes, que de otra manera no hubiera llegado a entenderse por el espectador.
En general el drama del Joker, que es al fin y al cabo, el retrato de un villano humanizado y arrastrado por la locura de una mente enferma, un delirio superior a su humanidad que lo absorbe y lo envuelve en una espiral creciente, de la que le es imposible escapar.
Ana Villamor, Revista Galeradas
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