Bestia, solo una obsesión

PortadaBestia.RevistaGaleradas.PromociónliterariaPrólogo

Ella ignora mi existencia. Ignora que la cuido de lejos mientras intento deshacer lo que hace su padre.

Soy un jodido demente, que la sigue día y noche. Mis hombres me respetan pero no por ello no piensan que estoy mal. Pero nunca lo dirán y por eso están trabajando para mí.

Me sé de memoria cada uno de sus gestos, sus gustos, también lo que le desagrada. Podría acercarme a ella, conversar y comprobar que es aún más perfecta de lo que es a la distancia. Pero aún no es tiempo. Por ello mientras la miraba de lejos comprendí que mis sentimientos estaban más allá del control.

De solo imaginarla desnuda en mi cama me pongo duro. Mi deseo por ella me vuelve loco y llegará el día que la escuche gritar mi nombre. Pero con ella debía ser cauto. Aunque sonriera a sus amigos en la universidad, en su mirada había miedo.

También notaba los moretones y marcas en su piel de porcelana. Sabía quién era el responsable y por eso cuando llegase el momento le aplastaría como el insecto que era.

Muchos de mis socios eran socios de su padre y constantemente venían a mí con información sobre la forma en que la golpeaba si hablaba sin permiso.

Esperaba de verdad que ella me aceptase, que no temiera a la violencia que vivía en mí, porque ella sería mía.

Quisiera o no.

CLAUDIA

Mi vida nunca fue normal. No digo que fuera una mierda, pero una familia funcional nunca fuimos. No me he presentado aún. Me llamo Claudia Maldini y soy la única hija (gracias al cielo) de un matrimonio disfuncional. Mi padre, Andrea Maldini emigró de Italia cerca del año 1950.

Conoció a mi madre en una calle de la ciudad de Alajuela allá en Costa Rica y dijo que fue flechazo inmediato. Según empecé a averiguar ya de adulta, mi padre se instaló como el nuevo proveedor de drogas local. Una época donde aquello era para pocos y nadie hablaba de ello.

Recuerdo que siempre peleaban. Mi madre estaba cansada de tener que andar con escoltas, odiaba la vida de mi padre y le amenazaba con dar parte a la policía. A mí padre nunca le importó pues tenía comprado a quienes debía. Todo se descontroló cuando mi madre fue a visitar al rival de negocios de mi padre. No está de más decir que mi padre tomó buena venganza, nunca vi de nuevo a mi madre. Aquel día es difícil de olvidar, aún duele y no hay nada que hacer.

Estaba haciendo algunos trabajos cuando les escuché discutir.

La puerta se abrió y mi madre fue arrojada al suelo de forma violenta por el guardaespaldas. Intenté salir de la habitación, pero mi madre me sujetó del brazo y me puso delante suyo.

Al inicio pensé que me abrazaba, pocos segundos después comprendí que me usaba de escudo.

—Deja a mi hija, Ana María.

—Ella es mi carta de salida. Estaba por dejar el país…debiste permitirme….

—Permitirte dices. ¡Zorra! Entiendo que te vayas con él…pero abandonar a tu hija es la bajeza más grande…

— ¿Mi hija…nuestra hija? Deberías detener tal mentira. La odio y sabes por qué. Necesito irme de aquí

Mi madre sujetándome del cuello se acercó al escritorio y tomó el abrecartas. Aunque no teníamos una buena relación… ¡eso dolió carajo!

Sus palabras se negaban a dejar mis pensamientos, porque claramente daba a entender que no era hija de ambos. Quizás mentía, estaba definitivamente desequilibrada.

Ya armada y poniendo mi vida en peligro caminó a la puerta. Vi en los ojos de mi padre un odio tan real y tan crudo que era consciente que mamá no viviría mucho más.

Y después de aquello, tampoco pensaba abogar por ella. Otro guardaespaldas se colocó tras mi madre cuando salíamos por el pasillo poniéndole una pistola en la cabeza, ella acabó dejándome ir pues sabía que no  era posible.

Después de aquello pasamos unos meses bien, hasta que papá quedó en la ruina debido a documentos importantes que mi madre había entregado a su rival, situación que nos puso en peligro de muerte, por eso decidimos mudarnos a Estados Unidos.

Al llegar nos instalamos en la ciudad, en un barrio bastante lujoso, con casas situadas en terrenos muy amplios. Nuestra casa estaba rodeada por altos muros y varios guardaespaldas recorrían la propiedad.

Allá acabé mis estudios de secundaria y aprendí a ser invisible a los ojos de papá. Han pasado más de diez años desde aquello. No nos ha ido mal, papá tenía algunos contactos y pudo abrirse campo en esto de las drogas.

No me malentiendan, no apruebo lo que hace, pero mientras no sea capaz de valerme por mí misma dependo de él. Mi padre se estableció en los Estados unidos y poco a poco empezó a irle mejor. Sin embargo, de unos días para acá, lo noto más tenso de lo normal.

Ha despedido a los empleados y mantiene un perfil bajo. Busca un reemplazo ahora que se siente viejo y sabe que no pienso seguir con su vida.

También sabe que no me casaré con nadie de su mundo o al menos no de forma impuesta. Nunca he estado cerrada al amor pero me aterra que quien fleche mi corazón esté en lo mismo por eso prefiero pensar que me quedaré soltera siempre. Papá me dice que puedo soñar con la libertad pero que nunca va a suceder.

Ser su hija me vuelve blanco de cada Cartel de la ciudad.

En fin…

Salí rumbo a la universidad pues hoy conoceremos al nuevo dueño. Su vida, de acuerdo a la chismosa profesora de arte abstracto, es un total misterio. Y nos repite hasta el cansancio que debido a que nos vamos a graduar en pocos días, nos perderemos de verle cada vez que vaya.

Lo vinculan con drogas —¿¿qué tan mala suerte puedo tener??pero nadie le ha probado nada Su nombre es Dominic, alias La Bestia.

Mis compañeras, quienes parecen más cerca de los catorce que de los 24 me insistieron para que las acompañara a algunas carreras ilegales, pues La Bestia correría. Era según los rumores el mejor y aunque no se dedicaba a eso para vivir, era condenadamente bueno.

Sin embargo, me sería imposible ir, órdenes de mi padre.  Llegamos al gimnasio y veo decenas de carteles con el nombre de nuestro invitado. Lucia mi amiga en la Universidad, estaba realmente eufórica.

— ¡Ahí está! Ese sujeto es el padre de mis hijos. Ese semental está apenas para que me haga suya….

—¡¡Lucia…por Dios qué vergüenza!! Además, La Bestia, quizás ni siquiera la tiene tan grande…

El silencio que acompañó a mis palabras nos dejó saber que todos, incluida La Bestia, habían escuchado mis palabras.

¿Que fue aun peor? La Bestia me miraba con sorna, casi les juro que podía leer su mente y en ella había una promesa de mostrarme que tan “pequeña” la tenía.  Así que como la ruda y respetable hija de un mafioso, di media vuelta y salí pitando.

Noté que alguien seguía mis pasos, Lucia estaba tan apenada como yo. ¡MALDITA! Por su culpa me había convertido en el centro de atención.

—Lo lamento Claudia.

—No más que yo, te lo digo. —Le dije señalándola con mi dedo índice, ella sabe sobre el mundo de mi padre y comprende porqué odio llamar la atención.

—La Bestia te miraba fijamente, dio algunos pasos para seguirte, pero fue como si recordara dónde estaba y se quedó quieto.

—Eso, lejos de hacerme sentir mejor aumenta más esa vergüenza.

En aquel momento no fui consciente que la Bestia, caminaba unos pasos atrás. Era como cuando un depredador escoge a su presa y empieza un juego de acecho.

Se mantuvo siguiéndome durante varios días y eso fue lo que algunas semanas después, acabó salvando mi vida.

CLAUDIA

Ok, algo anda definitivamente mal. Me lo dice ese palpitar en mi cerebro. El día anterior aún me genera dolor de cabeza. Abrir los ojos no fue una de mis mejores ideas, he de decir.

El vendaje que rodea mi cabeza se siente muy apretado pero el médico ha dicho que es mejor así. También me han dicho que me quede en cama, esta cama que no es mía pero que es realmente cómoda. Aquellos que me conocen saben que me resulta difícil quedarme inerte más de diez minutos. Pero mi jaqueca me mataba y me estaba orinando.

Traté de llegar al baño, pero mis piernas no me sostuvieron. Por eso acabé cayendo, pero no solo eso. Por alguna razón pensé que agarrando la mesita de noche podría detener mi aparatosa caída. …no fue así…

¡Jodida vida!

Alguien va a estrangularme….

Pocos segundos después escuché una maldición y los ojos furiosos de mi sexy anfitrión fueron lo último que vi antes de cerrar los ojos. Sí, iba a matarme…bueno, si no me mataba la caída.

Les cuento todo lo que sucedió ayer. Sí, tan solo ayer conocí a mi salvador y ya nos tratamos como si nos conociéramos hace años. Bueno, o al menos yo fui consciente de que existía tan solo ayer. Púes de acuerdo con lo que me dijo el sujeto que me atacó, Dominic me vio por primera vez hace unos años.

Ya voy de nuevo perdiendo el hilo de la conversación. Al llegar a casa ayer, encontré a papá con sus socios. Unos viejos necios y cochinos que parecían desvestirme con la mirada. Cuando uno de ellos puso su mano sobre mi pierna me alejé instintivamente.

Eso a papá no le gustó. Así que frente a ellos me dio un bofetón. De esos que ya eran pan de cada día. Le temía a mi padre, se había vuelto cruel e inhumano. Papá estaba acostumbrado a controlar cada cosa en su vida…en la mía y en la de quienes están cerca. Un jodido maniaco, Su trabajo absorbe todo y más, por eso quería irme de casa, pero su respuesta era la misma. Huir era absurdo, siempre me llevaría de regreso.

—Vamos a salir, hija.

— ¿Vamos?

—Si. Tengo que ir a un club a cerrar un negocio y él está algo encaprichado contigo.

—No pensarás usarme.

—Sabes bien cómo funciona esto. Él cree que va a obtenerte pero una vez que firme, pedirás permiso para ir al baño. Saldrás por la puerta de atrás y te quedarás ahí hasta que vaya por ti.

—No quiero…

Una nueva bofetada y sé que debo obedecer.

El bar en cuestión estaba abarrotado, el negocio marchaba bien y cuando el cliente firmó me excusé para ir al baño. No había llegado a la puerta de salida cuando un tipo me agarró y sacó del lugar, luego me llevó a un callejón.

El sujeto me miraba con emoción, parecía dispuesto a matarme así que decidí no moverme, evitar tentar aún más a mi mala suerte.

—La protegida de Dominic. Un gusto tenerte así.

—No le entiendo.

¿Quién es Dominic? Trataba de pensar, el único con ese nombre era el sujeto de la Universidad….

¡NO! Pero qué pena…después de semejante papelón…No podía ser él. No me había visto nunca, debía equivocarse.

Mi silencio aparentemente no fue lo que esperaba. Sujetó mi cuello y me tiró contra la pared. Sentí líquido caer por la nuca, la cosa estaba fea.

—Dominic, La Bestia… te ha escogido como su compañera de vida.

—Seguro se equivoca. No lo conozco…de verdad.

—Sabemos quién eres, quién es tu padre. En alguna ocasión quise comprarte. Dominic estaba presente en la reunión y casi me mata. Al parecer se enamoró de ti tan solo por una foto.

Empezó a pagar las deudas de tu padre con la condición de que al alcanzar la mayoría de edad te conocería y cortejaría. Dominic pasó años yendo y viniendo por negocios y el muy imbécil de tu padre le empezó a dar largas y hace poco que Dominic regresó se dio cuenta que tu papá te ha estado ofreciendo a cuánto socio tiene.

—No entiendo…

—Tu papá está en la ruina hace años. Ha tratado de arreglárselas, pero ha sido inútil. El problema es que estás a nada de cumplir 24. La edad en la que los que hemos pagado por ti, vamos a reclamar a nuestra mujer. Dominic se ha ido encargando de todos y quedamos unos cuantos. Algunos dicen que devolvió el dinero que pagaron por tenerte. Otros dicen que está llevando a cabo una verdadera matanza. Lo que sé es que no dejaré pasar esta oportunidad.

El sujeto empezó a reír como loco, me arrojó al suelo y llamó a otro tipo. Avanzaban hacia mí y no tenía forma de alejarme.

Uno de ellos sujetaba mi cuello, el otro rompía mi blusa. Escuché a alguien decir que debían ir por el jefe, asumí que alguien más iba a unirse a aquella “fiesta” y me dediqué a pensar. Si mantenía mi mente en otro lugar aquello acabaría rápido o al menos así lo esperaba.

Escupí al rostro de mi captor. Sabía que aquello no iba a acabar bien, pero estaba tan enojada…me sentía tan indefensa que me salió del alma. Al tipo “le gustó tanto” que acabó dándome un bofetón. Sentí la sangre dentro de mi boca. Justo estaba por quitar el segundo botón de mi blusa cuando alguien más se unió a la reunión.

El tipo me soltó y dio un paso atrás, empezó a balbucear y tartamudear tanto que me costaba aceptar que semejante cobarde, había sido tan rudo y matón segundos atrás.

—Solo estábamos charlando.

Era mentira y si no decía la verdad, podrían dejarlo ir.

—No es cierto—le dije a quién sea que había llegado— me abofeteó y me arrojó contra la pared…

El silencio cayó en aquel callejón. Hasta los autos que pasaban cerca parecieron desaparecer.

Solo veía la espalda del nuevo miembro de aquella tragedia, pero parecía un depredador.

—La tocaste….la heriste.

Mi salvador aprieta los puños, su postura es rígida. Avanza hacia mi atacante y este retrocede hasta llegar a la pared.

—Sabias todo sobre mi posición con respecto a Claudia. Todos los saben.

De pronto alguien más se acercó a nosotros. Creí posible que fuese conocido de mi atacante por lo que empecé a tratar de alejarme, pero era difícil moverme y solo generé aún más dolor.  Aquello molestó a mí salvador quien dirigió al recién llegado una mirada tan llena de ira por acercarse sin autorización que el recién llegado dio un paso atrás y se mantuvo esperando instrucciones.

—Espérame con el auto afuera del callejón.

La forma en que ese hombre obedeció, la forma en que mi atacante estaba más cerca de ser un ratón…era sorprendente.  Definitivamente mi salvador era un hombre al que obedecían y llegué a pensar que quizás me iba a ir mejor en manos de mi atacante. La noche estaba cada vez más fría. Mi salvador solo esperaba. Quise ponerme de pie, pero mi hombro y cuello dolían. Mi gesto de dolor no pasó desapercibido para él.

Vi el cambio en sus ojos, sabía que esa furia no iba hacia mí, pero inconscientemente traté de alejarme. Inmediatamente cambió su expresión.

Sentí alivio y en cierta forma me conmovió que lo hiciera por mí. Los temblores sacudían mi cuerpo con violencia.

— ¡Tengo frío…mucho frío! —los dientes castañeaban tanto que pensé que iban a quebrárseme algunas piezas.

—En parte es frío y en parte estás siendo víctima del shock debido a todo lo que ha sucedido. Te llevaré a mi casa y mi médico te evaluará. A menos que prefieras ir al hospital.

— ¡NO, SI ME LLEVAS AHÍ AVISARÁN A MI PADRE!

—Tranquila preciosa, entonces iremos a mi casa. No sé qué tan golpeada estás por ende ignoro si al levantarte te dolerá mucho.

—Tan solo quiero irme de aquí. No quiero que ese sujeto…o sus amigos…

—Por ese pedazo de mierda no debes preocuparte. Si alguno de sus amigos se acerca verán mi auto. Sabiendo que estoy aquí nadie va a acercarse. Luego se quitó la chaqueta y extendió de nuevo la mano.

Sabía que no iba a rendirse, esa determinación era obvia así que acepté. Me ayudó a sentarme lejos de la pared, colocó su chaqueta sobre mis hombros y luego me levantó en sus brazos.

Dejar caer mi cabeza sobre su pecho fue natural, se sentía bien…se sentía correcto. Entró a su auto aun teniéndome en sus brazos. No me importaba al lugar que íbamos, solo quería que aquello noche acabara.

Para mí vergüenza las lágrimas empezaron a salir. Ignoro si era el dolor de cabeza por el golpe, o lo sucedido con mis agresores. Sentí los músculos de mi salvador tensarse ante mi llanto, pero de alguna forma supe que no estaba enojado conmigo por ser una mujer necia y llorona sino porque se preocupaba por mí.

Y ser consciente de aquello causó que mi dique emocional se rompiera y mi llanto sonase más al de un animal herido que al de una persona.

El auto se detuvo en medio de la carretera y el conductor se bajó. Supe que quería darme privacidad para llorar, sin embargo, mi salvador no se movió. Él me alejó de sus brazos para girarme y hacerme quedar sobre él a horcajadas.

—Sé fuerte mi niña…mi Claudia. Todo esto va a pasar. Vamos a mi casa para que te revise el médico. No me conoces en persona pero me llamo Dominic, nunca nadie volverá a lastimarte.

Estando ahí sobre él, nos quedamos mirando fijamente. Me moví un poco y fue inmediato, le sentí excitado. Otra gran sorpresa fue que ninguno se movió. Él obviamente era mayor que yo. No tenía más de 40 años, pero no menos de 30.

Me miraba expectante, me dejaba ser quien diera el próximo paso. Y por muy extraño que pareciera, aquello me gustó.

Me consideraba una mujer caliente, era sencillo sentirme excitada fácilmente, aunque no tenía mucha experiencia en el tema. Sí, jugaba sola y tenía mi pequeño baúl de juguetes bajo la cama. Pero con un hombre era mi primera vez….

Sujetó mi rostro con cuidado y limpió mis lágrimas. Mi cuerpo parecía tener vida porque me encontré cómoda moviéndome sobre él. Mis caderas danzaban en un baile erótico de adelante hacia atrás.

No sé si mi reacción era adrenalina ante lo sucedido, pero antes de darme cuenta, antes de empezar a pensar con claridad, ataqué sus labios y en ese momento supe que estaba perdida.

Su desconcierto fue de segundos, porque su beso era tan hambriento como el mío. Pero tan pronto como empezó todo, se detuvo. Una de sus manos hizo contacto con mi nuca y eso no le gustó pues encontró el lugar donde me golpeé en el callejón.

No me estaba desangrando, pero había humedad ahí. Lo vi estirarse a encender la luz del techo y con cuidado girarme sobre su regazo. Empezó a revisarme y fue imposible evitar gemir de dolor.

Le vi soltar algunas maldiciones y con el tiempo me acostumbré a que en todo lo relacionado a mí, siempre iba a maldecir. Para ser honesta, no me importaba tener dolor o estar sangrando. Mi incomodidad era por haber detenido ese increíble beso.

Me encontraba frustrada, CALIENTE

Aparentemente Dominic estaba igual que yo. Me miró fijamente a los ojos y me besó con infinita ternura.

—Gatita salvaje. No está mal para nuestro primer encuentro y definitivamente quiero más. Pero vamos a ir a mi casa a que te revise el médico.

—Siento mucho esto…normalmente no soy así.

—Cuando uno tiene una situación de estrés a veces reacciona así. Eres tan caliente como yo y me encanta. Y por cierto… ¡de pequeña nada!

Después de aquello me quería morir de la vergüenza. ¡Maldita Lucía! Dominic avisó a su chófer que siguiéramos a su casa. Me acomodó en su pecho y se dedicó a acariciarme la espalda con relajantes movimientos circulares, algunos minutos después estaba dormida.

No sé cuánto tiempo después llegamos a su casa, pero el médico estaba ahí. Mientras caminaba a su habitación me mantenía aún entre sus brazos. Me acostaron sobre una superficie bastante cómoda y una jovencita empezó a ayudarme.

No me dijo su nombre, pero me colocó una camisa grande como de pijama que asumí, era de Dominic. Limpió algo de sangre de mi cuello y cuando me quejaba de dolor simplemente se detenía y me pedía disculpas con algo de terror en su cara.

—Lo siento señorita. No le diga al jefe.

—Descuida, estás siendo muy cuidadosa. En mi estado creo que hasta el viento duele.

—Quien sea el que la ha puesto así, pagará. Si usted es la protegida del jefe tenga por seguro que aquí está a salvo. ¿Puedo traerle algo de beber?

—Mataría por agua bien fría. Y dile a tu jefe que se apure a darme algo. Me duele demasiado la cabeza.

Segundos después de mi pedido Dominic entraba con el vaso con agua, viéndose realmente aterrado.

Cada vez que el médico tocaba uno de los golpes las lágrimas caían sin control por ende Dominic rugía como animal en celo.  El pobre médico no sabía si atenderme o salir huyendo.  Me puso una inyección en la cabeza pues necesitaba un par de puntos. Luego me dio un analgésico y se marchó a toda prisa no sin antes recomendarme mucho reposo. Si no me hubiese dolido tanto me habría reído.

Me molestó que la empleada de servicio fuese testigo de aquello por eso pedí a Dominic que se acercara un momento.

—Dime que pasa…

—Quisiera que el personal de servicio salga, me hacen sentir incómoda.

—No te preocupes. Saldrán de inmediato.

Eso definitivamente me hizo sentir mejor. Una vez a solas se me quedó mirando y me sentí incómoda, por eso decidí charlar de algo más normal.

El episodio del auto me generaba mucha vergüenza.

—No sé si viste mi cartera en el callejón.

—Sí, la recogí y está en el auto. Estaba por pedir que te la trajeran.

—Necesito mi celular. Mi amiga Lucía debe estar buscándome. Normalmente charlamos a esta hora y si no la llamo va a volverse loca. Es algo sobreprotectora, ¿sabes?

— ¿La misma que estaba contigo el día de la visita a mi Universidad?

—Dios…ni me lo recuerdes.

—Ese día empecé a seguirte. Para mantenerte a salvo.

— ¿Sabes lo extraño y escalofriante que suena eso?

—No. Nada que se refiera a tu seguridad es exagerado. Debido a un negocio de último minuto hoy no pude vigilarte. Uno de mis hombres te siguió y por eso pudieron avisarme.

—Pero si él hubiese actuado, quizás no habría llegado tan lejos.

No pude<> evitar la amargura y el reproche. Lo del callejón había sido muy traumático y era el estrés el que hablaba. Dom me miraba con culpa y eso me hizo sentir mal.

Escucharlo explicarse dejó en claro que yo le importaba pues no parecía del tipo de persona que justificara sus actos.

—No pudo intervenir él directamente pues quien te atacó es líder de un territorio en las afueras de Montana.

En nuestro mundo hay rangos como bien lo sabes y mi hombre hubiese sido castigado. Por eso tuve que intervenir personalmente.

—Lo comprendo. Lamento actuar así…

—Es normal, más bien eres valiente. Tengo que ocuparme de algunos asuntos, ¿Necesitas algo?

—Solo hazme el favor de pasarme el celular. Gracias por todo y vete tranquilo, apenas esté mejor me iré para así no molestar.

Dom salió de la habitación para darme privacidad. Pero algo en su rostro me hizo sentir que durante algún tiempo no saldría de ahí. Pero apenas ese pensamiento cruzó por mi mente lo deseché. No es como si fuera su prisionera o algo así.

¿Cierto?

Lucia contestó rápido. Le hice un resumen rápido pues me dolía mucho la cabeza.

—Descansa amiga, ya hablaremos cuando estés mejor. Aprovecha que estás en la casa de ese pedazo de hombre. Acuéstate con él, jodan hasta que no les quede energía.

—Grandioso consejo, gracias por preocuparte por mí.

—Porque lo hago te lo digo. Tienes interesado en ti, a uno de los hombres más guapos del país. De solo pensar en él se me mojan las bragas.

—Nunca vas a cambiar. No le digas a ya sabes quién en donde estoy.

—Sí pero prométeme que no dejarás pasar la posibilidad de acostare con Dominic.

—Tengo la ligera impresión de que si vamos más allá, no me dejará ir. Quiero ser libre.

—En tu mundo eso no existe. Lo sabes bien. Mejor estar con alguien como él a estar con los ancianos decrépitos a los que quiere venderte tu papá.

—Te quiero amiga.

Después de acabar la conversación me di cuenta que no tenía una sola llamada de mi padre. Realmente no le importaba.

***

Dom no estaba cerca, sentía mucha sed así que me puse de pie para llegar a una jarra con agua que estaba en una mesita, tan solo a dos pasos de la cama, pero mis piernas parecían de gelatina.

Dom entró segundos después, me ayudó a llegar a la cama pero no supe más. De haber estado despierta le habría visto besar mi cabeza y hubiese sentido la lágrima que cayó sobre mi mejilla.

Algunas horas después me despertaron pues debían revisarme. A pesar de que ya me habían atendido, verme con dolor hizo que llamara al galeno para que se asegurara que nada había empeorado.

El doctor le garantizó a Dominic que todo iba bien, le recomendó dejarme dormir. Lo último que escuché era que tenía una conmoción leve y que debían despertarme cada dos horas, preguntarme alguna cosa y dejarme seguir durmiendo. Sé que Dominic me despertó varias veces, pero no recuerdo bien de qué hablamos.

Entonces pasó lo que pasó. A la mañana siguiente desperté desorientada por eso me levanté para ir al baño, tropecé y Dominic vino a mí viéndose realmente molesto.

Algunas horas después del incidente de su mesa, abrí los ojos con cautela.

No temiendo un dolor de cabeza sino para ver si estaba sola o con Dominic. De pronto fui consciente de algo que apresaba mi muñeca.

La mano de Dominic me sujetaba fuertemente, él estaba en una silla junto a la cabecera y dormía recostado en la cama. Apenas me moví un poco, sus ojos de halcón estaban fijos en mí.

—Gatita salvaje….

—Lamento lo de tu mesa.

—Esa mesa es la última de mis preocupaciones. Supuse que querías ir al baño o algo así. Me molestó no ser capaz de prever eso y dejar a alguna de las empleadas contigo.

—Hablando de eso, la muchacha que me ayudaba ayer parecía aterrorizada de cometer un error.

—Nunca he agredido a algún trabajador, pero si no soy exigente con mi personal no me van a respetar. Su terror va dirigido al chance de perder este empleo. No solo por lo bien que ganan sino porque estar fuera les vuelve blanco de mis enemigos.

—Les harían lo que sea para que filtren información.

—Correcto. Pero también saben que, si algo te sucede por su culpa, van a ser realmente castigados. Te mueves en este mundo y sabes que las cosas no pueden ser distintas.

—Lo sé. De no ser así tu vida y tu posición corren peligro.

— ¿Por qué pediste que saliera la muchacha de servicio?

—Me sentía incómoda.

Con él debía ser cauta. Cualquier cosa que me causara tristeza, enojo o miedo era una señal para matar. Parecía dispuesto a destrozar a la pobre mujer.

—Me mientes y quisiera saber por qué.

—Dominic, pareces a punto de matar a la pobre mujer. La cosa es esta, cuando el médico me estaba revisando te veías asustado, vulnerable.

—Verte así con dolor, me aterra. Temo no ser capaz de cuidarte bien. No me conoces, pero sin embargo llevo años mirándote de lejos. Significas para mi más que nadie.

—Y si tus empleados te ven así, pierdes ante ellos esa imagen de hombre indestructible y me aterra que eso te cause algún daño. Te conozco hace nada de nada y ya me siento así. Me carcomía la culpa, odiaría ser la culpable de eso.

—Deja que quien se preocupe por cosas así sea yo. Lo importante es que estés cómoda y feliz. Mis sentimientos…mira Claudia, soy un hombre complejo, lleno de ira. Implacable e incluso cruel.

Pocas cosas me afectan y eso incluye la opinión de los demás. En este mundo solo me importas tú, nadie más. Déjalos que hablen, que crean que soy débil…que me haces débil.

—El tipo de ayer me dijo que hace tiempo le mostraste a mi padre tu genuino interés y que has estado saldando cuenta con mis compradores.

—Ningún padre debería hacer lo que el tuyo ha hecho. Ese hombre fue el culpable de la muerte de mis padres. Eran rivales en negocios y el avión en el que iban se desplomó. La caja negra nunca se recuperó pues la aeronave cayó en algún lugar del océano. He dedicado millones de dólares a financiar la búsqueda sin tener resultados.

—Quizás podría ayudarte. Sé que mi padre tiene en su caja fuerte documentos que le causarían daño. Siempre me hace jurar que en caso de sucederle algo abriré la caja y quemaré su contenido sin mirar. Antes no tenía una razón para hacerlo, pero ahora sí.

—Escucha bien pequeña, nunca trates de espiar a tu padre. No quiero que hagas nada que te cause problemas.

—Dom, si puedo ayudarte…necesito ayudarte.

— ¿Porqué? Apenas me conoces, estás hablando de arriesgar tu seguridad.

—Siempre me dije que nunca me involucraría con alguien…bueno como tú.

—Pero me quieres ayudar a pesar de que podrías odiarme por ser como Andrea.

—Soy débil, la vergüenza de mi padre. No puedo disparar, soy mala en lucha cuerpo a cuerpo.

—Andrea ha tratado de que seas…

—Su hijo varón.

—Pero es idiota, deberías haber crecido pensando en quedarte soltera si no quieres familia, o formando una pero siempre sabiéndote protegida. Las mujeres en nuestro mundo deben ser tratadas con la máxima cortesía y cuidado.-

—Pero tú me tratas tan distinto…

—No por eso debes ayudarme.

—No te entiendo. Si me tratas bien debo pagarte…

—Ahí te equivocas, Tratarte bien es mi placer. Un hombre de verdad encuentra placer en tratar bien a una dama y la retribución la encuentra en su sonrisa. Mi pago es verte feliz pues muestra que lo hago bien. Tan poco acostumbrada estás a ser amada de verdad que te sientes en necesidad de pagar cuando eso deberías tenerlo siempre.

—Odiaba el mundo de mi padre y lo que nos hizo como familia. Pensar que me está vendiendo para obtener dinero es muy duro.

—Lo sé y pagará por ello. Ya te están preparando algo de comer. Voy a dejarte descansar e iré a mi despacho. Si necesitas algo ahí en tu mesa de noche hay un  pequeño interruptor. Una de las empleadas vendrá de inmediato.

—Gracias por todo.

—No se merecen.

El desayuno estuvo delicioso. No soy una tragona por naturaleza…bueno sí. Pero no había tenido que prepararlo yo, por lo visto Dom no escatimaba en gastos para comestibles. Claro que semejante cuerpo….pues seguro consumía mucho.

El resto del día lo pasé dormitando. Dom no se había asomado del todo y aunque pareciera extraño, me hacía falta verlo.

El médico llegó unas horas después, acompañado de Dom. Al inicio pensé que quizás iba a quedarse conmigo, pero abandonó la habitación al acabar la visita. No comprendía por qué hasta que horas después el encargado de vigilarme el día del ataque entró a pedirme disculpas.

—Lo siento señorita…

—Por favor no se disculpe. Dominic me explicó lo sucedido.

—Ha dedicado todo el día a asegurarse que cada empleado pondrá sus vidas de por medio cuando se trate de defenderla.

—No puede hacer eso.

—Usted es importante para el jefe. Nos paga muy bien y tiene que asegurarse de que seamos lo mejor. Así que no piense en que nos ha causado problemas. Ahora me retiro.

Aunque al inicio me pareció que Dominic se había excedido con lo de aleccionar a sus empleados, recordé que en el rostro del joven no había un solo golpe y noté la diferencia. Si hubiese sido mi padre quien aleccionaba a sus empleados hubiese usado violencia.

Los siguientes días fueron horribles. Dom me visitaba poco, las empleadas dejaban la comida casi tirada en su prisa por no quedarse conmigo. Estaba sensible por lo sucedido así que empecé a sentirme como un huésped no deseado, que no es digno de que le hagan compañía

Así que cuando Dominic entró a visitarme al amanecer del día 11, me encontró llorando y por Dios, que odié verme débil.

— ¿Te duele algo? ¿Trataste de llamar y las empleadas te ignoraron? De ser así rodarán cabezas.

— ¿Rodarán cabezas? Me has dejado aquí durante diez días. Me siento como un huésped no deseado.

Cuando lloré aún más fuerte, la cara de Dom daba risa. Me hubiese reído pero era más la incomodidad

—Llamaré al médico.

—No llames a nadie. Solo quiero irme.

— ¿Irte? No te entiendo. Te he proporcionado cuidados médicos, comida….te he hecho sentir bienvenida.

—De ser tan salvaje y cavernícola has olvidado las reglas de cortesía. En 10 días te vi diez minutos. Tus empleadas me dejan la comida casi tirándomela encima sin siquiera mirarme a los ojos. Me has hecho sentir un parásito, un mal con el que debes cargar debido a que no quise ir al hospital

—Lo siento de verdad. Me sentía impotente de verte herida, avergonzado porque mientras descansabas con dolor, solo podía pensar en hacerte mía.

—Me deseas… ¿de verdad? Me vas a hacer reír, me resulta un argumento estúpido.

— ¿Lo dudas? ¿Cuándo has sentido nuestros cuerpos arder ante el mínimo roce?

—Bueno, como te digo. Estos días me sentí el jarrón viejo de la abuela al que nadie quiere en su casa.

—Lo siento, tal cual dijiste mi lado cavernícola me impidió darme cuenta que te hacía daño. ¿Me deseas, Claudia?

—Si. Pero el médico dijo…

—Lo sé. Por eso hoy que te revise preguntaré sí…

—No vas a decirle nada sobre nosotros…

¡Qué horror! No pensaba permitir que hablara de sexo…más específicamente de nosotros teniéndolo, a un hombre que podía ser mi abuelo.

Riendo ante mis obvias situaciones vergonzosas, continuó con la frase.

—…ya estás recuperada del todo. De verdad gatita que no dejas de sorprenderme. Nunca he conocido a alguien capaz de malinterpretar tanto las cosas. Duerme un poco que te ves cansada.

—Me muero de hambre…

—Pediré que nos traigan el desayuno.

— ¿Comerás conmigo?

—Si. Lamento de verdad haber sido tan idiota.

El médico llegó durante la mañana y retiró los puntos. Todo había sanado bien. Igual advirtió que la zona podría sentirse sensible y dejó algunas pomadas.

Una vez a solas cerró la puerta con seguro. Sabía que nadie entraría sin autorización pero me sentí menos expuesta.

Dominic se acostó a mi lado, nuestras piernas entrelazadas. Su mano acariciaba mi espalda suavemente.

Pero sus caricias…esas empezaron a descender más. Se puso de pie y abrió una cajita que estaba en su mesa de noche. Me ayudó a sentarme y empezó a desvestirme. Me sentí algo cohibida y por instinto cubrí mis senos.

Dominic me ayudó a recostarme y colocó una toalla sobre mi cuerpo. Un masaje… ¡Iba a darme un condenado masaje…!

Mi  mente libidinosa se imaginó algo más que solo sus manos sobre mi cuerpo. Lo quería dentro, anhelaba ser suya. Se quitó la ropa quedando solo en unos boxers negros que no ocultaban para nada sus atributos ni lo excitado que estaba. ¡Si, de pequeña nada!

Frotó sus manos enérgicamente para calentar el aceite y comenzó por mis pies, subió por las rodillas y avanzó hasta casi tocar mi entrepierna.

Gemir fue instintivo, sus manos ahora sobre mis pliegues me daban un masaje bastante fluido, marcando un ritmo que iba a matarme. Abrió mis piernas y sustituyó sus manos con su lengua.

¡SI! Mente libidinosa 1 Claudia 0

Marcaba un movimiento rítmico, entraba y salía una y otra vez. Quise alejarlo, tratar de probarlo, darle el mismo placer. Pero su mano fue a mi pecho…obligándome a acostarme de nuevo. Le besé, Dios mío estaba envuelta en un frenesí salvaje…lo quería dentro de mí.

Sin embargo, insistía en que por las heridas en mi brazo y cabeza no debía hacer nada más que disfrutar. Volvió a su masaje, sus dedos entrenan en mí una y otra vez.

Y entonces de pronto exploté en mil pedazos…

Salió de la cama, su caminar era el de un hombre satisfecho con la cacería. Entró al baño y le escuché preparar la tina. Algunos minutos después llegó por mí. Con suavidad me colocó dentro y empezó a lavarme. Le pedí que entrara conmigo y se sentará delante de mí. Al inicio no entendió, pero pronto fue consciente de mis intenciones.

Estaba buscando…alcanzando mi objetivo. Empecé con un masaje rítmico y el gruñido salvaje que salió de su pecho aún me ruboriza. Retiré mi mano asustada, pero volvió a colocarla en su lugar. Su voz ronca…llena de necesidad retumbó en todo el baño.

—Más…

Y así lo hice, el ritmo cambió, sabía que la velocidad era importante pues estaba cerca del abismo. Pocos segundos después sentí su liberación, aquello era de locos.

Salimos del baño y lo último que recuerdo fue ser colocada con suavidad en la cama, para ser arrastrada a un sueño reparador.

Desperté al día siguiente cuando era casi medio día con el sonido de unos gritos. Conocía ambas voces, Dominic y mi padre. Me levanté con cuidado, no había salido de aquella habitación en  días y no conocía la casa.

Uno de los guardias apostado fuera de la habitación me escoltó hasta la biblioteca. Me sentía débil y mareada, pero necesitaba estar ahí.

—Ella no sabe lo que le conviene. Como su padre he de escoger quien sea el adecuado y no interfieras. Es tan estúpida que va a creerse que estos golpes me los has hecho tú. La llevaré a casa conmigo y no hay nada que decir.

Angie Rossi

1 comentario

  1. Un excelente libro en el que te compenetras en la historia, donde vives una emoción de principio a fin, que te hace querer leer una y otra ves. Mis más extensas felicitaciones y me encantaría saber si va a ver una secuela, me emociona continuar leyendo tus libros y además donde puedo comprarlo.

Responder a Jacqueline Pérez Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*