Tiempo de silencio

Revista Literaria Galeradas. Foto hombre
Tiempo de silencio

Por Luis Folgado de Torres

Revista Literaria Galeradas. Foto hombre
Tiempo de silencio

Nunca imaginé, después de terminar de leer esta obra tan sencilla y tan brillante, que su título me golpearía la cabeza de manera insistente tantos años después. Esta obra (Seix Barral, 1962) iba a ser llamada Tiempo de frustración y así fue cómo fue presentada por su autor al Premio Pío Baroja, que finalmente no ganara. Ambos títulos me sirven para encabezar este artículo que escribo desde la desolación de un confinamiento infinito.

Tiempo de silencio en el que apenas sí puedo hablar a través del teléfono con personas que sí comparten mi desolación y conviven con la suya calladamente. Calles en silencio, tiendas en silencio; ciudades enteras donde el silencio se ha hecho el dueño de todo y de todos.

Para colmo de desdichas, los dirigentes de esta nación —ahora silenciosa— nos invita a un silencio aún más frustrante: el de no poder decir aquello que pensamos, aunque sea a través de los medios cibermodernos, los únicos que nos dejan a los pobres mortales que no podemos subvencionar a los medios de siempre.

Es tiempo de silenciar muertos escondiendo sus ataúdes y sus mortajas ¡como si los muertos no fueran ya silenciosos! Tiempo de silenciar críticas a una gestión paralítica que nos sigue arrinconando en nuestras casas, al pairo de un viento que no sopla hacia ninguna parte. Tiempo de persecución de aquellos que no comulgan ni confiesan con las consignas de los líderes de este drama que a unos mata y a otros condena.

Está permitido —¡menos mal!— aplaudir la gestión sanitaria de las ocho de la tarde, que todos bendecimos como la única tabla de salvación que nos deja este naufragio atroz. También está permitido abuchear y «cacerolear» al Rey de España y, sobre todo, está más que recomendado escuchar y ver programas donde los peques de la casa nos deleitan con sus ocurrencias confinadas y confitadas, donde las vocaciones tardías llevan a muchos a contar chistes sin gracia o a tocar la guitarra, imagino que para que podamos bailar alguna danza macabra sobre nuestros caídos. También está permitido manejar las estadísticas para que nuestros muertos parezcan menos muertos y los de los demás parezcan muchos más.

Cuando nos dejen salir de esta reclusión mayor, a la que nos hemos visto abocados tras numerosas negligencias de quienes no quieren asumir responsabilidades, llegarán otros tiempos con los que renombrar esta obra de médicos e injusticias: Tiempo de calamidad, Tiempo de ruina, Tiempo de abandono, Tiempo de buscarnos la vida… elijan ustedes mismos el título que Martín Santos le hubiera dado a este drama cuyos personajes principales somos, una vez más, nosotros mismos.

Pero también puede ser que llegue un tiempo bien distinto: Tiempo de gritar, Tiempo de contar la verdad, Tiempo de dimitir, Tiempo de exigir responsabilidades, Tiempo de no olvidar

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