Tenores huecos

 

Siempre habrá dinero y putas y borrachos

hasta el fin de los tiempos,

pero como dijo Dios

mientras cruzaba las piernas,

he creado muchos poetas

pero poca

poesía. 

(Charles Bukowski)

En los últimos años la poesía ha vuelto a tocar nuestras puertas; ha renacido como el ave fénix de las cenizas de un pasado habitado por el exceso de tropos y un vocabulario majestuoso, ávido de significados, pero como todo renacer, la esencia del concepto y su puesta en práctica ha tomado un gran desvío en el camino de las letras a manos de jóvenes que luchan por escribir lo que piensan emborrachándose no solo de «poesía», también de alcohol y de una realidad autogestionada, carente de belleza y con una vulgaridad tan propia del botellón que llega a ser molesta, incómoda e inconsecuente.

Una de las figuras maestras, inspiradoras de la poesía actual —ovación a la cual me sumo absolutamente— es Charles Bukowski, el alcohólico cuya vida no hizo más que moldear un carácter severo, ensimismado e incluso un poco violento. Un padre golpeador, una madre abusada, un chico acostumbrado a escuchar lo feo e inútil que era; el carácter de Bukowski se ve reflejado en cada una de las letras que conforman su rica y fructífera literatura de odio, amor y soledad. No obstante, la poesía actual está lejos de todo ello; los jóvenes poetas han deformado el concepto de poesía intentando crear algo moderno y transgresor, pero con palabras tan banas, vulgares y con una estructura tan ausente que, en verdad, es difícil denominarla como tal.

Desdeño la romanza/ de los tenores huecos/ y el coro de los grillos/ que cantan a lo lejos, dice Antonio Machado en uno de sus poemas. El contenido de los versos actuales refleja la decadencia intelectual de quienes han crecido entre la frialdad de los medios de comunicación y la vida fácil, esa que toda tarjeta de crédito puede pagar. Muchos saldrán en defensa del verso libre, mera imitación del bien utilizado por el maestro de las mejillas de cadáver, Nicanor Parra, el primer y único antipoeta por excelencia que se despojó de la rima arcaica sin abandonar la esencia poética, el contenido de protesta y la belleza de la palabra.

…maldigo la poesía
de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.

Gabriel Celaya pensaba que La poesía era un arma cargada de futuro, pero lo que no sabía es que los jóvenes poetas predican, desde un cómodo sillón, cerveza en mano, en contra de las guerras, la pobreza y las injusticias de una sociedad de la cual reniegan y a la vez que contribuyen a su decadencia, precisamente, a través de su forma de protesta. Protestar sin mancharse las manos es abrir la boca y no decir nada, es criticar la imperfección desde lo imperfecto; Me gustas cuando callas porque estás como ausente, es el mejor consejo que el viejo Neruda puede darles a todos ustedes, poetas de redes sociales, que desconocen las alegorías, las aliteraciones, las imágenes y que defienden a la mujer describiendo en sus versos la forma en la que les quitan las bragas y las penetran con rabia y pasión. ¿Cuál es la diferencia entre una canción de reguetón y la poesía actual? Ninguna. Desde la ignorancia absoluta alimentada por el derecho a la libertad de expresión que tan cómodamente cada uno interpreta según sus propios anhelos y necesidades personales, inconsecuentes a toda prédica, manosean la imagen del pobre, de la mujer y la sociedad para convertirlo todo en un algo centrado en el propio ego que lucha por la fama y el reconocimiento de la misma sociedad que desprecian.

No entiendo nada. Amo la poesía, amo las letras en todas sus formas y soy fiel a las libertades humanas, pero no comprendo ese desprenderse del legado de los maestros juglares. A todos ustedes les pido, jóvenes poetas «revolucionarios», que lean el Arte poética del viejo Vicente Huidobro y entiendan que El adjetivo, cuando no da vida, MATA.

Alejandra Toloza es editora del Grupo Caudal

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