Antonio Puente Mayor y «El enigma del salón Victoria»

Entrevista a Antonio Puente Mayor

 

Antonio Puente Mayor y «El enigma de salón Victoria»

Recientemente ha visto la luz una criatura literaria que lleva por nombre El enigma del salón Victoria (Algaida, 2018), el decimosegundo trabajo del polifacético e incansable Antonio Puente Mayor, un autor cuya senda le ha permitido ser lo suficientemente conocido como para ser presentado con escasas palabras. Aquellos que hemos seguido de cerca su trayectoria, le tenemos gran afecto y le leemos con atención, pues, a su más que interesante y acertado estilo a la hora de escribir se suma, siempre, la erudición de la que hace gala; no solo sobre el papel sino en una sencilla conversación. Es, pues, un autor del que se aprende, y mucho. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que a través de una consistente y sólida novela de misterio?.

Antonio ha contado, o aclarado, en multitud de ocasiones que su pasión por la literatura, (por la lectura y la escritura) junto a su trabajo como guía turístico de tour operador han influido definitivamente en la concepción de sus obras. Es, por tanto, innecesario insistir en formularle preguntas cuya respuesta es de sobras conocida, y que se pueden anticipar repasando la biografía del autor o la misma entrevista con la que se acompaña el díptico promocional de la novela. No obstante, para aquellos que aún no han recorrido las páginas de esta apasionante y entretenida propuesta, hay que adelantar que la figura de María Cristina de Habsburgo va a jugar un papel protagonista fundamental. Crista, como se la llama en los distintos pasajes, fue la segunda mujer de Alfonso XII y su vida, muy interesante desde el punto de vista historiográfico y sentimental, parece amoldarse perfectamente a una trama en la que la ciudad de San Sebastián, y en concreto el Palacio de Miramar, cobran gran protagonismo. Por otro lado, no muy lejos de allí, en Biarritz, seis personajes muy conocidos por el gran público coinciden en el espacio y en el tiempo para protagonizar una escena digna de ser asociada al famoso juego del Cluedo. ¿Cómo casarán ambas historias para la consecución de un libro consistente? La mejor forma de despejar las dudas es someter al autor a un interrogatorio del que estamos seguro que saldrá airoso.

Bienvenido, Antonio, a esta tu casa. Esperemos que te sientas cómodo y contestes a nuestras preguntas. Te felicitamos por tu novela y te invitamos a que profundices un poco más en ella con el fin de que nuestros lectores se conviertan rápidamente en lectores tuyos. Para empezar, es inevitable hablar de María Cristina de Habsburgo, una mujer con coraje que llegó a ser nombrada Archiduquesa de Austria y que, sin embargo, por los designios de la política matrimonial, tuvo que ejercer de segundo plato de un rey mujeriego que no supo ponerla en su lugar. Tú, en cambio, sientes cariño por ella y la llamas Crista. Háblanos un poco más de ella.

Como la mayoría de españoles, yo solía tragarme las películas tipo «Cine de Barrio» que pasaban por TVE una y otra vez en los años ochenta y noventa; entre otras, ¿Dónde vas Alfonso XII?, con el gran Vicente Parra en el papel del monarca y la bellísima Paquita Rico en el de su enamorada María de las Mercedes. Una película cuyo final trágico marcó a varias generaciones y que tuvo una continuación años más tarde. Fue precisamente ahí, mientras visionaba ¿Dónde vas triste de ti?, cuando descubrí a María Cristina de Habsburgo, la segunda esposa de Alfonso XII. Una mujer cuya historia me conmovió desde el principio, pues tuvo que lidiar con el recuerdo de la fallecida y contra todo un país que la recibió de manera distante. También en esa película escuché por primera vez el diminutivo de ‘Crista’, que era el modo con el que se dirigían a ella en familia. Años más tarde, y por razones laborales, comencé a frecuentar San Sebastián, y entonces el flechazo fue definitivo. Y es que en la capital guipuzcoana la reina regente vivió algunos de los episodios más felices durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII. Esto me impulsó a investigar sobre sus orígenes y juventud, hasta lograr entender su personalidad y el por qué de su choque cultural con la España de entonces.

Crista llegó a ser abadesa pero no ejerció mandato alguno en convento. Explícanos.

Como hija de unos archiduques moravos, y en pleno apogeo del Imperio austrohúngaro, el destino de Crista era encontrar un buen partido para casarse. Sin embargo, la suerte le fue esquiva durante su adolescencia. De ahí que su primo segundo, el emperador Francisco José —marido de la famosa Sissi—, le buscase un puesto a la altura de su rango al poco de cumplir los dieciocho años. Este era el de abadesa del Capítulo de Nobles Canonesas de Hradschin, en Praga. Una institución instaurada por su antepasada, la emperatriz María Teresa, en 1775, para albergar a aquellas jóvenes de la nobleza austriaca que, por azares de la vida, hubiesen perdido su fortuna. Eso sí, pese a su ligero tinte religioso, los estatutos fundacionales expresaban que no podría transformarse jamás en orden monástica, y dejaba libertad a sus internas para salir de la reclusión y aun para contraer matrimonio. Precisamente eso es lo que ocurrió con María Cristina, quien fue requerida por el monarca viudo Alfonso XII de España, celebrándose la boda sólo tres años después de su ingreso en Hradschin.

Al leer El enigma del salón Victoria se aprecia el aprecio que el autor siente por el palacio de Miramar, recinto que cumple ahora 125 años y que significó la eclosión de un sueño, la realización de un anhelo: el amor de Cristina por San Sebastián. La familia real comenzaba a veranear en las playas del norte y esta ciudad, afrancesada por su localización, se presentaba como el lugar perfecto en donde instalarse. Más tarde vendrían Santader o Comillas. Aún hoy se llama ‘María Cristina’ el hotel más famoso de Donostia. ¿Has imaginado sus salones a la hora de escribir?

He hecho uso de la imaginación, por supuesto, pero también he tenido la suerte de contar con maravillosas fotografías de archivo. Entre otras, las de la Fundación Kutxabank y las de la Diputación Foral de Guipúzcoa. E incluso he tenido ocasión de recorrer el palacio por mi propio pie. Como guía de tour operador, suelo visitar Miramar cinco o seis veces al año con profesionales vascos de la talla de Elisabeth Ochoa o Koldo Zúñiga, pero también frecuento el Palacio de la Magdalena de Santander o el del Sobrellano de Comillas, de ahí que mis descripciones sean lo más fieles posibles a la realidad.

Supongo que era inevitable hablar del monte Igueldo, del Buen Pastor y otras maravillas que ofrecía y ofrece la ciudad. ¿Y el hotel Londres?

San Sebastián es una ciudad de ensueño, de lo más elegante que puedas encontrar no solo en España sino en todo el mundo. Mi relación con ella es muy estrecha, como ya he comentado, de ahí que conozca casi todos los rincones interesantes que ofrece. Una zona poco turística que me encanta es el barrio de Ayete, donde se encuentra el edificio construido por los duques de Bailén en el que comenzó a veranear María Cristina, incluso antes de mandar construir Miramar. Un palacio maravilloso que luego sería residencia del general Franco, y que no está lejos de Arbaizenea, residencia donostiarra de la Casa de Alba. En cuanto al hotel Londres, además de su situación privilegiada y su aspecto vintage, es una pieza fundamental de ese legado aristocrático y glamuroso de finales del XIX en Donostia. No en vano sus habitaciones han alojado a ilustres como el pintor Henri de Toulouse-Lautrec —uno de los protagonistas de mi novela—, el cantante Luis Mariano, la espía Mata Hari o el príncipe Juan Carlos.

¿Has paseado por la Concha en busca de inspiración?

He hecho algo mejor. Me he sumergido en la biblioteca que se esconde bajo el antiguo casino de juegos que da a dicha playa —hoy ayuntamiento— y he investigado sobre María Cristina a pocos metros de los lugares que pisó realmente. Un auténtico lujo.

Imaginemos a Crista. ¿Sería de txacolí o de infusiones?

Yo pienso que de ambas cosas, jajaja. María Cristina de Hasburgo es la reina más desconocida de la Historia de España, y lo es porque nadie se esforzó en comprenderla nunca. Su única misión era darle un heredero a la corona y criarlo hasta su mayoría de edad. En eso cumplió con creces. Pero además hubo de aguantar el chaparrón de las infidelidades de su esposo —bastardos incluidos—, las presiones de Cánovas, la pérdida de las colonias y otros muchos asuntos de Estado. Estoy seguro que, pese a su aspecto severo y su porte regio, en la intimidad debió ser una mujer sensible y de fácil acceso. Fíjate que los donostiarras la apodaban maitena, que en euskera significa «querida».

Y es que Crista llegaría a ser la única reina regente en solitario en muchos años…

Pues nada menos que diecisite, desde noviembre de 1885 a mayo de 1902, cuando Alfonso XIII asumió el cargo. No olvidemos que este monarca, que llegó al mundo como hijo póstumo de Alfonso XII, era rey ya desde su alumbramiento.

Hotel du Palais

Parece que la famosa Chanson de Roland del sobrino de Carlomagno sirve de nexo entre la figura de la reina y el grupo de intelectuales, ávidos de aventura, congregados en el salón Victoria de un famoso hotel de Biarritz. ¿Puedes contarnos algún detalle de ese nexo sin desvelar la trama?

Como gran intelectual que era, María Cristina tuvo acceso a infinidad de lecturas desde su niñez. En una época en la que muchas europeas continuaban siendo analfabetas, ella hablaba y leía en varios idiomas, tocaba el piano y montaba a caballo. Por tanto no debe extrañarnos que disfrutase de la versión original de la Chanson de Roland, el poema épico francés más famoso de la historia. Pero es que además, en mi novela, ese texto es utilizado por un admirador para mandarle mensajes románticos anónimos llenos de lirismo y misterio. Un juego que comienza en su adolescencia y continúa a lo largo de toda su vida. Y es precisamente durante el verano de 1899, cuando el derrumbe de una vieja abadía saca a la luz un libro relacionado con Roldán que desatará el argumento de nuestra historia. Un texto que podríamos calificar de «maldito» y que entra en relación directa con los personajes de fama mundial que se alojan en el Hôtel du Palais de Biarritz. Los mismos que descubrirán el cadáver de una prostituta y se verán obligados a investigar el caso para evitar un escándalo.

Arthur Conan Doyle

Los intelectuales a los que hacemos referencia no son personajes escogidos al azar. Llama la atención el uso que haces de sus biografías y, sobre todo, como las enlazas en el tiempo, pues parece improbable que esa reunión hubiese tenido lugar, y aun así el lector se pregunta si es así o no. ¿Cómo se te ocurrió reunirlos a todos en una misma estancia?

Para empezar he de decir que, cuando leo novela histórica, una de mis mayores obsesiones es la verosimilitud. Por tanto no puedo sino intentar hacer lo mismo cuando me pongo a escribir. De ahí que, pese a tratarse de un encuentro completamente ficticio, que en el verano de 1899 coincidiesen en Biarritz cinco individuos del carisma y el prestigio de Arthur Conan Doyle, Sigmund Freud, Giacomo Puccini, Gustave Eiffel o Henri de Toulouse-Lautrec no es en absoluto descabellado. Es más, mediante el estudio pormenorizado de sus biografías, me aseguré de que esto fuese posible. O sea, que ninguno de ellos estuviese esos meses de viaje por América, en medio de una enfermedad o directamente muerto. Esa es una de las razones de que fuesen estos y no otros los elegidos. La segunda razón es que cada uno de ellos aporta su don natural y su experiencia para resolver un enigma sumamente complejo. Un caso que requiere de la pericia de médicos, pintores, músicos, ingenieros y psiquiatras. ¡Ahí es nada! Por otra parte, el hecho de reunirlos a todos en un salón del Hôtel du Palais obedece a mi deseo de homenajear las lecturas de mi adolescencia. Como devoto admirador de Agatha Christie, siempre quise hacer un whodunit (quién-lo-hizo) al estilo de Diez Negritos o La Ratonera. Obras que, por otro lado, ya había puesto en escena con mi compañía de teatro.

Terminas, o comienzas, exponiendo datos de la biografía de unos personajes que son desconocidos para el público en general, demostrando que has estudiado a conciencia cada dato que debe y quiere ser revelado. Defiéndete.

Como decía antes, que una novela histórica sea verosímil lo considero casi una obligación. Pero en el caso de El enigma del salón Victoria el asunto era aún más peliagudo, puesto que al hecho de recrear una época fascinante —el siglo XIX—, tenía que añadir la fama de los protagonistas. ¿Quién no ha leído alguna reseña biográfica o visto un documental sobre el autor de Sherlock Holmes? Con esto quiero decir que la responsabilidad era enorme, puesto que la bibliografía existente sobre este y otros personajes te obliga a ser fiel a la historia. Pero es que además yo no quería repetirme, sino más bien exponer facetas desconocidas de estos señores. Muchos «holmesianos» sabrán que Conan Doyle ejerció como médico y era un aficionado al cricket y al boxeo. Pero muy pocos conocerán que fue portero de fútbol en el equipo local de Portsmouth. Lo mismo ocurre con el doctor Freud, del que conocemos su faceta como psiquiatra y psicoanalista, pero no su pasión por la arqueología y las momias del Antiguo Egipto.

Es inevitable crear paralelismos con la novela victoriana…

Desde que empecé a idear la trama, tuve claro que la verdadera protagonista de la historia iba a ser la época. Yo soy un enamorado del siglo XIX, y crecí con las novelas y películas ambientadas en ese marco, especialmente las británicas. En primer lugar con las del período georgiano —Jane Austen como referente absoluto—, y luego con las publicadas durante el reinado de Victoria de Inglaterra, a la que hago un guiño en el título. Inevitablemente mi novela está teñida de referencias a Oscar Wilde, Thomas Hardy, Henry James o Wilkie Collins —algunos de mis autores de cabecera—. E incluso al autor de Drácula, Bram Stoker, que hace un pequeño cameo en el capítulo ambientado en Londres.

¿Es El enigma del salón Victoria una novela negra?

Esa es una buena pregunta, ya que el envoltorio remite precisamente a eso. Pero yo no soy autor de etiquetas, y los que me conocen saben que lo mismo leo a Shakespeare que a Miguel Delibes, y en muchas ocasiones incluso me dejo llevar por las modas sin ningún tipo de prejuicio. Como ejemplo, este verano he leído lo último de John Grisham mientras profundizaba en la vida de Magallanes a través de un genio como Stefan Zweig. A mi entender, toda obra conlleva un esfuerzo, y se puede aprender tanto de Muñoz Molina como de Dan Brown. Por tanto, yo definiría El enigma del salón Victoria como una obra caleidoscópica que bebe de diferentes géneros y estilos: desde la novela negra (o policíaca) a la histórica, pasando por la de aventuras y la de viajes.

Si te tuvieras que identificar con uno de los personajes protagonistas, lo harías con…

Archer Milton Huntington. Otro de los grandes olvidados de nuestra Historia junto a María Cristina, y que en mi novela ejerce el papel de galán y aventurero al estilo Indiana Jones. Un hombre pasional, amante de los libros, la arqueología y el arte; un consumado viajero nacido en Estados Unidos que se enamoró de España en su primera visita, con apenas veinte años, y ya nunca se olvidó de ella. Muy al contrario, excavó junto a George Bonsor en yacimientos andaluces como Itálica o Baelo Claudia, e incluso encargó a Joaquín Sorolla una de sus series pictóricas más conocidas: Visión de España. Aún hoy, pocos españoles saben que en pleno Manhattan se atesoran innumerables tesoros patrios en una institución creada por este millonario filántropo bajo el título de Hispanic Society of America.

Llama la atención el gran elenco de personajes secundarios, casi todos ellos sobradamente conocidos, que incorporas en el argumento; da la impresión, o quizás sea una certeza, que leyendo tu novela el lector va a aprender más de lo que se había imaginado en un principio. ¿Qué opinas?

Como en todas mis obras, ya sean para adultos o niños, existe un cincuenta por ciento de intención de entretener y otro cincuenta por ciento destinado a enseñar. Eso se debe quizás a mi faceta de filólogo y docente. Pero es que, aunque resulte un tanto paradójico, el primero que aprende ¡soy yo! No hay fase más bonita de la creación que la de la investigación y el trabajo de campo. Un período que puede abarcar desde meses a años, y que en mi caso es imprescindible antes de ponerme a escribir. Como explicaba antes, el verdadero eje sobre el que gira este libro es la época. Un período repleto de inventos, cambios de hábito e ilusión por el futuro. De ahí que las páginas de El enigma estén pobladas de personajes que protagonizaron ese momento. Por citar a algunos, los franceses Clément Ader, creador del primer prototipo de avión, y Henri Lachambre, fabricante industrial de globos aerostáticos; o el marqués italiano Carlo Ginori Lisci, impulsor del automovilismo en su país.

Por último, y para no cansarte en demasía, cuéntanos en unas líneas argumentos que hagan atractiva la novela a los lectores, razones para acercarse a la librería más cercana a comprar un ejemplar de esta bonita e interesante obra literaria.

Resumiéndolo en unas pocas líneas, El enigma del salón Victoria es un viaje a una época fascinante de la Historia que, curiosamente, presenta muchos puntos en común con la actual. Asimismo es una novela de intriga, al más puro estilo Agatha Christie, donde nada es lo que parece. Y por último, un ejercicio de entretenimiento con el que los lectores recordarán a grandes de la literatura, como el simpar Julio Verne.

 

Muchas gracias, Antonio. Te deseamos que disfrutes de las mieles del éxito. Seguro que tus labios ya están azucarados.

Francisco Javier Torres Gómez

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