Jazz y literatura

Por Adolfo Marchena

Revista Literaria Galeradas. Foto jazz
Jazz

Descubrir que todo suponía una mentira, salvo el jazz o la literatura. Las Artes, que son el argumento para combatir el silencio o esos momentos de imprecisión e inquietud. Esos silencios que tantas veces nos acompañan. Descubrir que se puede salir del aturdimiento, encontrar algo positivo, real o abstracto, imperecedero. Despertar al sonido, aplicarse a la palabra a pesar de que el jazz nunca será de consumo masivo, como algunos buenos escritores, que también afirma Geoff Dyer. El jazz, como una prolongación del blues, con el que mantiene el contacto con esa fuerza impulsora de sus orígenes. No es fácil definir el jazz (ni el acto o el hecho creativo), que como estilo surgió en EEUU a finales del siglo XIX y que alcanzó su mayor esplendor en los años 20 y 30 del siglo XX. La literatura, a su vez, más ancestral, deriva del lenguaje cuneiforme, aceptada como una de las formas más antiguas de expresión. Pentagrama y símbolo. «No puedes improvisar a partir de nada, tío. Tienes que improvisar a partir de algo», escribe Geoff Dyer en el relato que dedica a Charlie Mingus, dentro del libro Pero hermoso. El fraseo o los solos del jazz frente a ese silencio, acaso acompañado por una inspiración que requiere la literatura, además del trabajo necesario.

El jazz es un estilo que ha tenido un gran eco en las letras, biografías de Duke Ellington, Miles Davis, Thelonious Monk o esa autobiografía escrita por el saxo alto Art Pepper junto a Laurie Pepper: Una vida ejemplar. Memorias de Art Pepper. Más sobrecogedor en su testimonio que Yonqui, de William Burroughs. Sobre este músico, Art Pepper, se afirma que poseía el swing y el ritmo. Capaz de elevarte, de emocionarte, de hacer que tiembles como una hoja en el otoño. Basta con escuchar Patricia, dedicada a su hija, o Cherokee para percatarse de ello. Escritores como Boris Vian, también trompetista, tuvieron una gran influencia en su obra, como el libro Que se mueran los feos. Tal vez El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald, sea el mejor retrato de los tiempos de vino y rosas del apogeo del jazz. Autor también de los Poemas de la era del jazz«Sabemos ciertas cosas / de la vida y de la muerte / él sabía que debía volver / de la vida y la muerte / él sabía que debía volver a la tierra», de su poema La tierra llama. Otros poetas inspirados por el jazz fueron W. H. Auden, Ted Berrigan, Quincy Troupe, Lewis Allen, Beltolt Brecht, Jean Benet, la poesía completa de Pavese, Gregory Corso, el Aullido de Allen Ginsberg o Ruth Weiss, considerada «poeta del jazz».

En narrativa, Julio Cortazar, gran aficionado, escribió Rayuela. James Ellroy cerró el llamado Cuarteto de los Ángeles con Jazz blanco. El hombre invisible, de Ralph Ellison, cuya escritura improvisada se compara con las improvisaciones jazzísticas. Ya que el jazz es improvisación y swing. Ritmo emotivo, fascinante, interpretaciones irrepetibles. El mencionado Cortazar plasmó su particular visión del drama de Charlie Parker en su pequeño pero maravilloso cuento El perseguidor. La historia se desarrolla en las noches de Paris de los años 50, donde el protagonista, Jhonny Carter, saxofonista y aficionado a la marihuana es entrevistado por el periodista y crítico musical Bruno Testa. Una historia narrada con estilo impar que sondea y descubre los abismos de la condición humana. «En realidad las cosas verdaderamente difíciles son todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento» (El perseguidor). En España es representativo El invierno en Lisboa, de Antonio Muñoz Molina. Un homenaje al cine negro americano y los tugurios en donde los grandes músicos inventaron el jazz. Locales como el Cotton Club o el madrileño Rector`s Club del Hotel Palace, donde una orquesta enseñó a bailar a Lorca, Dalí y Buñuel. La novela de Muñoz Molina fue llevada al cine por José A. Zorrilla con la participación del músico Dizzy Gillespie. «El ojo escucha lo que el oído no oye», nos dice Geoff Dyer en otro relato, el que dedica a la vida de Thelonious Monk. Del mismo modo sostiene que «el jazz ve cosas, saca cosas de la gente que la pintura y la literatura no ven». Frase o concepto con el que podemos estar de acuerdo o no y que, evidentemente, nos hace reflexionar. En el famoso álbum Blue Train (1957) de Jhon Coltrane hay un tema que da nombre al título. Coltrane toca un solo majestuoso. Se cuenta que un estudiante de conservatorio dedicó una semana a transcribirlo. Cuando conoció al músico y le enseñó la partitura, le pidió que lo tocara. Coltrane se percató de que era suyo y dijo que era muy difícil de tocar. Como para el escritor supondría perder el archivo de una novela y volver a escribirla. Nunca sería la misma… La anécdota de Coltrane demuestra que los músicos de jazz, cuando están improvisando, están creando algo que no se puede reproducir en partitura alguna. Al respecto señalar una manifestación del citado Cortazar, quien dijera que: “El jazz me enseñó cierta sensibilidad del swing, de ritmo en mi estilo de escribir. Para mí las frases tienen un swing, como lo tienen los finales de mis cuentos.” Muchos han sido los libros escritos al compás del jazz, novelas, relatos o poesías. En Tokio Blues Haruki Murakami introduce el jazz como un efecto nostálgico e ineludible para activar recuerdos perdidos. Un par de años antes de El perseguidor, James Baldwin narraba en su relato Sonny`s Blues la pasión de un chico de Harlem por convertirse en un famoso músico de jazz.

«El jazz es una conversación, un dar y recibir. El jazz es la conexión y comunicación entre músicos. El jazz es abandono», escribe Nat Wolff. Todo ello redunda en la literatura, en la creación. Como si de una Caja de Pandora se tratara, donde se ocultan las claves, los fraseos, los solos, el estilo literario, ese abandono al que alude Nat Wolff y que nos lleva a la clave, a la estructura de la obra. La literatura y el jazz son aspectos fundamentales dentro de ese conjunto que denominados Arte. Ritmo y swing. Literatura y jazz, dos caminos y una encrucijada de melodía. Ser capaces de transmitir, con un saxo, un piano, la tinta, la imaginación, la expresión de un lamento o de una alegría inmensa. El Arte, en definitiva, en diferentes escenarios, la soledad del escritor (cuando escribe) frente al público que requiere el jazzista. O a veces no, todo es temblor, como Patricia de Art Pepper.

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